Archivo por meses: septiembre 2009

Philei ergo sum por Ana Lucía Araujo

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“¡Oh de los cielos hueste eterna! ¡Oh tierra! ¿Qué más? ¿Te he de nombrar también, oh infierno? ¡Oh oprobio! ¡Tente corazón!, ¡Oh Tente!“

William Sahkespeare, Hamlet

Fue un 5 de setiembre.

La mañana era gris…o la tarde era gris no lo sé. No sé cómo definir mañana o tarde cuando son las 12, tal vez fue por ignorancia, tal vez fue porque era la primera vez que salía de esa burda caja, tal vez porque era la primera vez que tanta gente me rodeaba…no lo sé. Todo el día había estado allí, quieto, callado, mirando como otros iguales que yo se iban a dimensiones de manos desconocidas y otros más salían para depositarse a mi lado con la misma actitud, quietos, callados, sonámbulos a la expectativa de que alguno de los que nos visitara (aunque tal vez visitaban a aquella rubia extraña que no paraba de hablar) se interesara más en nosotros que en aquel ser de pelo teñido y voz chillona que explicaba cosas que no me acuerdo. Así pasaron los segundos, llenos de ojos de distintos tonos de negro y café con pupilas dilatadas por el bien engañoso que se les presentaba, de narices de todo tipo respirando feromonas verdes emocionadas y manos de todo tipo buscando con ansias un maldito lapicero para escribir su nombre en la lista de espera, yéndose con ellos algunos de mis compañeros y otros como yo que por suerte de chanza no habíamos sido atraídos por nadie.

Y fuiste tú.

Apareciste de la nada, simplemente exististe para mí. Te acercaste con intriga religiosa escudriñando entre las todas que preguntaban para ver que podía conseguir. Y no escuchabas a lo que aquella rubia decía, y no esperabas preguntar ni ser preguntada acerca de trabajo, tú fingías, mentías, aparentabas, lo que ahí decían a ti te llegaba al culo. Y fue ahí cuando nuestras miradas se cruzaron, se cruzaron como dos idiotas que se chocan en la calle y que con una sonrisa, un perdón y un hasta luego empedernido se marchan pensando el uno en el otro sin saberse siquiera los nombres. Pero nuestras miradas no eran idiotas, nuestras miradas no se despidieron, ni se pidieron perdón, nuestras miradas así como nuestros cuerpos se diseñaron para amarnos, para amarnos ….por siempre (bueno, eso fue lo que yo creí). Te acercaste a la mesa donde echadito permanecía, y asentiste a la rubia para que pareciera que caso le hacías….pero tú sólo te concentrabas en mí…eso yo lo sabía. Rápidamente y con mucha profesionalidad (eso es lo bueno de nacer en un distrito tan movido como el tuyo) me tomaste de la cintura y me llevaste contigo, yo claro tan quieto tan callado tan lapicero me acogí a tu mano sin negarme rogando que la rubia fastidiosa no me ultrajara de tu piel.

Te regaló un cuaderno, la rubia muy estúpida no se dio ni cuenta de que me habías tomado (a veces pienso que sólo quería deshacerse de mí y por eso no dijo nada) y aún más estúpida te regalo un cuaderno, y en ese mismo cuaderno plomo caro sería donde más tarde viviríamos todo nuestro amor, nuestra pasión,…y mi abandono, mi puto abandono.

Pasaron los días, y ya no segundos, sino días. Cada él te amaba más, cada él te conocía más. Esos secos y carnosos labios que me moría por tener, ese tacto a veces frío a veces caliente que de tus dactilares embriagadores tomaba. Y mierda. Esos zorros chocolates que me engatusaban cuando me mirabas y me enfermabas por no poder hacerte mía, por ser un maldito juguete de tus escrituras incapaz de dominarte. Y mierda, ese cuerpo virgen que nunca llegué a desvestir por completo ni nunca llegare porque ahora no te tengo más junto a mí.

Y ya no sólo pasaban días, sino semanas enteras a tu lado. Siempre a tu lado, en el bolsillo de tu saco o en el marsupio de tu polera, a tus manos cuando de firmas o animes deformes te dedicabas a dibujar. Cuanto tiempo desperdicié a tu lado no me importó, tú me usaste como ninguna, me hiciste el amor como ninguna (aunque sólo en fantasías), y me besabas en la cabeza haciendo mucha veces rozar tus dientes con mi platicoso cráneo. Y yo como puto enamorado me entregaba, iba por donde tu mano me guiará, dormía donde tus dedos me dejaban y tal vez fui feliz, y tal vez fui un puto feliz…pero los putos como yo la felicidad es efímera, se va como la esencia del filtrante del té al sumergirse en las llamas del agua hirviendo de la taza blanca del don de la casa.

Y así fue para mí. Ahora que lo pienso fue por exceso de amor que me pasó eso, fue porque me usaste demasiado en maldito sexo con papel, en malditas orgías donde todo mí líquido vital se iba por nada en palabras griegas mal escritas. Nada. Nada. Yo nunca dije nada, y ahora por eso mi foto ya no está en tu cuarto, porque me gastaste dibujando animes, porque me utilizaste creyendo que la primavera en mí sería eterna, creyendo que la risa nunca se iría del metal de mi sonrisa. Pero no fue así, yo trataba de dar lo mejor de mí pero ya nada era igual, escribías y yo no respondía a tus expectativas, tenías que pasar dos veces por el mismo camino para que mis marcas se notaran y no dejaran que los conocimiento vacíos del hombre se perdieran en ese cuaderno plomo que fue testigo de nuestro amor, de mi abandono. Tú me cansabas, me explotabas, me fatigabas en los días grises, en las tardes hambrientas, en las noches en tu cama cuando me leías a Sócrates desnuda para que según tú los ojos de tu alma pudieran ver lo inteligible. Tú querías ser otro Platón, yo quería ser el tuyo, quería ser aunque sea la pluma de aquel cisne que una tarde o mañana de setiembre soñaste.

Pero no.

Poco a poco me fuiste abandonando, días habían que me olvidabas y me plantabas en tu cuarto dejándome en llanto de tinta líquida negra que poco a poco menos lograba emanar de mi cuerpo. Y era por esa adolescencia mí, esa falta de esa puta tinta por la que más me dejabas, por la que ya no querías que a tu lado estuviera y por la que las raras veces que me volvías a usar en tus orgías de dibujos y rostros sin sentido con la vaga esperanza de una recuperación mía, me miraras con tristeza al darte cuenta que cada vez menos te era útil.

Y te aburriste de mí.

Y a la mañana siguiente me buscaste, me miraste con odio y me tiraste en el tacho de basura de tu cuarto cuando ni una sola gota de mi psique pude darte para escribir en las páginas blancas del cuaderno plomo.

Y en ese mismo tacho me encontré con otras víctimas desenfrenadamente enamoradas de ti al igual que yo lo estaba, gritando en silencio tu vil nombre, amándote aunque secos estuvieran.

Y sólo esa noche llorando como perro con la costilla rota ¡maldita sea! te vi con otro. Con otro desnuda en la cama, con otro hablando de Sócrates, con otro más nuevo y con la tinta líquida llena, con otro que tenía la misma mirada, las mismas ansias por tenerte que yo, otro puto más perdido por tus manos. Mierda. ¡Te perdí! ¡Te perdí! ¡Te perdí! y ahora sólo me queda esperar al camión de la basura para que tu vieja o tu hermano me llevarán sin nostalgia ni remordimientos a la muerte junto con esos otros amantes impíos que aún hoy claman tu nombre esperando que los salves de ese fatídico día en el nombre del amor que alguna vez les profesaste como a mí, y que yo siempre te profesaré mi Lucía de mierda.

Carajo… (suspiro)….a veces es tan duro ser un lapicero.
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Elección por Julio Rospigliosi

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“Hay dos caminos; uno es la vida y otro es la muerte,
y si vives en la muerte, entonces debes estar muerto.
Y si vives en la vida, entonces debes vivir.
El camino que tu corazón decide, hace que vivas.”
Bob Marley.

Los jueves eran así. Uno nunca sabía qué es lo que pasaría si de pronto eliges comenzar a dar pasos con la derecha o con la izquierda, o si comes en ese o tal lugar. De la elección dependía lo que siguiese, como una maldita cadena de eventos que van en círculos, porque al final (por lo menos a mí me pasa) llegas al mismo lugar y se echa de menos a la gringa.
Era de esperarse que si mi mano llegaba al celular y luego mi pulgar derecho marcaba “llamar”, los sucesos no tardarían en desencadenarse uno tras otro. Si me lo preguntan y, sobre todo, si es que tuviera que responder con exactitud por qué lo hice, diría que no lo sé, que la vida es así, un día uno coge un celular, marca el número de la gringa y recibe tal voz de desconcierto y pesadez que se siente destruido (¿ya no le importaba a la gringa?). Eso es lo que me ha pasado hoy y por eso estoy acá pensando en qué elegir.
Pero todo esto, debe comenzar desde antes, desde el momento en que salgo al mundo y elijo llorar. Creo que esa es la elección más evidente y más determinante que la otra elección entre leche o yogurt para el desayuno que tuve que hacer hoy antes de llegar a este lugar. Así que pienso, y por eso estoy acá (repito), y me digo que no hay que maldecir el día a día, o este jueves terrible (como todos los jueves, y ¿por qué los jueves?, se preguntarán, no creo poder responderles tan avezado enigma porque además, y no los subestimo, no creo que lo comprendan); se debe maldecir la vida entera y la elección de llorar.
Estoy acá, luego, me tiro. ¿Y después qué? Estoy casi seguro que quedará la gringa en las rocas, con mi cabeza ahí como descansando. Siempre en círculos, ya saben. Ahora estoy entre tirarme y llorar, y elijo llorar para darme una oportunidad. Aunque en realidad lo hago porque sé que la gringa se sentiría mal si me ve ahí muerto boca abajo, flotando en el mar como la consecuencia de un fallido salto del fraile. Pero, por el momento, he elegido llorar y con esto he elegido la vida.
Una muchacha con un vaso de café en la mano me grita “Rumba, Rumba!!” (Y he aquí mi nombre, si es que no me he presentado). Veo cómo su boca va moviéndose y acercándose su cuerpo regordete hacia mi situación suicida. Veo cómo su cuerpo regordete se va cayendo al tropezar con las grietas de la pista. Veo cómo sus ojos me miran mientras caen al suelo y cómo el jueves va acabando con su vida y con su cabeza desprotegida. Nunca había visto a la gringa así, después de tantos años, decidiendo tan mal los pasos un jueves. Nunca la había visto así… y gorda.
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BIENVENIDOS

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El objetivo de este weblog es perfeccionar la experiencia creativa con una dimensión nueva para quien participa en talleres de narrativa: la publicación inmediata de sus trabajos. El blog no solo permite el acceso a la lectoría creciente de bloggers en Internet, sino que complementa la observación crítica del cuento – ya enjuciado en el taller y, por ello, perfeccionado – con comentarios producto de su relectura: facilita la inspección meticulosa de los textos y un razonamiento más sutil sobre estos, y posibilita el debate de cuestiones opinables, que el taller, sin duda, evaluará. Se trata de una tribuna privilegiada para la visita y el examen detallado de sus creaciones, afin con quienes encuentran un mejor medio expresivo en la palabra escrita.

Adicionalmente, el weblog les permitirá conocer el intenso quehacer literario y crítico ya existente en la blogósfera. Contamos con enlaces a sitios web y blogs de prestigio y solvencia reconocida. A estos se suman suplementos sobre libros de varios periódicos en línea y podrán añadirse otros, muchos de los cuales serán resultado de sus propias búsquedas en la web.

Espero que esta dimensión nueva del taller de narrativa les agrade y consiga recrear de forma global la experiencia de la escritura en nuestros días.

Bienvenidos!

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