– No pensé que llamarías –dijo ella, a manera de un extraño saludo.
– ¿Cómo supiste que era yo? –replicó él, extrañado.
– Sólo tú podrías llamarme y esperar que yo fuera la primera en hablar, mientras haces sonar levemente las cuerdas de tu guitarra.
– Lo lamento. No puedo evitar ponerme en evidencia.
– Lo sé. Es tu sello personal –dijo, riendo-. Me agrada que hayas llamado.
– ¿Acaso esperabas mi llamada?
– Sabes que la espero desde que te conozco.
– Entonces ya deberías saber porqué…
– Sí, es probable que lo sepa. Pero no me lo digas. Arruinarás el ambiente que estás creando con tu guitarra.
– ¿Te gusta?
– Sí.
– Entonces deberías escuchar lo que tengo que…
– Dame una razón por la que tenga que hacerlo.
– Porque de lo contrario jamás habría llamado.
– ¿De veras hubieras esperado hasta que algo así pasara para tomar el teléfono y marcar mi número? –dijo con tono decepcionado.
– No, no lo hubiera hecho. Ya lo hice –replicó, sin percatarse del tono decepcionado y dejando de tocar la guitarra.
– ¿Por qué tienes que ponerte así?
– Por que quiero que, para variar, me escuches. Aunque sea una vez.
– ¡Pero no quiero que me lo digas! ¿Por qué no puedes actuar como una persona normal y preguntarme por mi vida mientras me cuentas de la tuya?
– Porque eso es algo que hacemos todos los días. Además, no veo motivos por lo que tenga que hacerlo por teléfono. Además, no sé de qué te sorprendes. Aún en persona, sabes que jamás te he contado nada de mi vida ni preguntado por la tuya si tú no me has abierto el camino para ello.
– ¿Pero por qué no puedes hacerlo espontáneamente?
– ¡Estoy a punto de hacerlo pero tú no quieres escucharme!
– No quiero que me cuentes nada de eso.
– ¿Cómo estás tan segura de lo que voy a decirte?
– Porque tú mismo me acabas de decir que sólo me llamarías para eso.
– Lamento haberlo dicho –dijo en voz casi inaudible.
– ¿Qué has dicho?
– Lo que no quieres escuchar.
– ¡Ah! Entonces no me interesa.
– ¡No te entiendo! –exclamó él después de un largo silencio-. Me reclamas todos los días el hecho de que jamás te he llamado por teléfono y, cuando lo hago, ¡no me quieres escuchar!
– No quiero escuchar tragedias.
– ¿Ya lo ves? ¡Hemos estado hablando de cosas totalmente diferentes! Lo que quiero decirte es…
– Pensé que disfrutaría más cuando me llamaras.
– …que compuse la canción que me habías pedido cuando eras una niña –y esperó una contestación, pero ella ya había colgado.
“Una llamada perdida” (por William Dodds)
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l final triste y la razon del porqué ella no quiere escucharlo a el es lo que mas llama la atencion en este cuento. Ese final es bueno aunque era esperable que la chica se negara a escucharlo.