Tómas miraba a los feligreses congregados casi sin pensar en los detalles de su sermón (algo sobre el amor y el perdón). Era gente que asistía a su iglesia, su congregación, y que no debían ser más de veinte personas, una más, una menos. Y eso que él era un ministro joven y bien parecido. Otros más viejos no lograban congregar la mitad de personas que él. Y parado ahí, detrás del estrado, Tómas los miraba, estudiando cada rostro, la mayor parte de los cuáles había llegado a conocer íntimamente.
Arngrimur esperaba a que el sacerdote saliera del templo. Había hecho su ofrenda y tenía la esperanza de que las entrañas del uro le dieran un oráculo favorable.
“Reverendo Tómas, gracias por darme un momento,” dijo Jónina Aaronson, una de sus congregadas más viejas, la infaltable. Domingo tras domingo, ahí estaba, mirando hacia el altar con ojos brillantes, atenta a todas y cada uno de sus palabras.
“Oh no, no se preocupe Jónina, dime, ¿de qué deseabas hablar?”
“Es mi nieto, Baltasar, reverendo, ha estado actuando muy extraño últimamente.”
“¿Extraño?”
“Sí.”
La voz del sacerdote era dura y siniestra, como las cumbres heladas de las montañas.
“Tu hijo está enfermo. No sobrevivirá al invierno,” continuó.
Arngrimur apretó la mandíbula y asintió a las palabras del hombre que tenía al frente.
“¿Qué hay sobre los extraños?”
“Tendrás que tomar una decisión. Tu familia ha guardado este templo durante generaciones, hijo de Halldór, pero ellos han venido a profanarlo. Traen consigo la fe del hombre colgado, pero es una simbología engañosa.”
“Odín colgando de las ramas del Árbol del Mundo,” murmuró Arngrimur.
“Es un reflejo engañoso. Un lago tan limpio que refleja como si fuera de plata. Pero al sumergirte, te baña la sangre.”
“Son solo bandas de rock, Jónina, no hay de qué preocuparse. Estoy seguro de que sus padres han reaccionado como se debe.”
La expresión de la anciana se hizo desaprobatoria.
“¡Pero reverendo! ¡Seguramente tal cosa está prohibida en el cielo! ¡Ciertamente, no puede ser lo que quiere Dios!”
“¿Y qué es lo que quiere Dios, Jónina?” inquirió Tómas con un suspiro. “¿Es lo mismo que tú quieres, necesariamente?”
“¡Reverendo Tómas!” exclamó Jónina, una sonrisa abriéndose paso en su rostro. “Iré a decirle eso a mi nieto. Es usted un ángel, le estoy sumamente agradecida.”
Tómas correspondió a la sonrisa de la mujer con una sonrisa más bien tímida, mientras esta aferraba sus manos y las sacudía. Luego la acompañó a la salida de la iglesia y se quedó solo, pensando.
Los invasores habían llegado del sur, con cabellos oscuros y largas letanías. Habían profanado los altares, quemado los templos, movido a la gente contra la vieja casta sacerdotal. Y el invierno había llegado y Arngrimur había visto a su hijo partir hacia Hél. Le había preguntado una vez más por los viejos salones del Padre-de-Todo, esos que nunca podría ver, y le había preguntado por su madre, que permanecía en el cuarto de al lado, le preguntó qué es lo que hacía y por qué no estaba con él. Al final de la noche, con el viento helado rugiendo sobre ellos, Arngrimur posó una mano sobre el rostro de su hijo y le cerró los párpados. Luego llamó a su mujer.
Sentado junto al altar, Tómas meditaba sobre su labor. En los últimos meses, se había convertido en una parte esencial del ritual de los domingos. Decirse a sí mismo que estaba perdiendo la fe era una ingenuidad. Estaba perdiendo más que eso. Trató de prestarle atención al detalle, como una chispa sobre una piedra que desaparece casi inmediatamente. Lo buscó dentro de sí, pero fue inútil. Terminó por darse cuenta de que simplemente, estaba sentado junto al altar, perdiendo el tiempo, solo.
Habían quemado su templo, y por poco no lo habían quemado a él. No era un viking, nunca había dejado atrás esas tierras ni puesto un pie sobre la cubierta de un barco, pero sí era un guerrero. Había tratado de enfrentarse a la turba, ¿pero cómo? Se había enfrentado a bandidos, a enemigos de la fe, pero nunca a una multitud descontrolada, con antorchas, guiadas por un ánimo fervoroso, incendiario. No estaba preparado para eso. Fue apartado, golpeado por rocas, pudo matar a unos cuantos, pero finalmente, las llamas abrasaron la construcción de madera y junto a los gritos del viejo sacerdote alumbraron la noche.
Arngrimur corrió. Corrió como nunca había corrido, pero pronto se encontró con un nuevo incendio, una gran pira funeraria para su mujer y su hijo, en nombre de aquél dios furibundo que había llegado del sur para barrer con todos sus oponentes.
Había tenido que esperar. Fue una decisión difícil de tomar, principalmente por lo peligroso. Había sobrevivido en el bosque, comiendo lo que llegaba a él. Bichos debajo de las rocas, aves de presa, y venados. Solo tenía un hacha y algunas antorchas.
Vodka. Se habían hecho íntimos, se dijo.
Poco a poco, comenzó a aventurarse fuera del bosque. De vez en cuando observaba las largas y efervescentes prédicas de uno de aquellos hombres oscuros, con aquél acento que hacía descifrar muchas de sus palabras una ardua tarea, aún más en el estado en que se encontraba. Tan débil, se pronosticaba poco tiempo. Pronto ardería en fiebre, y no podía perder más tiempo.
Beber en la casa de Dios. Ya ni siquiera le turbaba la idea. Los católicos bebían vino, el reverendo Tómas Jónsson bebía vodka. Abuelas acosando a sus nietos, maldiciendo sus bandas de heavy metal. Cucufatos listos para mirar la paja en el ojo ajeno, rostros de miradas hipócritas. Höfnville era una comunidad pequeña, donde todos sabían todo sobre todo. Seguro ahora estarían hablando de la vergüenza de aquél joven ministro alcohólico. Miró hacia la cruz en la pared. ¿Era realmente aquél recinto la casa de Dios? Trato de incorporarse, pero perdió el equilibrio. La botella de vodka cayó a los pies del altar, y se hizo mil pedazos.
“¡Pagano!” gritaba el predicador. “¡Pagano!” Arngrimur ignoraba sus gritos mientras daba muerte con su hacha a uno y otro hombre. Recibió la estocada de una herramienta de arado en el costado. Le destajó el rostro a su agresor clavó su hacha en el pecho del predicador. “¡Pagano!” le gritaba la multitud. “¡El reino de los cielos es de los pobres de espíritu!” Otro hombre se lanzó sobre él y le empujó, haciéndole perder el equilibrio. Estaba tan cerca del templo, ese que habían erigido sobre las cenizas del que su familia había jurado proteger hacía más de un siglo. No tendré otra oportunidad, pensó, y lanzó su antorcha hacia la construcción, con toda la fuerza que quedaba en su cuerpo. No fue suficiente: la antorcha cayó a varios metros del lugar, y los cristianos no tardaron en apagar ese fuego tan pequeño, tan miserable como su vida.
Estaba condenado. Tómas lo sabía. Ahí, en esa construcción de madera, no había un dios. Solo estaba un borracho, esperando la congregación de un montón de ovejas cada siete días. Debía terminar con ello. Nunca fue lo que quiso de su vida, si es que aún podía llamársele así. Cogió el vaso que había dejado junto al altar y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la cruz en la pared. Tomó el encendedor en su bolsillo y una pequeña llama iluminó su mirada. Lo dejó caer sobre el líquido y la madera comenzó a arder.
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Archivo por meses: noviembre 2009
‘Todos los fuegos el fuego’ de Julio Cortázar
Gritando una orden, el procónsul empuja a Irene siempre de espaldas e inmóvil. “Pronto, antes de que se amontonen en la galería baja”, grita Licas precipitándose delante de su mujer. Irene es la primera que huele el aceite hirviendo, el incendio de los depósitos subterráneos; atrás, el velario cae cobre las espaldas de los que pugnan por abrirse paso en una masa de cuerpos confundidos que obstruyen las galerías demasiado estrechas. Los hay que saltan a la arena por centenares, buscando otras salidas, pero el humo del aceite borra las imágenes, un jirón de tela flota en el extremo de las llamas y cae sobre el procónsul antes de que pueda guarecerse en el pasaje que lleva a la galería imperial. Irene se vuelve al oír su grito, le arranca la tela chamuscada tomándola con dos dedos, delicadamente. “No podremos salir”, dice, “están amontonados ahí abajo como animales”. Entonces Sonia grita, queriendo desatarse del brazo ardiente que la envuelve desde el sueño, y su primer alarido se confunde con el de Roland que inútilmente quiere enderezarse, ahogado por el humo negro. Todavía gritan, cada vez más débilmente, cuando el carro de bomberos entra a toda máquina por la calle atestada de curiosos. “Es en el décimo piso”, dice el teniente. “Va a ser duro, hay viento del norte. Vamos”.
Julio Cortázar (1914-1984), uno de los renovadores de la narrativa argentina de los años sesenta y una de las grandes voces de la narrativa moderna latinoamericana materializa, en “Todos los fuegos el fuego” una de las estrategias típicas de la narrativa contemporánea, sea literaria o cinematográfica: el montaje de secuencias narrativas en paralelo. Los tallerista presentan a continuacíón sus ensayos sobre esta técnica. Sigue leyendo
S/T por Chiara Patsias
Por qué me dijo eso? Que ya está preparada? Y yo como imbécil le dije que también estoy preparado. Más huevón. Y ahora como me salgo de esta huevada. Justo me viene con esas, justo ahora. Soy un estúpido, ni siquiera puedo mirarla, menos besarla, qué chucha me la voy a poder tirar pues. Pero no puedo terminarle, de ahí todo el mundo sospecha. Ni cagando quiero que sospechen, sino todos van a estar hablando cosas y fácil mi viejo se entera. Puta y si se entera? No, no, no pasa nada. Si sigo con Luciana las cosas seguirán igual. Ya tranquilo. Pero no me la quiero tirar, qué pasa si de ahí Agustín se molesta? Fácil después no me va a querer seguir viendo, y yo lo quiero de verdad, es lo único bueno que me ha pasado en este mundo de mierda. Maldita sea, no puedo tirarme a Luciana. Encima tengo que ir ahorita a su casa, que no hay nadie. Pero qué hago, tendré que ir nomás. Ya veré qué le digo a Agustín, fácil le escribo un poema. Puta madre, cada vez estoy más cerca a su casa. Me está esperando en la puerta, la perrademierda. Qué le digo para safarme de esta. No quiero que me bese me das asco Luciana me das asco saca tu lengua de mí deja de tocarme me das asco me das asco suéltame Agustín Agustín piensa en él y te olvidas de lo demás Agustín Luciana suéltame no quiero entrar en ti puta Agustín. Por fin se quedó dormida. Me doy asco. Agustín. Sigue leyendo
S/T por Myriam Gómez
Quiero.. ¿Qué tendría que decirle? Qué se supone… y ahí está la luna. No, esa no es. El foco amarillo de poste orinado. Creí que estaría y no hay luna. El foco, digo. Mah, ¿qué…? Como sea.
No puedo. Quiero, pero no… Maldita. ¡No puedo! ¡No puedo! Siempre me dice que no diga que no puedo, ¡pero no puedo no decir que no puedo! Cabeza arde y ya quiero agarrar a patadas la pared, que maldita, maldita, maldita, maldita…Y la puerta. La puerta con el vidriecito azul. Que si la agarro a puñetazos me arruino la mano y todo queda bien, porque entonces la mano hace juego con la cara, ¿no?
Tranquilo, me dijo.
Pobre. No entiendo cómo todavía me cree.
Hasta es gracioso. ¡Ay, pobrecita, mi mamá! Pobre, pobre. ¿Acaso yo la obligué a algo? Yo nada. Ella sí. Ella sabía. En el fondo sabía. Supo. Siempre sabe. Igual si entro voy a morir. Ella no, ella va a llorar pero no va a hacer nada.
El foco está brillando mucho. Está brillante. Mucho. ¿A mí qué me importa? Ah, qué te importa, ¿eh? Cállate, déjame pensar. YA no tiembles. ¿Qué vas a hacer? ¿Ponerte a llorar? ¿Dónde vamos a ir? Igual si llegas mañana te van a matar. Igual vas a morir, hoy, mañana, dentro de… cuando tenga cien años… cuando tenga… ¿doscientos? ¡Cobarde! Entra, tarado. Y si te matan que te maten, que ya estás medio muerto. ¿Qué vas a decir, ah? Que no pasó nada. Que… me caí, que me llevaron al hospital… ¿Y cómo salí de la casa? Ah, mira. Me… eh… ¿raptaron? Entraron por la ventana y me llevaron, y… Ah, pero antes me amarraron, rompieron el vidrio, me lanzaron a la calle y me obligaron a ir. Y luego me metieron… Ah, no. Antes me rompieron la cara.¡Claro, pues! Me querían llevar, y yo no quería, y por eso me agarraron a patadas. Oye, ¿y entonces por qué las heridas están frescas? Miente bien, pues idiota. Ah, ¿sí? Ven tú y cháncate el ojo hasta que quede como el mío, imbécil, a ver si después de eso puedes pensar bien.
…
Y…
Y me sacaron de la casa. A la fuerza. Me pegaron dos veces, antes y después. Me pegaron de a quince contra uno, quince negros enormes medio sádicos vampiros caníbales que me agarraron a palos nomás pa` saber cómo me veía. Ah, ¿y por qué no les respondiste? ¿No dices siempre que no importa si vienen de a cincuenta, tú les sacas la mugre? AH, NO, es que yo soy tan BUEEENO, que no les quise…
Cállate, imbécil, y piensa.
Creo que ya ni puedes pensar, ¿no? ¿Qué te ha hecho el tarado ése, maldito? Imbécil.
Si sale el sol… No. Voy a quedarme aquí toda la vida. No puedo ir a ninguna parte.
Creo que voy a…
Tururú… tururú… ¿Por qué no llamo por fono? Quizá… Prefiero que me maten por teléfono.
Creo que…
Voy a vomitar…
(Vomita con mucho asco).
Odio vomitar. ¡Y ni siquiera he tomado nada! La vida es tan injusta. Nada. Sólo la partida de cara. Es todo. La súper sacada de mugre en las escaleras vino gratis. Y el Ay, mira, ese borracho me está fregando mi fiesta también estuvo re-contra bien, ¿no? Re-contra. A mí qué tu fiesta, ¡a mí qué! Ni me dieron tiempo de hacer nada, estúpida.
Tranquilo. No queremos…
Qué? Vomitar?
Vomitar? De nuevo no. El terno está bien fregado. Ya fue el asunto.
¡El pensamiento y la cabeza y el ojo maldito! El maldito ojo! Y mi mamá llorando hasta mañana, seguro, hasta la tarde de mañana, llorando y… qué le voy a hacer… eh, decir. Seguro ya ni me va a… me duele todo pero eso ya…
Suspiro. Ay,¿ de qué suspiras, mi amor?
¿De qué más voy a suspirar, tarada? Suspiro porque puedo respirar. Ni siquiera fue por ti. Me peleé porque quise y ya. Tenía ganas de que me rompieran la cara. Y bien rota, mi amor. Bien rota. Y luego Ay, imbécil, estás re-feo, no me llames. No me llames! Ay, sí, no te voy a llamar.
Ah, no.
No! Ella no me diría eso. Qué tal… Eh, Mi amor… ¿Por qué me tiene que llamar así? ¿Qué? ¿No tengo nombre?
(TUM. Dentro de la casa hay un ruido fuerte)
Ay, sí que tengo nombre. Y ya ahora me lo van a decir. Sí, tengo. Tengo. Preferiría no. No tenerlo.
Maldita sea! Cobarde, ¿te vas a correr? Le has sacado sangre a un tipo de cien kilos y te corres por…?
(El vidrio azul de la puerta se ilumina. Alguien ha encendido la luz del pasillo que da a la puerta principal).
La muerte.
Manos. Manos. ¿Dónde están mis manos? ¿Dónde están mis pies? ¿Dónde…? Yo…
(La puerta se abre). ¿Qué florcitas quieres en tu tumba, mi amor?
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S/T por Paola Chacaltana
Estás ahí durmiendo y todo parece extremadamente confuso. No. ¿Qué mierda estoy haciendo? ¿Qué hago acá? Si tan solo no te hubiera pedido que me acompañaras… fueron tus ojos grises. Me cautivaron, ahora no sé quién soy. Fueron tus palabras sinceras, cuando decías que todo estaba bien, que ni la marihuana, ni la universidad, ni la perra de Cecilia me podían derrotar. Que yo soy fuerte. Que camináramos juntos un rato. ¡Cómo mentías! Pero como te creí. Quisiera tener 6 años y seguir jugando los domingos en la casa de mis abuelos…monopolio, ludo, ajedrez. Cuando todavía creían en mí. ¿Quién soy ahora? Dijiste que no pasaba nada cuando el mundo se destruía. ¡Bang! Juro que escuché como se abrió la tierra anoche, aquí en tu casa. Tu cuarto. Un hueco. Tres huecos, cien huecos. Oscuros. Y mi cuerpo. Los gritos y el miedo. Eras mi amigo. ¿Qué cambió? No tomamos nada. No nada, nada carajo. Nada. Yo no pedí que pasara esto. Y Sigues ahí. Quiero que te largues, pero no quiero no verte. Sentir tu cuerpo. ¿Qué después? Soy un rosquete. Marica. Qué club Regatas, qué carrera seria, qué casa de playa en Ancón. Maricón. Y lloro puta madre. Lloro. Porque ningún rosquete de mierda llega a ningún lado. Lo dijo mi viejo. Lo digo yo. ¿Yo? Veo tu cuerpo y el mío. ¡Qué asco! Fue el miedo ¿no? Tuve miedo y te aprovechaste. Quiero ver a Cecilia, decirle que la amo. No me dejes Cecilia. Soy un hombre de verdad. Olvidar. Si, olvidar que esto existió. Que nunca exististe Pancho. Que jamás llegamos a esto. Los dos juntos. Que nunca pensé que te quedaban bien los rulos. Olías bien. Perfume caro. Así cualquiera te hace caso. Y el gris. Gris el cielo de Lima. Grises tus ojos. Tú: paciencia infinita. Miedo y culpa. Me duele el cuerpo. Me dueles tu Pancho, maldita sea. Y es la culpa de todos Pancho. Miedo. Sí, tengo miedo. No quiero que te vayas, no sonrías como lo estás haciendo. ¿Acaso no ves? Quiero morir. Tus manos se acercan. No me toques… no… miedo. Miedo. Tu sonrisa, puta madre. El club Regatas… perdón viejo… miedo. Gris. Me encanta. Sigue leyendo
‘Matarreyes’ por Sebastián León
Tan accidentado, un terreno tan cansado patas enormes que pueden triturar la roca y cambiar todo el paisaje y tan accidentado, estoy agotado, pero debo mantenerme fuerte, debo recuperar las fuerzas, comer, descansar, aferrar con fuerza esta espada que no es como cualquiera, me lo dijo el brujo, aquél hombre viejo de manos febriles mirando en su caldero y leyéndome la palma, qué olor tan repugnante el de su choza, seguramente como el olor que ahora mismo viene de las entrañas de la montaña, unas cuevas tan oscuras, tan cavernosas, tengo que detenerme un momento, comer, descansar, debo recuperar las fuerzas un momento pero esta espada, esta espada que no es como cualquiera, que tiene nombre propio, Matarreyes, así se llama, qué nombre, tan cruento, y pensar en matar a la criatura, yo podría ahora mismo estar las cabras, los rebaños, qué paz, qué tranquilidad, me duele todo el cuerpo, dioses. ¿Y en qué estará pensando esa chica, la del cabello de fuego? Fuego, fuego y sangre a montones y escamas como enormes y duras como placas de armadura, ¿qué es todo esto? Me detengo, ya no doy más, un momento, un poco de aire, tengo que estirar las piernas, todos los demás músculos, la espada, la sopeso, hender el aire, si se encontrara con una hoja de otoño en su camino seguramente la cortaría mi carne con sus garras enormes, me masticará sin piedad, dioses, ¿en qué es lo que me he metido? Y todo culpa de ese mago apestoso, un viejo que comulga con deidades olvidadas y demonios supersticiones, la gente está llena de supersticiones, pero aquí está el monstruo, ¿verdad? Aquí en esta montaña a tan solo unos pocos minutos, el olor de la carne chamuscada llega me pica la nariz, me pica toda la cara, el cuerpo, pero no puedo rascarme, la cota de malla, como pesa, como pesa, y la espada, la espada prácticamente me arrastra, Matarreyes, ¿cuál será su historia? Dicen que su madre vino de las tribus de más allá del río, esa guerra, a penas un niño, ese cabello como ningún otro, sus ojos, ojos en los que no me importaría perderme, perderme y nunca volver, nadie lo sabrá nunca, pude haber muerto luchando, la criatura ha matado a tantos, tantos, Matarreyes, ¿si no la encuentran? ¿También se la comió la bestia? Clava la espada, dijo el viejo, y morirá el dragón. El dragón, tan alto y poderoso como estas rocas, bolas de fuego inclemente, el sol, la armadura, el cansancio, cómo es posible, cómo. Y la muchacha, ¡la muchacha! Imagina que lo logras. Imagina que lo logras, no podrá negarse, tendrán muchísimos hijos, serás el líder de la aldea, te aclamarán, clamarán ¿QUÉ ES ESO? Dioses, ¿qué ha sido eso? Un rugido, aferro la espada fuerte pero estoy tan cansado, me duelen los huesos el sudor sobre mi frente pero ¿si lo mato? Si lo mato cantarán mis hazañas pero qué rugido más espantoso, ¿sabe que estoy aquí? ¿Cómo me lo enfrento despierto? Estará dormido, dijiste, desgraciado, viejo bastardo, agárralo por sorpresa, Matarreyes atravesará su nuca, le robará la vida despierto es imposible, una bestia como aquella, un dragón, un avatar del fuego y de la roca si clavo la espada ahora mismo en las rocas de esta montaña y corro, corro lejos me alcanzará de todas formas, la tierra tiembla, por los dioses, todo se mueve todo se mueve y tengo que mantenerme de pie y qué pensaría esa chica si me viera, Astrid, ¿qué es todo esto? Yo no soy un cobarde, aferro la espada, el sudor sobre mi frente pero tantas ganas si le clavo la espada y ya le veo, batiendo las alas, tendría que haber estado dormido, tendría que haberme deslizado entre las sombras, nada de correr, sin correr, ser valiente y entre las sombras, sin ser escuchado, clavar la espada entre sus hombros, qué valiente matando al monstruo en su sueño, no, ¡no! Así debió ser desde el principio viejo brujo cobarde, si eres un hechicero tan poderoso ¿donde estás ahora? A ver pues monstruo, vuela, muévete, somos tú y yo, Matarreyes, ¿y si me viera mi padre? El jefe de la aldea, estaría tan orgulloso, ¡una muerte digna! Es lo que todo varón esforzado desea y si tan solo las cabras, los rebaños, sentado sobre las rocas, tanta paz, y ahora el sudor sobre mi frente y la espada que me jala, me impulsa y ya está tan cerca las alas baten y abre la boca enorme y qué calor dios mío, y el sol en lo alto no veo nada ¿por qué se llama Matarreyes? Nunca me lo dijo este anciano qué es lo que está pasando, no veo nada, el sol, el sol, tan arriba, arriba, todo tan rojo como Astrid y la guerra, los hombres del otro lado del río, corre, corre, corre, salta, salta tan lejos como puedas, entre las rocas, dragón, el dragónfuego, ¡te alcanza… ! Sigue leyendo
S/T por Jorge Cerna
No subió la apuesta. No entiendo. Inició elevando la apuesta casi cinco veces la ciega, después de un aumento en el segundo turno y luego de que cinco paguemos para jugar la mano. Quería llevarse el pozo sin jugar y casi lo logra. El flop es alto. Con una K en mano ya tengo el trío. Pero elevó demasiado y antes de empezar, como si su mano ya estuviera resuelta. Quizá ya tenía un par en mano. Uno no muy alto. Los Ases. Por qué no sigues apostando. No. Sólo elevó con números altos esperando el flop. Está esperando. Maldito cabrón deja de mirarme. De todos modos la J y la K de diamantes abren la posibilidad de color. Mierda mi whisky está caliente –check. Obviamente coges tus fichas. Si no aumentas y yo vuelvo a pasar echas a perder tu posible gran mano. Proyecto a color de seguro –raise. El turn no cambia nada. El proyecto a escalera quizá siga en pie para él. No tiene nada aún. Si consigue el color o la escalera mi trío se jode. Diamante. Diamante. Va pagar. El river me ama –check. Aumenta. Aumenta. Aumenta. Ese 10 de diamantes es su color o su escalera, que chucha. Ese 10 es mi full house –All in. Sólo paga. Si ya llegaste hasta acá. Paga gringo. Nunca me complació tanto escuchar call. Así es caballeros, full… ¡qué! ¡Cabrón de mierda! ¡¿Cómo puede tener la Q y el 9 de diamantes…?! Sigue leyendo
S/T por Vanessa Castro
Corre. Corre. ¿Dónde están los demás? No te detengas ¿Los habrán alcanzado? Corre. No bajes la velocidad ¿Si los chaparon? ¿Vuelvo? No seas y sigue corriendo. Los chaparon. ¿Qué hago? Corre. Vuelve. Corre. Vuelve. ¿Vuelvo? ¿Y el dinero? Vuelvo
-Bsum.
¡Corre! ¿Qué mierda fue eso? ¿Balas? Mierda. Mierda. Mierda. ¿Dónde voy? ¿Dónde estoy? Izquierda. Derecha. ¿Izquierda? ¿Derecha?
-Bsum. Bsum. Bsum.
Derecha. Corre. Te detienes y te atrapan. Te atrapan y te jodiste. Bajas la velocidad y te da una bala. Corre. Corre. Casa verde. La casa de Karina. La casa de Karina es la verde. Dos cuadran más y llegas a la Av. San Luís. ¿Izquierda? Izquierda. De ahí al parque de Miguel. Al parque de Miguel. Al pampón vacío. Llegar al pampón vacío. ¿Siguen detrás de ti? No revises. No te detengas. ¿Y los demás? Jaime tenía la plata. Si no lo cogieron se fue con ella. Al pampón. ¿Dónde está San Luís? Mierda. ¿Me perdí? Me perdí. No de frente nomás. ¿Qué fue eso? ¿Son sirenas? No voltees. No voltees.
-Bsum.
¿Por qué mierda volteas? Corre nomás. El parque. Ahí esta el parque. Llegaste. El pampón. A saltar el muro. ¿Que mierda? ¿Esta inundado el parque? Esta morado el piso. Rojo. Sangre. En tu zapato. En mi zapato. Me chapó una bala. Mierda. Corre. Falta poco. Sube el muro. Mierda. Me cagaron la pierna. ¿Cómo me trepo el muro? Trepa. No te queda otro. Manos. Brazos. Jalar. Pierna. Cuerpo. Sobre el muro. Llegue. ¡Llegue! Mierda mi pierna. Rojo. ¿Qué fue eso? Algo se movió. Corre. No puedes. Dolor. Puñal. Bolsillo izquierdo. Ya la cagaste.
-¿Pancho?
-¿Jaime?
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‘A todo pulmón’ por Camilo Clavijo
Susan ¡piensa!, ¡piensa! Demuéstrate, a ti y a todos esos cholos ignorantes, de lo que eres capaz, eres ingeniosa, inteligente y muy despierta, porque decir pendeja no va contigo, ¡vamos! algo tiene que salir. Esto me pasa por traer una muestra de primer mundo a este país atrasado y sucio, por gusto la traje, ni van a verla, y de ahí se quejan esos cholos ignorantes, ¡malagradecidos! bueno, puse la muestra en Camacho para que la gente de mi nivel vaya, pero ¡la muestra no se llena! y los cholos esos de Ate ni se interesan por educarse aunque sea un poquitín, por esos están así esos. ¡Piensa, piensa! un cigarro ayudará. Ya ni siquiera tengo dinero para poner publicidad y no voy a agarrar nada de mis ahorros para mi viajecito a Europa, ¡ni loca! ¿cómo hago, cómo? voy a decepcionar a los gringos y no me van a querer renovarme la visa. Y ¿si bajo las entradas? no, no quiero perder. Ya no quiero otro cigarro, mis pulmones están muy maltrechos y así no podré disfrutar el viajecito que me espera. ¡Hay, que estrés! y en un ratito va a llegar Juan Antonio y me va a volver loca con ese claxon que no deja de sonar, ¡carajo! ni que me demorara mucho arreglándome, que más quiere que me pongo bonita para él. Y ¿si voy a los colegios a obligar a los maestros a que lleven a sus estudiantes? no, Susan, tu no estás para esas cosas y además queda poco tiempo. Tiene que ser algo que llame la atención de todos y los medios me tienen que ayudar. Y si digo que se robaron una parte de la muestra y que la necesito urgente y que voy a ofrecer una recompensa y me pongo a llorar y me muestro muy disgustada y voy a la policía y me entrevistan los medios y así la gente vendrá y venderé entradas y los gringos sonsos me amarán, hay pero no les mencionaré ni una palabra de esto a esos gringos que se creen muy honestos. ¡Eres una genio Susan! ¡lo tengo! voy a hacer como si se hubieran robado un órgano, a ver cual, cual, ¡un pulmón! hay te amo Susan, eres una diosa, siempre lo supe. Si, diré eso. Se robaron un pulmón de la muestra y denunciaré el hecho y los agarraré de cholitos a todos jajaja, hay no te rías así, si, y le echaré la culpa a los colegiales y diré que espero que haya sido una palomillada y diré que estoy muy decepcionada del Perú y, en especial, de su gente y de esos cholos que manchan el nombre del Perú y son ignorantes y no compran mis entradas y ahora si venderé todo y ganaré y, no, no, no digas pendeja, hay, pero lo soy. Sigue leyendo
‘Papá’ por Jackeline Velarde
No, Dios mío, ¿sangre?, carajo viejo, no, tengo que hacer algo ¿quién fue el conchasumadre?, calma, sangre, cuerpo, putamadre, viejo, ¿lo levanto?, no, no, tranquilo, no respira, viejo, no, ¿mi mamá?, putamadre, ¿por qué?, levántate viejo, la alfombra, la sangre, miedo, miedo, pena, ¿qué hago?, las llaves del carro, el teléfono, suena, suena, sueña, anoche soñé con él, sí, en el club estábamos, en la piscina, habían de esos pajaritos de colores que dicen cu cu lí y jugábamos fútbol y luego a la piscina, en esos tiempos… su cara, no se mueve, tiene que decirme algo, no, no, no, mejor no, sí, viejito, por favor, ventana, puerta, no me voy, teléfono 246, no, no, 26471, no, mejor corto, carajo, ¡papá!… las chelitas de los domingos con mi viejo, ¿qué voy a hacer?, las lágrimas, la camisa, la camisa de mi viejo, ya no lloro, ya no lloro, la ambulancia, no, se ha muerto, carajo, se ha muerto, cuando cumplí trece, mi viejo y su carro azul, putamadre, pesa, al patio, afuera, afuera, nadie va a ver, nadie va a ver, no, ya no lloro, ya no lloro, ¿por qué?, ahora, mi mamá, carajo, Cecilia, se van a poner mal, ¿quién fue el hijo de puta?, mis manos, no, no, mis manos, carajo, el cuchillo, viejito, yo no lo hice, yo no lo hice… Sigue leyendo