“Imágenes de ecografía” por Carolina Goyzueta

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F tiene la costumbre de retornar al hogar después del trabajo. Verificar las balanzas del mercado de frutas de San Luis no es un trabajo fácil. Todos los días su rutina se lleva a cabo de manera ágil y honesta. F es un hombre sin mayores complicaciones, su anterior vida militar lo había parametrado.
S, su mujer, lo había convencido de abandonar la vida militar y dedicarse a ser un respetable ciudadano. Una tarde F demoró en llegar a casa, S lo esperaba impaciente, daba vueltas de un lugar a otro, de pronto unos golpes en la puerta la exaltaron.
– Soy yo mi amor, por favor ábreme- S abrió la puerta dejando que la luz amarillenta de la tarde pintara la oscuridad de su casa.
– ¡Dios mío! ¿Por qué has demorado tanto!?- pensó un poco más y dijo- ¿Por qué no tienes tus llaves?
– El bus en el que venía se malogró y quedamos varados frente al cuartel de la avenida ejército, un policía nos detuvo y pidió papeles a todos y cuando saqué mi billetera me percaté que las llaves no estaban- dijo mientras colocaba sus lustrosos zapatos en una gaveta de la habitación- entonces busqué por todos lados hasta que pensé que probablemente las había dejado en el bolsillo de mi mandil.
– ¿Pero para qué habrías de ponerlas ahí si tu siempre te pones el mandil sobre la chaqueta y las llaves siempre las llevas en el bolsillo de tu chaqueta?
– Hoy hubo bastante movimiento en el mercado y me dio mucho calor, así que me saqué la chaqueta y para que no se pierdan las llaves las guardé en el bolsillo del mandil.- F hurgaba entre las ollas, cosa que nunca antes había hecho.
– ¡¿Qué haces?!- gritó S, como si hurgar las ollas fuese un rebuscar en su interior mental.
– Este accidente del bus me ha puesto nervioso y me ha dado hambre- dejó las misérrimas ollas y se sirvió un vaso con agua.
– Aún no logro entender por qué cambiaste de sitio tus llaves- insistió.
– Ya te dije amor, fue el calor, tal vez la costumbre de llevarlas siempre en el bolsillo.
– Me parece raro todo esto…
– Bueno, no todos los días son iguales…hoy es diferente… – F se mostró esquivo y como nunca se tumbó en la comodoy de plaza y media que compartían desde hacía diez años.
– ¿Diferente? ¿A qué te refieres con diferente?- F no la miraba a los ojos, pensaba en las noches que se quedaba despierto, contemplándola a la luz del lamparín de kerosén, se preguntaba el por qué no habían tenido hijos y si hizo bien al abandonar el servicio militar por complacerla. Finalmente, se encontraba frente a una mujer que día a día le era cada vez más indiferente.
– ¡No todos los días se puede comer lo mismo!- gritó F apagando sus pensamientos de un tirón seco, S estaba atónita, lo miraba como si fuese un extraño, como si la persona que tenía al frente fuese un impostor, un mal actor.
– ¿Qué quieres decir con eso…?- murmuró S
– ¡Por favor, estoy muy cansado, guarda esto y déjame descansar!- le extendió su maleta. Por primera vez en diez años F le daba una orden.
– ¿No que tenías hambre? ¿No revisabas las ollas hace un momento?
– ¡Ya cené!- el pequeño mundo de S se venía abajo- Hoy no se malogró el bus donde venía, hoy tampoco fui a trabajar, ¿quieres saber dónde están mis llaves? ¡Pues están en un hotel! En un hermoso y clandestino hotel-
Lágrimas gruesas se escurrían por el rostro grasoso de S y sus manos malolientes trataban de secarlas
– Desde hace un año hago el amor en ese hotel, desde hace un año que salgo una hora antes del trabajo, desde hace un año que al dormir recuerdo el olor salvaje de frutas desprendiéndose de mi cuerpo con el de ella, sí, desde hace un año tengo una amante y tú ni siquiera lo notas.-
S se había sentado en la comodoy, miraba los papeles que estaban sobre el televisor y su mente trataba de imaginar espacios a los que nunca llegaría. F cogió su chaqueta y salió tirando de un golpe la puerta, el ambiente se llenó de polvo, S observaba entre sollozos las diminutas partículas de polvo que F había levantado. Se levantó, cogió un vaso lo llenó con emoliente y mezcló veneno para ratas que solían pulular en las noches, lo tomó y se echó en el catre. A la mañana siguiente cuando F derribó la puerta para poder entrar, encontró sobre el catre a S dormida y sobre el televisor unos papeles con imágenes de ecografías.

Puntuación: 3 / Votos: 3

3 pensamientos en ““Imágenes de ecografía” por Carolina Goyzueta

  1. Anónimo

    Ah! Que fuerte. Está bien paja, porque los personajes estan bien hechos y el cuento no es pretencioso y está bien armado, osea sigue una buena secuencia bien basada. El final muy bueno.

    Responder

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