“Mi mami con cerveza y marihuana” (por José Carlos Banda)

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Todo está perfecto. El departamento solo, mi Andreita conmigo, una botella de whisky de doce años que había tomado prestada de mi madre y 200 soles en marihuana. Mi madre va a pasar todo el fin de semana con su hermana en la playa. Yo me salve de semejante aburrimiento alegando a una práctica que debía dar el lunes y que aún me faltaba mucho por estudiar.
-Diiiing- sonó el timbre, cuando todavía faltaban cinco minutos para las diez de la noche.
Puse un disco de Jefferson Airplane en el equipo y fui a abrir la puerta. La impaciencia me hizo abrir sin preguntar quién era. Andrea. El cabello algo despeinado, un polo de los Who y unos jeans muy apretados. Me dio un beso en los labios y camino directamente hacía el equipo de música para subir un poco el volumen. Nos sentamos en el sofá. Nos besamos. Abrimos la botella de whisky. Nos besamos. Brindamos por nosotros y nos volvimos a besar.
Ya tenía todo preparado. Había armado quince cigarros y la marihuana restante la había dejado en un cajón dentro de mi cuarto. Después del segundo cigarro tuve que botar la botella de whisky casi llena por la ventana. Fui al refrigerador para buscar algo más refrescante y regrese con seis latas de cerveza bien heladas. Andrea me recibió en el sofá con un apasionado beso que parecía de nunca acabar. Empecé a acariciar su espalda y poco a poco mis manos iban bajando por ella. Nuestra escena romántica se detuvo cuando los dos fuimos a parar al piso. Yo me había golpeado un brazo al caer, pero ella solo empezó a reír, así que supuse que estaba bien. Ella se puso de pie y fue a cambiar la música. Yo fumé. Ya era el cuarto, cada vez tenía la visión más distorsionada. Ella parecía estar bien. Caminaba con algo de dificultad y no dejaba de reír, pero estaba bien. Pensaba en que no había nada mejor que su sonrisa, que ya empezaba a conocer de memoria. Abrí una lata de cerveza, seguí fumando y me senté de nuevo en el sofá esperando que regrese. Había puesto a los Sonic Youth. Era la mejor decisión. Me guiñó un ojo y se lanzó hacia mí. De casualidad empujó el sofá y de nuevo fui a parar al piso, solo que esta vez si me causó un intenso dolor.
Abrí los ojos y vi la cara de mi madre. Parecía algo nerviosa. Me besó tres veces en la frente, puso su cara sobre mi pecho y me abrazó. Su abrazo me producía nauseas. Al parecer se percato de esto y me soltó. Me ayudo a ponerme de pie y me sentó en el sofá. Me preguntó si me sentía bien, le dije que sí. Le dije que tenía mucha sed y me dio mi lata de cerveza. Todo seguía igual: los Sonic, los ceniceros llenos de ceniza, las latas de cerveza sobre la mesa, el último cigarro de los que armé seguía ahí; pero, Andrea había desaparecido. No quise preguntar. Quizás mi madre nos había encontrado y la había echado de la casa. Lo único que sabía era que me sentía muy bien ahí junto a mi madre. Me sentía protegido. Temblaba. Ella me abrazaba y me decía que me calmara, que todo iba a salir bien. Me sentía mal por Andrea, no sabía qué le había pasado, pero no me importaba. En ese momento me sentía indefenso frente a la vida y solo necesitaba a mi madre, Andrea había pasado a un segundo plano para mí. Sentir eso me defraudaba, pero eso era lo que en realidad sentía y no podía hacer más.
Me puse de pie y empecé a caminar hacia el baño. Necesitaba lavarme la cara para sentirme mejor. Mi madre se ofreció a ayudarme pero dije que podía ir solo.
Salí del baño y me sentí como nuevo. De pronto vi que Andrea se paró del sofá y vino hacia mí a preguntarme si ya estaba mejor. No entendía lo que pasaba. Mi madre había desaparecido y ahora era Andrea la que estaba conmigo.
Me tomó de la mano y me llevó a sentarme junto a ella en el sofá. Me dio un beso en los labios y se quedo abrazada a mí. No me soltaba. Se sentía bien, ella era una mujer. Mi madre era mi madre. Pero había algo que mi madre podía darme y Andrea no. Sentía que Andrea estaba tan indefensa como yo y yo no me sentía un hombre como para protegerla de este horrible mundo. No podía con mi vida y menos con la de ella también.
En ese momento me separe de ella bruscamente. Le pedí perdón y ella me respondió que no sabia de que estaba hablando. Le dije que no era lo suficientemente hombre como para estar con ella. Le dije que me sentía indefenso y no era capaz de protegerla. Protegerme de qué, me respondió. La verdad no estaba seguro de lo que estaba hablando pero le dije que ya no quería seguir con ella. Le dije que la quería mucho pero ya no quería estar con ella. Que era lo mejor, alejarse de un cobarde como yo. Se puso de pie y me miró como nunca me había mirado. Había decepción y quizás un poco de odio en esos ojos. Me puse de pie y le di un beso en la boca. Ella me empujó y yo caí al suelo.
Abrí los ojos y mi madre estaba de nuevo conmigo. Era como un súper héroe, siempre estaba en los momentos precisos para salvarme. Siempre estaba ahí cuando yo la necesitaba. Me abrazó muy fuerte. Note un par de lágrimas en su rostro. Me dijo que todo había salido muy mal esta noche. Se ofreció a llevarme a mi cama para que pueda descansar. Dijo que pasaría toda la noche junto a mí, cuidando mis sueños y que mañana me prepararía un rico desayuno. Yo le respondí con una sonrisa. Le dije que me esperase un momento, que necesitaba fumar ese último cigarro antes de ir a dormir. Me respondió que no había problema. Mi madre era perfecta. Me concedía todo lo que yo pedía y me daba todo sin pedir nada a cambio. Fume y fume. Mi madre se acostó sobre mi regazo y me dijo que yo era todavía un niño, pero que ella quería pasar su vida junto a mí. Dándome todo. Dijo que me amaba. Me ayudó a ponerme de pie y empezamos a caminar hacia mi habitación. Ella lo sabía todo. En ese momento lo único que necesitaba era dormir.
-Diiiiing- pude oír el timbre entre las guitarras de Sonic que sonaban desde hacía rato sin perder la armonía.
Le dije que me esperara un momento que yo iba a abrir la puerta. Caminé hacia la puerta esquivando un par de latas de cerveza que yacían sobre el piso y abrí. Era mi madre y me saludo con un beso en la frente

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