“La niña” por Elsa Cairampoma

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-¿Dime que la viste? – preguntó Julián apuntando con su mano derecha hacia un lugar vacío.
-¿Verla? – recordó algo y asintió – Si, claro. La vi.
-¿La viste? – cuestionó a Pablo – ¡La viste y estás tan tranquilo!
-Sí, es algo fuera de lo común – respondió este alzando sus manos – pero, no tiene nada de malo, ¿no?
-¿Nada de malo? – le inquirió a pablo – ¿nada de malo? ¿Lo haces por molestarme o qué? ¿Cómo que ver eso no tiene nada de malo? ¡Está muy mal!
-Vamos, no exageres; solo era un poco de color, nada más – le dijo este jugando con su pie y extrañado ante la reacción de su amigo.
-¡Color! ¿A la sangre le llamas color? ¿Qué te pasa Pablo, se te salió un tornillo o algo? Ves sangre y te parece “solo color”.
-¿Sangre?, no, únicamente era tinta, pintura; la sangre no es amarilla, ni verde, Julián. No dramatices solo por las manchas. – cada vez más confundido.
-¿Amarillo? El vestido era amarillo, pero las manchas eran todas rojas y tenía un cuchillo en la mano. ¿A eso le llamas nada de malo?- le gritó este.
-¿Que? ¿Vestido amarillo?… – se quedó estupefacto – y llevaba dos trenzas y un extraño muñeco en la mano.
-¡Sí la viste y estás tranquilo! – le grito sujetándolo del cuello – ¡la viste!
-No, ¡no!, ¡no la vi! – expresó en susurros, mientras sus ojos se posaron en la niña detrás de Pablo – la estoy viendo. ¡Corre!

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