Has tenido una noche pesada, inquieta. Por algún motivo tu espalda te duele; aunque siempre lo hace, ya no debería sorprenderte. Pero no es solo eso lo que te molesta. Sientes que algo es diferente. Tienes un poco de frío, empiezas a sentir tus alergias en la nariz. Abres a medias tu ojo derecho, estás desnudo. No solo eso, estás durmiendo en el suelo. Tratas de hacer memoria, no recuerdas haberte caído en ningún momento; hubieras sentido el golpe. Abres ahora tu ojo izquierdo. Intentas desperezarte, estás verdaderamente cansado, te cuesta hacerlo. Ya estás casi completamente despierto, pero no te levantas, nunca lo haces inmediatamente. Siempre es como si te pesara el mundo. Cada día te cuesta reunir las fuerzas para seguir. Aguardas un rato más en el piso, hasta que decides que no puedes más con la alergia. Con desgano te pones de pie y lo ves. Por un momento, no piensas nada, es impresionante, es raro. Aquel que está echado en tu cama eres tú mismo. Aquel cabello, aquella nariz, aquel rostro, aquella ropa con la que te acostaste ayer; lo ves a diario y, sin embargo, dudas, corres al baño a verte en el espejo. El que te devuelve la mirada también eres tú. Regresas asustado a la habitación, estás muy confundido, te acercas, lo ves detenidamente; realmente eres tú, solo que más pálido. Tocas su mano, está fría, gélida, su rostro, también. Tanteas en el cuello, en la muñeca, no encuentras el pulso. Juntas tu oreja a su pecho, no sientes nada. Está muerto. Finalmente estás asustado, solo hay una explicación posible. El que piensa, el que vive, tú; no eres más que un fantasma viendo su propio cuerpo inerte. Buscas la silla, lo coges y te sientas frente al cadáver. Si eres un fantasma, entonces estar muerto no es muy diferente a estar vivo. Pero cómo fue posible que movieras la silla, cómo es posible que puedas sentirte a ti mismo, vivo, caliente; cómo es posible que respires. Pasas minutos pensando, tú solo no puedes saber si estás vivo, o si eres más que un fantasma. Necesitas hablar con alguien. Pero con quién. Esa es la interrogante. Hace mucho que vives solo. Sin querer; o, más bien, deseándolo mucho, te alejaste de tus amigos, te alejaste de tu familia, de todos. Coges el teléfono, piensas un momento, marcas, esperas a que conteste.
-¿Hola?- tiene la voz ronca, cansada, como si recién se despertara.
– Pedro, necesito que vengas… Es una emergencia, por favor, ven.
-¿Francisco? ¿Qué pasa?
– Por favor, ven pronto – Cuelgas.
Regresas al baño, orinas, otra prueba de que no eres un fantasma. Pedro sabrá qué hacer, es médico, además, alguna vez fue tu mejor amigo. O al menos eso pensaba él, nunca tuviste verdaderos amigos. Inclusive, por momentos llegabas a odiarlo, te cansaba. Al perecer se dio cuenta de ello, terminó por alejarse de ti. La puerta se abre, nunca le echas seguro, no sabes por qué. Es Pedro, mal afeitado, con el polo al revés, ha venido muy apresurado, quizás estuvo de guardia en la noche.
-¿Qué te pasó Paco? – está un poco asustado, recién recuerdas que estás desnudo.
– Ven.
Caminan hacia la habitación. Pedro lo ve. Tú abres el cajón y te pones la ropa interior. Pedro está atónito. Tarda un momento en despertarse, abre su maleta y saca sus instrumentos para revisar el cadáver.
– Está muerto. No comprendo, quién es, qué sucedió. No entiendo nada.
-¿Me puedes ver?… Por favor Pedro, dime que estoy vivo.
Pedro se levanta y te palpa la cara, te ausculta, siente tu pulso.
– Tus signos vitales están correctos… ¿Tú como te sientes?
Te sientes completamente normal de salud. Pero no llamaste a Pedro para eso, ya sabías que el que está echado en la cama está muerto. Quieres saber qué sucedió, quieres saber qué pasará contigo, quieres saber qué harás ahora, quieres saber que estás vivo y no eres un espíritu.
– No eres un fantasma Paco, yo te puedo ver, los instrumentos no fallan, estás vivo. Debe haber una explicación racional para esto.
– Pero y qué tal si los instrumentos no fallaron hasta ahora. Qué tal si solo tú me puedes ver y sentir.
– Entonces llamemos a alguien más, llamaré a Laura.
Hace mucho que no ves a Laura, no sabes que sucederá cuando la veas, Pedro no sabe cómo la hiciste sufrir, con tu indiferencia; nunca la quisiste de verdad, como a todos. La odiaste sabiendo que ella te amaba. No sentiste tristeza cuando terminó. Solo remordimiento, nunca quisiste hacerla sufrir, nunca quisiste ser así. Se abrió la puerta, también se nota que ha venido apresurada, el cabello revuelto, la agitación de quien ha corrido preocupado. Cuando cruzaron miradas después de tanto tiempo, supiste que ella aún te ama, pero perdura el recuerdo de las heridas, del dolor por el amor no correspondido.
– ¿Qué pasó, Paco?
Es la misma expresión de confusión. Pero esta vez es Pedro quién decide mostrarle el cadáver. Ya sabías que gritaría, sin embargo Laura es diferente a Pedro, no pregunta, no quiere pensar nada sino en ti. Solo se acerca y te abraza, hace mucho que no sientes el afecto de alguien, la abrazas y por fin te desahogas, lloras botando toda la preocupación y el miedo que vienes almacenando desde que despertaste. Por un momento olvidas todo.
– ¿Lo ves, Francisco? Estás más vivo que nunca – dice Pedro.
– Pero quién es ese que está muerto en mi cama.
– Pero que tal si… – dice Laura.
– No es un fantasma, no existe eso, solo lo que nosotros podemos ver, lo que sentiste al abrazarlo – dice él.
– Esto es increíble – dice ella – parece un sueño, quizás lo es.
– Entonces yo solo sería una ilusión tuya, sería peor que un fantasma.
Los tres se sientan varios minutos sin decir nada. Quizás no debiste llamarlos, quizás debiste sentarte y esperar que el cuerpo se pudriera. Los vecinos llamarían a la policía, quizás aquello sería más real que estar aquí, con esos dos.
– Llamaré a Fede – dice Pedro.
Quizás Federico era el que más te comprendía, ambos siempre fueron muy parecidos. Quizás por eso que siempre se llevaron tan mal, ambos tenían esa manera especial de alejar a las personas. Ambos estaban solos, pero unidos en la soledad. Los tres se relajan un poco, saben que Federico tardará, nunca le importó mucho la realidad, siempre con sus cavilaciones metafísicas y sus preguntas filosóficas. Quizás él pueda saber qué sucedió.
– Iré a preparar algo para comer – dice Laura.
Se levanta y se va hacia la cocina. Miras a Pedro, ya casi parecen unos desconocidos, se ven y no se reconocen. Es un momento incómodo, ambos tienen tantas cosas que decirse, pero no lo consiguen, guardan silencio. Te levantas y vas hacia la cocina. Laura está preparando unos sandwichs de jamón y queso, ella baja la mirada y se concentra en lo que hace. Te acercas y la besas en el cuello, ella se vuelve hacia ti, intenta separarse, pero no lo consigue. Lo hacen en el piso. Aun después de esto no puedes asegurar nada. Estás más confundido que antes. Qué tal si todo aquello no es más que un sueño, no de ella, sino tuyo. Tu cabeza es un desorden total, te levantas y regresas a la sala. Ella no dice nada, regresa a preparar los sandwichs. Cuando la puerta se abre, también está desaliñado, despeinado y con dos zapatos distintos; así es él, no vino apurado. Esta vez los cuatro van hacia la habitación. La reacción de Fede es apretar fuerte tu brazo, luego hace lo mismo con el de todos.
– ¿Está muerto? – pregunta a Pedro.
– Sí.
– Supongo que no saben y no entienden nada.
– No.
– Yo tampoco, solo puedo pensar que esto es un sueño, todo esto es una mera ilusión creada por mi mente – dice.
– Pero entonces yo no existiría, porque yo también he pensado que todos ustedes son ilusiones.
– Es más bonito que pensar que tú eres una ilusión, o incluso que realmente estás muerto y eres un fantasma. ¿Verdad? – dice Fede.
– Pero yo sé que existo.
– En realidad no lo sabes, por eso estamos todos aquí. Pero supongo que ni el haberme hecho el amor te dice nada – dice Laura.
– Que existas o no existas, eso no depende de ti, Paco, depende de nosotros, seamos reales o no – dice Fede – no puedes saber nada por ti mismo, no puedes vivir si nosotros no estamos aquí.
– Deshagámonos del cuerpo – dice Pedro. Todos lo miramos atónitos – no sabemos qué pasa. Solo sé que el que está echado en la cama es un cadáver, y el que está aquí parado está científicamente vivo. El cuerpo empezará a apestar en algún tiempo. Aunque estés muerto, aunque seas un fantasma, un sueño o una ilusión, solo te queda seguir viviendo así. No ganarás nada descubriendo el porqué de esto.
Viendo salir a Pedro cargando un nuevo material para la facultada de medicina en su maletera, sabiendo que Laura se iba aún enamorada de ti y que Federico llegaría a casa aún más pensativo y fuera de este mundo que ante, supiste que al haber marcado el teléfono para llamar a Pedro, decidiste vivir.
‘Al despertar’ por Bruno Doig
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Creo que estuvo bien lo del narrador como voz de la conciencia, pero me pareció que las acciones están muy apresuradas y los dialogos son poco creibles, y además la filosofía que le metiste es muy barata.