‘El amuleto’ por Francisco Serrano

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¿Si o no Carlitos? Tu enferma predilección hacia las fotos es incomparable. Foto a la señora, foto a su amiga también. Foto a la pareja y al traserazo que se manda la ‘chamita’ esa ¿no tendrá más de 14, verdad? Tremendas cinturas, desbordantes nalgas e hipnotizantes caderas has plasmado para la eternidad. ¡Ni Playboy puede hacerte competencia!

Sacas cada foto con el ojo de tu abdomen, que siempre está cubierto con tu polo de siempre, el negro ese. Te arrodillas solo si es necesario, creo que por eso tus jeans no dan pena. Pelo corto, pues si es largo además de distraer, llama mucho la atención. Y una linda nariz respingada, intacta a pesar de tantas broncas con pandillas…

Limpio loco, hay que estar limpio; a las flacas no les gustan los pobres, sino los que tienen su carro, con asientos de cuero como regla general y su reloj de oro si es posible. Como tu imbécil, a ti te envidian y fanfarroneas al respecto. No eres un maricón que camina en la pista, te pegas a la pared y apenas sientes que te quieren meter la mano… ¡Zas! Tu brazo musculoso irrumpe en el rostro de quien te quiera ‘chorear’ ¿Qué útil es tu manopla, no?

Ay Carlitos, mañoso por naturaleza, como has crecido en este mundo pueril, donde las protagonistas varían constantemente e, incluso, a algunas nunca se les conocerá el nombre ¿Cuándo te cagaste loco? ¿Cuándo te violó tu papá a falta de ‘jerma’? ¿Cuándo te devoraste a 5 en una noche? ¿O cuándo recibiste tu primera paga por aportar al negocio? Muchos dicen que todo fue un dominó, pero tu sabes la verdad enfermito, tu sabes que lo último fue lo que de verdad te disfrutaste a gusto. Eres único en el negocio Carlitos, solo tu la haces linda, sin riesgo de que nos demanden. ¡Cómo cambian los tiempos, mi enfermito! Lo que antes costaba una vida encontrar, ahora tu solo las miras, les hablas, las llevas al ‘telo’ con tu cámara en mano y ya está. 2000 mangos o más al bolsillo. Tus ‘cachuelos’ si venden loquito.

Escucha tu celular, creo que hay una llamada para ti. Bah… ¿Otra vez al Café Piccolo? Si lo sé loquito, te encanta ir allá, ahí te levantas a cualquiera además de que todas están para darle. Pero es Miraflores loco, es un barrio de puro pituco y lo sabes, llaman a un tombo y te cagan en una, ahí no todos son tarados como las ‘chamitas’ que te levantas en Niza. El dinero les vacía lo poco de cerebro que tienen, pero no les quita la codicia y avaricia de su mente.

Encima ese café, por Dios, mejor que te lo sirvan en cuchara; yo sé hermano, tu tienes plata y tienes que hacerte ver con plata, por eso, por tu complejo de agrandado, te haces el bacán y tomas la cucharita con asa.

Estamos en plena Pardo, casi llegando al Parque Kennedy. Muchas chiquillas admirando la comida chatarra. Te da una repugnancia inmensa al verlas comer esas porquerías ¿No Carlos? Te gustan las bien cuidadas, que no abusen de sus antojos. Sin embargo, si se trata de placer, que lo exploten siempre frente a la cámara, lo caseritos te reclaman a cada segundo mal grabado.

Bueno, ya llegamos, el ‘Pepe’ quiere que nos esmeremos en este trabajo, que saquemos la aguja del pajar. ¿Siempre nos manda de polizontes no? Un trabajito aquí, un cachuelito por allá, ya nos agota el bruto ese, pero es el que nos paga y no tenemos alternativa cholo, a seguir como obrero hasta que el payaso ese caiga de una vez ¿Y tú? ¿Que piensas? Ni con el jefe ni con la plebe, solo haces tu chamba lo mejor que se pueda, si bien eres el preferido de la zona, te esfuerzas a cada momento como si fuese el ultimo video, la última foto… ¿No te cansas?

Ni bien nos hemos estacionado en pleno Benavides con Larco, una ‘chamita’ ha salido corriendo y llorando del café de la esquina ‘Se ha peleado con su flaco’, dijiste en un murmullo. ‘¡Es la oportunidad!’ Exclamaste mentalmente.

La cogiste. Ella no ofreció resistencia. Te sorprendió que no gritara, pero igual la empujaste hacia el carro para que entre rápido, muy concurrida es esa zona.. Era un tenue atardecer manchado de rojo, y tu tez morena se veía mas oscura que de costumbre. Mientras pisabas el acelerador hasta el fondo, haciendo cambios de primera a quinta en 10 segundos, miré por el espejo retrovisor. El flaco nos maldecía y se guardaba algo en uno de los bolsillos. ‘Debe ser la manopla’, dije, ‘la que siempre llevas contigo’, pero nunca me escuchaste.

Seguimos la rutina de siempre, solo que sin el preludio de gritos. Ya sabes loquito, cuando caminamos hacia el cuarto y forcejean con sus cuerpitos tan delicados. Apenas las lanzamos a la cama gritamos antes que ellas, como signo de autoridad. Los mejores hostales son los de avenidas concurridas, ahí cualquier grito es ahogado por el tránsito. Eso sí, cuestan un ojo de la cara, pero como te conocen te dejan el cuarto a mitad de precio.

Ascensor, último piso. Pasillo. Cuarto con las ventanas bien cerradas y las cortinas corridas, así ni el mejor ‘paparazzi’ nos caga. No hemos necesitado una charlita inicial para ablandarla, ella solita se ha ofrecido. Con sus exuberantes pechos, bien erguidos por cierto. Su cintura es ideal. Su cabello es ondulado en las puntas, castaño en su totalidad, una nariz recta y un trasero que mata cualquier pensamiento que no sea erótico.

– Esta trigueñita nos va a dar una buena paga de placer… Menuda perra nos ha tocado loco –pensabas.

Parece que es su primera vez, pues le ha dolido mucho cuando le metiste el dedo. ‘Pepe’ nos pagará una fortuna por el material o sino un plomazo atravesará su cráneo, eso si es que tiene suerte. Ya antes de tocar la cama estaba mojada. ¿Qué le habrá pasado? ‘Que chucha’, dices, ‘el tiempo es oro y no me pagan por analizar los contextos.’

¿Esos movimientos los aprendiste en Ecuador, no loco? Ahí debutaste a los 10 creo, cuando recién conocías a parodi. Ahora vas a tocar los 30 y sigues, pobre próstata. No tengo cáncer. ¿Y el SIDA? Por eso las prefiero jóvenes, algunas son cacherasas, pero yo sé identificar a las que apenas han probado. Aparte, atracan más rápido de lo que piensas. Dices todo esto siendo fiel a tu estilo, con tu video grabadora en la mano, desde tu perspectiva para que todos te puteen por lo suertudo que resultaste este día. Ya lo editarás más tarde, para que hasta el mismo ‘Pepe’ se masturbe al verlo. Luego de fotografiar, tanto con tus ojos y el lente, guardaste la cámara en seguida, todo sale perfecto hoy.

Media hora ya ha pasado y recién te vaciaste dentro. Consideras que ya es suficiente, no puedes esperar a que el ‘Pepe’ te felicite. Guardas la filmadora en tu mochila Adedas, conseguida a 10 lucas en Polvos. Te sientes realizado, hacía tanto tiempo que nos disfrutabas tanto, tanto como tu primera vez. Para que la chibola no joda después le has dejado la píldora y una botella de agua, además del sedante que corre por sus venas y arterias. Te guardaste el más fuerte de los narcóticos; en medio de esta noche podrás encontrar a otra ‘chamita’ a quien levantarte, y si no hay, pues a una señora no muy vieja, que más da.

Apenas has tocado la vereda sentiste alguien detrás, alguien que tenía esa aura asesina. No tuviste miedo, de hecho ni siquiera sabías quien era ese chato. En un chispazo de lucidez recordaste que era el flaco de la desvirgada del último piso. El otro loco se parece mucho a ti, solo en el vestuario, tu tienes un terno que te hacer ver todo un ejecutivo. Él, en cambio, lleva un zarrapastroso uniforme escolar de algún colegio privado, creo que dice SM en su insignia, con una cruz roja y los demás azul, todo encerrado en un escudo.

Pelo largo, se la da de valiente por romper reglas estúpidas, como las del colegio. Le pongo un metro ochenta de estatura (tu eres más alto que él, tranquilo), a duras penas tiene músculo en cada pierna. Buscas tu manopla en el bolsillo derecho… Chamare… ¿En qué momento se cayó?… La respuesta estaba en frente suyo. A aquel chico le brillaban los ojos, como fuego en plena oscuridad. De su bolsillo izquierdo sacó una daga y del otro una manopla. Carlitos, admítelo, te measte de miedo por un momento. La tola la tenías en la maletera, y el chico era un obstáculo entre tu y el auto. Como nos cagaron Carlitos.

Era un niñato, pero tiene el mismo carácter que tu cuando tenias su edad, temerario e insolente. Te gritó puras cojudeces, pero de tanto ruido salió algo interesante de su boca. Se la quitaste Carlitos, pero no se quejaba por el amor que sentía hacia ella, ‘¡Que amor ni que mierda!’, te grito. Tu le habías arruinado todo, la estaba trabajando para poder grabarlo, para poder subirlo a la red o ‘quemarlo’ para después venderlo. Tiene tu misma visión, cholo, esa visión donde un punto es nítido y lo demás difuso. Se encontraba no muy lejos de nosotros, un cigarrillo de distancia, un poco menos. Empero, su voz era potente, dirigida y hasta temible. Aún así no te dejaste amedrentar por ese chato, defender tu trabajo era la prioridad.

No te acercas, su puñal se ve bien afilado. En cuanto al puñal, es un poco pesado, así que pronto se le cansará el brazo. Estas a medio cigarro de distancia, pero por la manera que prepara carrera, pronto estarás a una bocanada de humo de morir si no te concentras. Se ha alejado. Apenas llega a la segunda casa de la esquina, la que esta al costado del hostal, ha vuelto su cuerpo para tacarte. En medio de su ataque berserker has logrado coger su brazo con el puñal, pero no pudiste con la manopla y te lanzó al suelo. Ese enfermo seguía maldiciéndote, a cada golpe, a cada moretón que te dejaba en el rostro. El puñal seguía sin tocar tu epidermis, sin siquiera acariciarla.

Era otro enfermo sexual como tu, solo que él lo hacía porque lo gozaba más, no le importaba el dinero, pensaba que se sacaba de los árboles, como tu de pequeño. En un momento, pensaste en patearle los huevos y correr hacia el auto, en deshacerte del lujo del orgullo e irte de una vez al Callao y empezar a editar. Creo que se dio cuenta de tu intento de huir, por eso te apuñaló por la espalda… ¡Ese grito de dolor jamás lo olvidaré enfermito! Fue desgarrador, tétrico. Fue un chillido que derrumbó el silencio de la noche, fue el zanjar de carnes más espantoso que sentiste. Atravesó el pulmón y recorrió el vacío de ese par de costillas, sin piedad, como si fueras un pollo. Sentiste la sangre salir por tu boca. El chibolo no sabía qué hacer y piensa en irse corriendo.

Ha comenzado la lluvia, Carlitos. No quieres morir, te niegas a morir….

Duele como mierda, duele más que cuando tu vieja de dejó abandonado, que cuando viste a tu flaca mientras la violaban. Eso es, no quieres sufrir más. Al chibolo, antes de irse, le gritaste que se quede con la mochila, y que comience un negocio. Ojala haya entendido, ojala te haya escuchado. ‘Hay muchas ‘jermas’, el mercado está abierto para ti, tienes lo que yo no tengo, esa ambición, esa seducción…. Lo mío es la violación… pero tu la vas a hacer linda loco, vas a tener mas plata que yo…’, le decías entre jadeos, entre vómitos de sangre. El chispeo de las primeras gotas empezó a empapar tu camisa mientras le decías…

Fue todo muy rápido, no tuviste tiempo para decirme adiós. Si, me debes todas esas noches de lujuria que tanto disfrutaste, a todas esas mujeres que cayeron ante tus dones. Ahora que te desangras inconciente en medio de la vereda, antes que tu cerebro se apague, junto conmigo, al menos alégrate no morirás solo, me tienes a mi. ¿Si o no Carlitos?

Puntuación: 4.50 / Votos: 2

2 pensamientos en “‘El amuleto’ por Francisco Serrano

  1. Anónimo

    Es curioso, pues llegue a un punto donde no sabia como dejar en claro quien era el que hablaba y como terminaba con la historia, hasta que, como bien dices, decidi que esa incognita sea parte del cuento.

    Responder

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