Anael fue el primero en abrir los ojos aquel día. La mañana, nublada y húmeda, inexplicablemente lo habían puesto de un muy buen humor. Sabía que Luís aún dormía, así que decidió no llamarlo y extender su sueño un poco más. Se cambió con rapidez e ingirió por cumplirle a su cuerpo una taza de café a la volada. Un poco de agua en el cabello, sacudirlo y salir sin apuro del apartamento. Hacía mucho tiempo que Anael no se percataba de su alrededor y se sorprendió muchísimo al ver un edificio que decía Café Piccolo, cruzando la esquina. El apartamento de ella no estaba lejos, una cuadra más y lo vería, unos minutos más temprano y la hubiera visto salir apresurada dentro de aquella minifalda negra que él tanto detestaba. Sin embargo, decidió apoyarse en una baranda, encender un cigarrillo y contemplar analíticamente la insulsa ventana del apartamento de la muchacha. Sin quitarle la vista introduce parsimoniosamente el cigarrillo a su boca, inhala con fuerza y lo retiene por un largo rato para, finalmente, dejar salir el humo por sus fosas nasales. Parece ser que la noche de Lola fue de café y televisión a solas. No hay signo de algo con vida allá adentro y es cuando Anael decide seguir su camino. La casa de Luís no está lejos ni cerca y el madrugar le da tiempo para caminar sin apuros y pensar, en la noche y en Lola.
Sus pensamientos divagan en matices de sentir antagónicos y es en aquel profundo análisis que pierde el sentido cronométrico y llega en, él cree, un santiamén a casa de Luís. Doña Frida le abre la puerta sonriente y le dice que Luís aún duerme, pero que lo espere en la sala que lo despertaría en unos minutos. La empleada se acerca para ofrecerle una taza de té, pero él se niega. Lo quisquilloso que era él con el comer ya se lo sabía de memoria la pobre chica, pero por cortesía le ofrecía algo y rogaba en sus adentros que alguna vez le acepte. Anael se preocupaba mucho por su apariencia y casi nunca lo veías ingiriendo algo, su guardarropa era pobre pero él siempre lucía fantástico y cuidaba sus expresiones así como controlaba sus movimientos. Derecho cómo una señorita, espera que su amigo baje por esas escaleras y se dirijan al porche trasero. Luís demoró más de lo esperado, pero a Anael no le importó.
– ¡Hombre! Disculpa la demora, mi sueño ha sido bastante placentero – se acerca a darle un abrazo y camina delante de él en dirección al porche – Julia, dos copas de vino para acompañar nuestra amena conversación – y guiña un ojo a Anael en complicidad. Se sientan en aquella gran silla de cedro que daba la vista hacia un gran descampado verde y Anael comienza a hablar, como siempre:
– El tiempo es nuestro único competidor, mi amigo. Tenemos que ser más ágiles que él, ir en contra de él – lo mira con sigilo y baja el volumen de su voz – Lola está llegando temprano y ojalá que siga viniendo sola. No nos vaya a dar una sorpresa como hace algunas semanas, que andaba metiendo a cualquier muchachita en su apartamento – dice asqueado.
– Ah… ¡Lola! ¡Qué rica qué esta! – Luís muerde sus labios – ¿Has visto esa minifalda suya?
– Sí, la detesto – le contesta cortante.
– Pero no es justo, hombre. La gente bella no merece tal destino, creo yo – dice Luís, pensativo.
– ¡La belleza no es pretexto para detener lo que con tanto esfuerzo hemos logrado! – Le contesta indignado – No vas a dejar que tus alusiones de belleza celestial hacia esa mujerzuela, detengan TODO esto.
– “Lo que tanto hemos logrado”, ¿no? – acerca su rostro al de él y le contesta en burla – Lo que TÚ has logrado, querrás decir…
– No seas humilde, mi amigo – le contesta sonriendo – Mi obra no sería nada sin tu tan afable contribución.
Luís resopla una sonrisa y, oportunamente, llega Julia con las copas y una botella entera para evitar que la vuelvan a solicitar. Lo pone en la mesa de al lado y sirve el liquido en las copas con rapidez, asiente la cabeza y se dirige a la cocina, pero Luís la detiene cogiéndola por el brazo.
– ¿Por qué tanta demora para traer el vino y por qué tanta prisa para servirlo? – La interroga entre risas coquetas – Pareciese que no nos soportas, Julia, ¿es eso?
La muchacha lo mira con los ojos totalmente abiertos por el miedo y no pronuncia palabra alguna.
– ¿Te comió la lengua el ratón, Julita? – Su sonrisa se vuelve perversa y su mirada la penetra sin temor – ¡Jajaja! No estás de humor – dice entre risas y la suelta, por fin.
La muchacha sale disparada a la cocina en silencio bajo la mirada soberbia de Anael.
– ¡Pobre, niña! No la deberías torturar de esa manera – le dice a Luís mientras saborea el vino con finura – Aunque, para serte sincero, me parece tan insulsa y fea.
– Jajaja… ¿A quién le importa eso? Cuando es obediente en muchas cosas – Sonríe altivamente y levanta su copa – Pero, ¿Por qué hablamos de Julia? ¡Brindemos por Lola! – le dice entusiasmado.
– ¡Por Lola! – contesta Anael con un intento de sonrisa en los labios.
El resto de la mañana pasó entre bromas y copas de vino. Su tolerancia al alcohol no era muy alta, así que decidieron dejar de lado la botella y ponerse a planear la que sería una larga noche con Lola.
“Mujer es encontrada desnuda y muerta en un Parque de Long Views.”
“Cadáver de madre de familia es descubierto en un descampado.”
“Una tercera mujer es encontrada muerta cerca de Long Views.”
“Centro Policial especula que muertes podrían provenir de un mismo autor.”
“¡Racha de asesinatos femeninos no se detiene! La policía ha empezado investigaciones al respecto.
Luís leía detenidamente cada titular con una sonrisa en sus labios. Abajo Julia se movía con rapidez para acabar con su trabajo lo más pronto posible.
– Parece ser que nos volvemos famosos por ac… – El éxtasis invadió su cuerpo como una descarga eléctrica y dejó salir su gloria directo a la cara de Julia. La muchacha cogió un paño con rapidez, se limpió y salió de la habitación.
– ¡Perra! – murmuró Luís y dejó caer su cuerpo adormecido sobre la gran cama.
Anael observa con detenimiento la ventana de Lola y se percata que esta no está sola. Una muchachita la acompaña y parecen disfrutar mucho la una de la otra, comer fresas con crema y escuchar a David Bowie en la radio. Y es cuando su hermosa melena rubia se bate al ritmo de la música que Anael percibe ese inconfundible dolor en el pecho. Aquel dolor que lo seguía cuando recordaba a la antigua Lola y cuando predecía el cercano destino de la actual.
– Se lo merece – pensaba – Se lo merece tanto como las demás, creo que hasta lo merece más.
La angustia invadió su cuerpo y la inseguridad lo llenó por completo. Su respiración se agitó y sus manos empezaron a sudar. Anael giró su cuerpo hacía la siguiente esquina y tomó un taxi presuroso a la casa de Luís. Al llegar a esta, entró sin saludar y se dirigió con desesperación a la habitación de Luís. Abrió la puerta sin tocar y la sorpresa hace saltar al dueño del cuarto.
– ¡¿Qué carajos?! – Salta de la cama y lo mira asustado – ¡Joder hombre! Que acá uno no puede descansar ni en su propia habitación – arregla su camisa y le dice tranquilo – ¿Ahora qué pasó?
– Luís no puedo hacerlo. Mi cabeza se llena de imágenes de aquellos estúpidos buenos tiempos con Lola y mi indómito corazón se llena de dolor – se coge la cabeza con desesperación – ¡Me estoy volviendo débil!
Luís camina por la habitación pensativo y busca una cajetilla de cigarrillos en su mesa de noche. Le pide el encendedor a Anael, enciende un cigarrillo sin prisa y le contesta pesimista:
– Te dije que no podríamos…
Los ojos de Anael se inyectaron de odio y rabia. Su respiración se agitó y le soltó grandes gritos en la cara:
– ¡¿Pero, qué carajo estás hablando?! ¿Acaso te volviste loco? – Anael se acerca con los ojos inyectados de locura a Luís y le habla muy de cerca – ¡Esta es nuestra consagración! Es un reto que debemos superar.
– Joder, Anael, pensé que habías decidido dejarlo – le contesta Luís, decepcionado.
Anael inhala para tranquilizarse y junta las palmas de sus manos sobre su boca para pensar. Luís lo contempla callado mientras termina su cigarrillo y empieza a asimilar la idea de ver a su amor platónico convertido en un cadáver congelado por el frío de la intemperie. La imagen que creo de ella, desnuda y gélida, lo hicieron sonreír y pensar de que tal vez no era tan mala idea.
– Estaba semidesnuda y bailando con una muchachita – murmuró – No sé cuánto tiempo más le tomaría acostarse con ella, pero el solo hecho de pensar en aquello te juro que me revuelve el estomago.
– Tú no eres un pan de Dios – le contestó Luís.
– No he dicho eso, mi amigo. Pero es que lo que ella hace no es correcto. ¿Ves todo lo que hemos logrado? Arrancar de la ciudad a estas mujerzuelas que fornican entre ellas. Yo…
– Anael, pero tú…
– Yo las odio, Luís – le contestó devastado – Tan libres, tan felices y tan dispuesta amar sin ataduras ni prejuicios. Yo no sé, Luís, pero todo eso tiene que acabar de una vez…
– Yo solo pido mi parte y prometo buscar un lugar para el cuerpo, como siempre – le contesta Luís, resignado ya, a la idea.
– Hoy, en mi apartamento – murmura – y ya sabes que traer… – le dice mientras se desliza por la puerta.
Luís llega puntual con todo lo que Anael solicitó. Se pasan la tarde sin hablar y esperan que caiga la noche para actuar. Cuando el ocaso se dejó ver, la ventana de Lola parecía vestir un naranja casi rojo. Luís observó aquello dubitativo y fue una hora después, a las 19:00pm, que preguntó:
– ¿Hombre, crees que su sangre sea tan roja como el rojo que vi en su ventana? – Le preguntó curioso – ¡Demonios! Yo creo que sí.
– Yo no sé – le contestó cortante, Anael – Agarra las cosas, Lola ya está en casa.
Y salieron en silencio del apartamento.
20:30pm
El cuerpo inerte de su hermana tirado en el espacioso departamento le supuso un alivio. Luís le había dicho que luchó bruscamente para evitar sus embistes, pero que una mujer nunca sería más fuerte que un hombre así que no pudo evitar su fatal destino en manos del que se proclamaba admirador suyo. Y no evitaría tampoco el que sufriría en manos de su propio hermano. Lola lo miraba con ojos inertes directamente a los suyos, lo miraba con esos grandes y azules ojos inertes. El frío recorrió su cuerpo en un único escalofrío y ordenó con prisa a Luís que se encargara del cuerpo, como siempre. Las manos de Anael estaban manchadas de la negruzca sangre de su hermana, que él comparó con la brea.
– Debe de ser por el color de sus pecados – sentenció en voz baja y se encaminó al lavadero para quitársela toda.
Luís ya se había ido con el cuerpo y a él solo le quedaba arreglar todo el desbarajuste que allí había y quitar todas las manchas posibles. Luís regresó bastante rápido al apartamento y le comentó lo raro que lo miraban los vecinos de los pisos inferiores al verlo subir las escaleras con prisa.
– No creo que estén acostumbrados a ver entrar y salir HOMBRES del apartamento de Lola – Le contestó Anael. Luís alzó los hombros sin muchas ganas y se sentó en un gran sillón que ahí había.
– ¿Te dije lo mucho que se parecen? – Preguntó Luís – Me refiero, a ti y a Lola.
– Sí, lo habías mencionado – Contestó asqueado.
Salieron del apartamento en silencio al ver terminada su tarea. Estaba cayendo una garúa bastante molesta y se respiraba un aire húmedo en todas las calles. Los brazos de Anael aún estaban adoloridos por toda la fuerza que empleó para destrozar la cabeza de su hermana y su mente aún divagaba en los grandes ojos azules de la muchacha.
– Bueno, creo que esto fue todo, hermano – Le dijo Luís haciendo un ademán de despedida.
– Espera… – Contestó presuroso y cogió su mano con fuerza. Luís lo miró confundido y trató de zafar su mano de la de él. Anael se aferro con más fuerza a pesar de que el dolor aumentaba en sus débiles brazos. La lucha no fue muy larga, ya que Luís logró zafarse en un movimiento ágil. Lo miró con contrariedad y dijo:
– Y es mi amigo, que yo no soy como tú.
– No sé de que hablas – contestó para disimular su humillación.
– Bien lo sabes – le dijo con una sonrisa – Nosotros nos guiamos por cosas distintas y no sé si tú lo puedas entender. Yo lo hago… ¿Puedes tú? – terminó sonriente y le lanzó una última mirada a Anael. Dio media vuelta y desapareció por una esquina.
Anael dejó su cuerpo caer sobre la acera y su mente divagar en los inertes ojos azules de su hermana. ¨
“Policía confirma parentesco de la última víctima encontrada con el joven detenido por sospecha de asesinatos. Especulan la existencia de complicidad en la muerte de mujeres.”
“Anael García se confiesa autor de asesinatos y niega la existencia de un cómplice.”
“Investigaciones confirman que todas las victimas de García eran lesbianas. Psicólogos afirman tendencia homosexual en asesino.”
“Policía detiene investigaciones y esperan resultado de juicio contra García.”