Archivo por meses: junio 2009

‘El descubrimiento de América’ por Alfredo Bryce

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psicina

[…]

Lloraba sentada mirándose el sexo, y cubriéndose los senos pudorosamente con los brazos. Pensaba en las monjas de su colegio, en sus padres, en la bodega y en sus hermanos. Pen¬saba en sus amigas, y se miraba el sexo, y sentía que aquel ardor volvía. Hubiera querido amar mucho a Manolo, que parecía un muerto, a su lado, y que sólo deseaba que las lágrimas de América fueran gotas de agua de la piscina. Trataba de no pensar porque estaba muy cansado… Cuántos días. Soportar sin ver a Marta. Contarle. Todo. Hasta la sangre. Contar que estoy tan triste. Tan triste. ¿Qué después? ¿Qué ahora? Marta va a hablar cosas bien dichas. Si fuera hombre le pego. Mejor se riera de mí para terminar todo. Ahí. Aquí. Anda, lávate. ¡Cállate, mierda! No gimas. Te he querido tanto y ahora estoy tan triste y tú podrás decir que fue haciendo gimnasia y ya no volveré porque te hubiera querido. Antes antes antes. Mandar una carta. Explicarte todo. Desaparecer. Matarme en una carrera con mi auto nuevo. Simplemente desaparecer. Marta te cuenta todo. Cobarde. Decirte la verdad. Sobre todo irme. Si supieras lo triste perdonarías pero nunca sabrás y esto también pasará. Sí. No. Ándate. Ándate un rato. Vete. Cuando me ponga la corbata todo será distinto. Te llevaré a tu casa. No te veré más. Tal vez te des cuenta en la puerta de tu casa, y mañana irás a comprar ropa de verano y no veré tu ropa nueva más apretada. Culpa. Cansancio. Se está vistiendo en ese cuarto de la casa. Soy amigo del jardinero ni mis padres están en Europa. Tal vez te escribiré, América. Con mi corbata. Mi padre no está en Europa. Mentiras. Culpa. Mi padre. Su corbata allá en el cuarto de Miguel. Te llevaré a tu casa, América. Tu casa de tus boleros donde también he matado he muerto. Mi corbata tan lejos. Morirme. Ser. To be. Dormir años. Marta. La corbata allá allá allá allá.
América se estaba cambiando.

Alfredo Bryce (Lima, 1939) fue por muchos años el escritor peruano más popular y es autor de uno de los libros de cuentos y escenas mejor logrado en la literatura peruana, Huerto Cerrado. De él extraemos “El descubrimiento de América”, cuyos monólogos interiores han motivado que nuestros talleristas se enfrenten al reto del flujo de pensamiento libre para expresar estados de conciencia alterado (en el ejercicio propuesto, por el alcohol). Aquí los interesantes resultados de esta semana. Sigue leyendo

‘El titiritero’ por Bruno Doig

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-¿Por qué lo hiciste?
-De niño me gustaba nadar en el lago.
-No es lo que te pregunté.
-Mi padre era leñador.
-No es lo que te pregunté.
-La cabaña quedaba cerca de un arroyo.
-Quiero que me digas por qué lo hiciste.
-Con mi hermano lo seguíamos hasta llegar al lago.
-Estoy harto de tus rodeos.
-Mi padre hacía carbón.
-Quiero que me digas por qué lo hiciste.
-Nadábamos toda la mañana, cuando teníamos hambre regresábamos a casa, mi madre tenía lista la comida, en la tarde ayudábamos a papá, partíamos la leña.
-Al punto abuelo.
-Recuerdo muy bien aquella tarde, regresábamos y lo vimos, el gran incendio, mi padre y mi madre hechos carbón, la casa carbonizada.
-No me interesa eso, solo dime por qué lo hiciste, no me conmueven para nada tus lágrimas, anda, dime.
-Éramos unos pequeños, solos en la ciudad, robábamos para comer.
-Eran pequeños, como todos esos pobres.
-Los chiquillos de la escuela llevaban mucha comida, se escapaban a mataperrear, no nos daban nada.
-¿Fue por eso? ¿Por una estúpida venganza que a esos inocentes…?
-Teníamos mucha hambre, solo él nos daba comida, solo él nos guardaba de la lluvia, pero era malo.
-Nadie más que tú.
-Nos regalaba juguetes, él los hacía, tenía una tienda, pero a nosotros nos los regalaba, era muy malo.
-No creo que haya sido peor que tú.
-La primera vez nos hizo pasar al fondo, para ver cómo hacía los juguetes, quiso que jugáramos con él.
-Ya veo, ya veo, también te vengabas de él.
-Solo volvíamos por hambre, la calle es difícil, siempre regresábamos.
-Aún lo recuerdas. ¿Verdad desgraciado? Seguro todavía te visita en sueños.
-Cada vez era peor, también nos hacía jugar entre nosotros, utilizaba sus juguetes, solo teníamos hambre, solo teníamos frío, solo éramos unos pequeños.
-¿Y tú maldito demonio? ¿Y tú?
-Solo se dio cuenta de que estaba llegando muy lejos cuando mi hermano murió, se desangró frente a mí.
-Ya te dije que tus lágrimas no me enternecen, viejo desgraciado, solo quiero que me digas por qué lo hiciste.
-Desde entonces me adoptó, tenía que controlarse, aunque siempre jugábamos, siempre, ahora tenía que vivir con él siempre.
-Así heredaste el negocio. ¿Cierto?
-Me enseñó todo, me dio todo, pero lo odiaba.
-Supongo que no murió de viejo.
-Decidió jugar igual que mi hermano.
-Así que tú habías matado a tu hermano y luego al viejo.
-Yo… no quería, él me obligó, yo…
-Siempre fuiste igual maldito viejo, lo único que puedes esperar ahora es la horca.
-Me quedé solo, más solo que nunca.
-Así que querías atraer a esos pobres inocentes.
-Solo eran unos asnos, se escapaban de la escuela, como aquellos que no nos daban comida.
-Por eso desfogaste todo tu odio en ellos.
-No, solo les mostraba mis juguetes, les enseñaba mis marionetas, solo quería que jugaran con mi hijo.
-Tú no tienes hijos.
-Tengo uno, solo mío, mi única compañía, yo le daba todo el amor que podía.
-Estás delirando viejo demente.
-Pero siempre sufrió, y yo no podía hacer nada.
-No me engañarás, igual morirás en la horca.
-Intenté consolarlo haciendo que esos niños burros le hicieran compañía, pero sería peor, me di cuenta de que él también se convertiría en un burro.
-Así que por eso les clavaste orejas de burro… Un momento…
-Pero tuve la idea, esos niños me ayudarían a solucionar el problema de mi hijo.
-Así que tu hijo es… Maldito desgraciado, eres un demonio. ¡Mierda!
-Él solo quería ser un niño de verdad, y lo logró, ahora ya es feliz, no me importa nada, mi hijo es feliz.
-Estás desquiciado. ¡¿Solo porque pensaste que un estúpido muñeco era tu hijo le hiciste aquella barbaridad a esos pobres niños?!
-Todo sea porque mi hijo pueda ser feliz. Me llevó mucho tiempo, fue muy difícil.
-¡¿Desollaste a siete niños solo para ponerle piel de verdad a un maldito muñeco de pino?! Escribe aquí tu nombre, ya puedes considerarte muerto viejo desgraciado.
-Por fin es un niño de verdad.
-¡Escribe aquí tu nombre!
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‘La condición humana’ por Diego Cebreros

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-Buenos días.
-Buenas…
-¿Qué tal? ¿Cómo ha ido todo?
-Bien…
-Bueno, ah…, lo que vamos a hacer aquí es conversar acerca del problema que detallaste en la ficha que se te entregó y que llenaste en la sala de espera. Según leí, escribiste que tenías problemas para relacionarte con los demás y que lo que deseas es cambiar esa situación, ¿es verdad?
-Ujum.
-Bien, entonces, las charlas que vamos a tener estarán orientadas a encontrar qué es lo que no te permite relacionarte con las personas y, en la medida de lo posible, vamos a encontrar una solución para este problema, ¿está bien?
-Sí…
-También es importante que recordemos que estás aquí por cuenta propia y que nadie te ha obligado a tomar este…este servicio, ¿si?, nadie te ha apuntado en la cabeza ni nada por el estilo, je je. Estas aquí porque eres tú quien ha reconocido que hay algo que…algo con lo que no estas de acuerdo contigo mismo y que desea cambiar esa situación, ¿verdad?
-Ujum.
-Bueno pues, entonces, vamos a empezar. Ah…voy a hacerte unas preguntas respecto de…
-Yo odio a la gente.
-¿Perdón?
-Odio a la gente porque no me gusta nada de ellos.
-Bueno…, hay personas que no se sienten a gusto con la presencia de otros y eso es completamente normal.
-Sí, pero mi caso es distinto. A mi no me gusta nada de lo que la gente hace, o piensa. No me gusta, pero al mismo tiempo no puedo evitar actuar y hacer las mismas cosas que ellos hacen.
-Y… ¿Cuáles son las cosas que ellos hacen? ¿Puedes dar un ejemplo?
-Las personas son hipócritas. Hacen cosas que no deberían y parece que no les importa que alguien más pueda salir lastimado.
-Pero el herir o lastimar personas es parte de vivir en sociedad. Nosotros siempre dejamos una marca en cada persona con la que interactuamos, ya sea para bien, o para mal. Y no hay nada que podamos hacer para asegurarnos de que todas las marcas que dejamos son para bien, ¿no crees?
-Pero todos actúan como si no les importara eso.
-Es que tampoco puedes estar seguro de que eso es así. No puedes decir quién se preocupa y quien no solo por la apariencia de las personas o por cómo se comportan.
-Yo sí puedo.
-¿Por qué?
-Porque la gente con la que vivo es así. Mis padres y mi familia son así. Yo los conozco y puedo decir que son todos unos hipócritas. No se preocupan más que por ellos mismos y en lo que les interesa.
-¿Tu familia no se preocupa por ti?
-No.
-¿Por qué no? ¿No te alimentan bien o acaso te maltratan? ¿Te pegan?
-No.
-Entonces, ¿qué es lo que ocurre?
-Ya se lo dije, solo se preocupan por ellos mismos.
-Es que…no lo entiendo. Dices que no se preocupan por ti, pero no te maltratan ni hace nada por el estilo.
-Ellos solo se ocupan de mí porque les conviene. Quieren guardar las apariencias y hacer creer a los demás que no tenemos problemas, que somos felices y todo eso. Al final solo son una sarta de hipócritas, igual que todos.
-Según tú, ¿qué es lo que hace hipócrita a una persona?
-Que… que se comporte de una manera, pero que en realidad no este de acuerdo con eso. Que haga cosas por agradar a los demás aun si están en contra de lo que ellas creen.
-¿Y tus padres hacen eso?
-Todo el mundo hace eso.
-¿Tú también?
-…Sí…
-Bueno, creo que ese podría ser el problema. Ves algo malo que, aparentemente, todas las personas comparten y que tu “denuncias”, pero al mismo tiempo también está presente en ti. Sinceramente, si todo el mundo se comporta de esa manera, entonces ¿por qué habría de ser algo malo? Todos lo hacen y parece, según tú, que no tienen problemas con eso. ¿Por qué tú sí?
-Eso no significa que no este mal. El que todo el mundo haga lo mismo no significa que eso este bien.
-Pero si funciona para la sociedad, si nadie tiene problemas con eso…
-De ser así, yo no estaría aquí.
-La sociedad no es perfecta. Siempre habrá personas que no se ajusten al modelo establecido.
-Aun si ese modelo no está en lo correcto.
-¿Y qué es lo correcto? ¿Puedes establecer qué está bien y qué no?
-…
-…Yo tampoco puedo hacer eso. Nadie puede hacer eso. Los problemas existen por eso. Aprender a superarlos es lo que nos motiva a sobrellevar las contradicciones de un mundo lleno de dudas. Y no eres el único que tiene problemas con eso. No tengo que decirte que hay personas con dificultades mucho más complejas que tú. El punto es que todos tenemos que lidiar con eso.
-…
-Supuestamente, llegaste aquí porque reconociste que tienes un problema…
-Vine porque no puedo resolver mis problemas.
-Claro que puedes hacerlo. Esto es solo para guiarte y darte pautas que deberás seguir. Eres tú quien debe realizar lo demás si quieres resolver tu…tu problema…
-…
-Tal vez no estas muy seguro de realizar el proceso.
-Tal vez no deba realizar ningún proceso.
-¿Por qué lo dices?
-Porque…tal vez no tenga que adaptarme a la sociedad. Si veo y siento que todo el mundo hace cosas que creo que están mal…entonces no tengo por qué hacer lo mismo.
-Pero, ¿estás seguro de eso? ¿Estás seguro de que todo el mundo está mal y que eres tú quien esta en lo correcto? ¿No crees que sea algo muy presuntuoso?
-…
-Por lo que hemos visto hasta ahora, al parecer crees que hay algo mal en la sociedad, en las personas, que incluso tú compartes pero que quieres cambiar. ¿Podríamos delimitar bien de qué se trata eso que, dices, está mal?
-La condición humana.
-Je je, ¿no es eso algo muy pretencioso? ¿No hay algo bueno que puedas ver en las personas? ¿O en el género humano?
-La verdad no. No hay nada. Lo único que veo es conveniencia, competencia, adaptación, oportunismo. Creo que no hay nada bueno ni malo en eso. Es solo que es muy…despiadado. Todos son muy despiadados.
-Todos son egoístas. Y tú también.
-Pero, ¿acaso no está mal?
-Como dije antes, si todo el mundo esta de acuerdo con algo, no hay razón para pensar que esta mal. Es así como funcionan las cosas. Aprovecha las oportunidades que se presenten. Si con eso consigues algún beneficio, pues mejor para ti.
-Nadie se ocupa de mí. A nadie le interesa lo que me ocurra. Podría morir mañana y no habrá nadie que sienta lastima por mi, nadie que se interese…
-Tus padres se interesan por ti. Pero como dices, por las razones “equivocadas”. Está bien, tranquilo. No hay necesidad de llorar. Aquí tienes.
-Gracias.
-…Tal vez podamos parar la sesión de hoy y continuarla en la siguiente. ¿Le parece bien?
-Ujum.
-Bien, entonces, nos veremos dentro de una semana. En cualquier caso, puede llamar a este número en caso de cualquier eventualidad.
-…
-Hasta luego.
-…

La siguiente sesión

-Buenos días.
-Buenas…
-¿Cómo va todo?
-Bien…
-Bueno, la última vez hablamos un poco sobre este problema que tenías al no poder relacionarte bien con la gente. Y también consideramos que parecía que no estabas muy seguro de querer continuar con nuestras sesiones. Ah…quería preguntarte si es que habías considerado continuar o que tal vez preferías dejarlo hasta aquí.
-La verdad es que vine para decirle que no continuaría con esto.
-Bien. ¿Hay alguna razón en particular? Después de todo solo hemos tenido una reunión.
-Es que creo que nadie puede ayudarme. La última vez no lo hizo.
-Bueno, el proceso de recuperación es largo, no se puede hacer en una sola reunión.
-Aún así, creo que lo mejor es dejar todo esto. Pero primero quería que entendiera por qué.
-¿Y bien?
-Creo que, mi forma de ser no permite que me relacione bien con los demás. Y que revertir todo eso sería muy drástico. Creo que lo mejor es que me quede tal y como soy, no importa si funciona o no en la sociedad. Porque eso es lo que soy.
-A la sociedad no le agradan las personas egoístas. Si prefieres permanecer así, es tu decisión. Yo no puedo obligarte a cambiar de parecer.
-…
-Ya sabes donde está la salida. Puedes marcharte.
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‘Pleasure Hall’ por Carlos Mevius

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-Límpiese, amigo- le indicó el oficial mientras le pasaba un trapo viejo, algo gastado, de colores claros. Él, por su parte, no dejaba de reírse casi histéricamente, pero a los pocos segundos empezó a llorar.
-Usted no entiende, oficial…- empezó a gimotear mientras algo de la saliva se mezclaba con las lágrimas y la sangre que cubrían su rostro. Se limpió como pudo pero igual se veía sucio. -…no podría entender…
-Entonces empiece por el principio, a ver si puedo entender.
Levantó el rostro, bastante lastimoso, y miró al otro hombre a los ojos. Se tranquilizó un poco.
-¿Qué sabe usted de un viejo antro de mala muerte, bastante discreto, llamado Pleasure Hall?- llegó a preguntar, casi susurrando.
-¿Pleasure Hall? Si, lo recuerdo. Es más, fui un par de veces- dijo con bastante normalidad. El hombre, por su parte, se sorprendió bastante.
-Entonces sabe lo que pasó ahí… ¿no es cierto?
-Tengo entendido que cerró, algo relacionado a una masacre. El informe fue bastante pobre e inexacto, ahora el lugar está clausurado.
-¿Pero sabe qué fue lo que pasó…?
El aire se estaba poniendo tenso, el oficial parecía impasible. El hombre, por su parte, parecía que quería volver a llorar.
-Supongo que usted sí lo sabe- le dijo el oficial.
-Así es.
-Muy bien, ilústreme.
-Para comenzar, como sabrá usted, el lugar era bastante clandestino, bastante oculto. Tenía toda clase de perversiones adentro, hasta niñas menores de doce años. Básicamente era un prostíbulo selecto, pero lo que casi nadie sabe es que estaba protegido por el estado, y este era el principal cliente…- empezó a relatar, con cierta malicia incluso. Su rostro ya no daba lástima.
-Pero esto no nos dice mucho sobre porqué fue usted encontrado con un arma en su casa, después de que esta se dispara y, dice, accidentalmente…
-¡Sí fue un accidente!- gritó, de la nada, con todas sus fuerzas, interrumpiendo al oficial.
-…accidentalmente matara a su acompañante…
El hombre volvió a ponerse a llorar, sorbiendo sus mocos con ayuda del trapo viejo. El oficial permanecía impasible.
-Si no le importa, permítame continuar…
-Por favor.
-Bien, como decía, el lugar era un crimen en sí mismo, protegido por el estado para mantener los vicios de sus empleados de mayor rango y estatus social. Casi lo que sea podía ocurrir ahí, era un lugar marcado por el mal…
-¿Marcado por el mal?- interrumpió el oficial.
-Sí, lo que dije, marcado por el mal…- le miró desafiante, enojado.
-¿Y cómo sabe usted tanto de ese lugar…?
-Si me permite continuar, llegaré a eso.
-Hágalo.
-Bien, como decía, el lugar era maligno. Algo había, en el mismo aire, se podía sentir. Al final llegué a conocer a bastantes de las chicas que trabajaron ahí, por diversos motivos, y casi todas me decían que algo había, algo fuera de lo normal. Las otras estaban ya trastornadas, habían perdido la razón…
-¿Chicas como Katie James, por ejemplo? ¿Cuál era su relación con ella…?
-¡Ella era mi hija!
Una mirada incrédula, un corto silencio.
-¿Su hija trabajaba en ese lugar? No me diga que lo sabía.
-Por supuesto que no. Me hizo creer que trabajaba en un restaurante, de mesera. Incluso se había conseguido un uniforme sencillo…
-Entiendo, pero todavía no nos dice nada sobre porqué mató a…
-¡A eso voy!
-Entonces siga.
-Bien, lo que sé es que en algún momento un extraño personaje fue a parar al lugar. Un sujeto siniestro, desconocido. Si ese lugar era maligno de cierta forma, ese sujeto lo era más. Dicen que fue con todas las chicas, imparable, insaciable… con todas y cada una…
-Vaya, que gran sujeto. Yo ya quisiera poder hacer eso.
-¡Por favor…!- un corto silencio y luego continuó –lo importante es que las cosas cambiaron después de eso… las chicas empezaron a cambiar… un niño, que tenía una compañera de colegio en ese lugar, fue literalmente violado por ella… y muchos casos parecidos…
-¿Se refiere al caso de Jimmy Plant? Tenemos su cuerpo ahí atrás, en la mesa de examinación. Una especie de fuego cruzado, una balacera extraña. La noticia de lo que dijo se volvió conocida en el ámbito privado, pero no entró al público. Su muerte, sin embargo, es casi totalmente conocida.
El hombre se puso a llorar.
-Tan sólo tenía trece años…
-Once, en realidad. Estaba a punto de cumplir los doce.
Aumentó su llanto, se cubrió el rostro.
-Pero, sin embargo, la gente encuentra extraño que ese lugar tenía algo maligno, ¿no…?
-Suena inverosímil, si.
-Bueno, la cosa sólo empeora. Mi ex esposa y yo descubrimos que nuestra hija trabajaba ahí… y todos los cambios que le estaban ocurriendo. Unos días aparecía con golpes, otros con la ropa destrozada, pero nunca quería hablar. Solo se escondía y hasta desaparecía, ni siquiera protestaba cuando la castigaba, y hasta se escapaba. Decidimos investigar, y no nos gustó lo que descubrimos…
-¿Todo lo relatado hasta ahora…?
-Exactamente…
-Bonito, pero hasta ahora no ha dicho mas que un antro, que parece la mejor teoría de conspiración extraterrestre, era en efecto un lugar malo.
-Lo peor ya viene.
-Llegue a su punto.
-Un día ese personaje volvió…
-¿El insaciable?
-El mismo. No sé qué pasó ni quiero saberlo, pero lo cierto es que no fue bueno, y que todas las chicas murieron…
-La masacre del Pleasure Hall, como dije en un principio. Fue un caso bastante inusual, nunca llegamos a nada.
-Exacto, nadie nunca llegó a nada. ¿Usted ha ido siquiera a ese lugar?
-No, está clausurado. Las autoridades apropiadas se han encargado.
-¿No ha tenido curiosidad siquiera?
-No.
-Pues mi ex esposa y yo sí tuvimos la suficiente curiosidad. Y antes de que me quiera procesar otro cargo por traspasar propiedad privada, irrupción de zona policial o lo que sea, déjeme terminar.
-Muy bien.
-Como supondrá, irrumpimos en ese lugar. Las mesas largas y metálicas, los tubos, incluso algunas de las cadenas que las chicas llevaban amarradas en el cuello, parecía todo intacto, pero había como un humo, un vapor… ¡una maldita neblina dentro del lugar! Me caí y mi ex esposa se quedó arriba, esperando. Por eso no pudo verlo…
-¿Ver qué?
-Lo que había pasado… no sé… ¡simplemente estaban por todas partes!
-¿Qué cosas?
-¡Los rostros! En el piso, algunas paredes, eran los rostros de las chicas… no sé cómo lo sé… pero lo vi… me estaban hablando, escuchaba sus voces…
-¿Vio rostros y escuchó voces…? Creo que ya es suficiente…
-¡No estoy loco! Le digo lo que hay ahí, si quiere vaya usted mismo a confirmarlo… ¡Pude ver a mi propia hija, maldición! Estaba delante mío, como una bruma, sobrevolando, me hablaba, ¡me seducía, maldita sea! No sé cómo salí de ahí, no sé cómo… Sólo yo la vi, mi ex esposa se quedó afuera…
-Y de todo esto no nos ha dicho nada sobre porqué la mató…
-¡Le dije que fue un accidente, maldita sea! Estábamos preparando lo necesario para destruir ese lugar, no sé, simplemente derribarlo… No me venga con destrucción de la propiedad privada o cómo se llame ese delito, lo que quiero decir es que teníamos todo listo pero… esa pistola… ¡se cayó y se disparó sola, maldición!
-¿Se le cayó el arma y se disparó sola, matando a su ex esposa?
-Si… ¡maldición, maldita sea! Salí corriendo, tenía miedo… simplemente esca…- fue interrumpido por un disparo que impactó el centro de su frente, matándolo instantáneamente. Atrás del oficial otro oficial entró caminando al cuarto de interrogación, cargando una pistola.
-¿Por qué demoraste tanto? ¿No escuchaste todo lo que dijo?
-Por supuesto que si, pero no encontraba el arma.
Un momento de silencio, la mesa se ensangrentaba desde el cuerpo muerto del hombre.
-¿Es la misma de que él usó?
-Claro.
-Entonces ya conoces el procedimiento: homicidio y suicidio pasional.
-Estoy en eso…
Otro momento corto de silencio, el segundo oficial empezó a retirarse.
-Trayendo el tema, ¿has vuelto al Pleasure Hall?
-Si. Está incluso mejor que antes.
-Genial. Pronto lo volverán a abrir.
-¿No crees que algunos se sorprendan de que ahora las chicas no están… vivas?
-Si, pero no importa realmente.
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‘Un buen día para el pez plátano’ de JD Salinger

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jds

[…]
Mientras sonaba el teléfono, con el pincelito del esmalte se repasó una uña del dedo meñique, acentuando el borde de la lúnula. Tapó el frasco y, poniéndose de pie, abanicó en el aire su mano pintada, la izquierda. Con la mano seca, tomó del alféizar un cenicero repleto y lo llevó hasta la mesita de noche, donde estaba el teléfono. Se sentó en una de las dos camas gemelas ya hecha y-ya era la cuarta o quinta llamada-levantó el auricular del teléfono.
-Diga-dijo, manteniendo extendidos los dedos de la mano izquierda lejos de la bata de seda blanca, que era lo único que llevaba puesto, junto con las chinelas: los anillos estaban en el cuarto de baño.
-Su llamada a Nueva York, señora Glass-dijo la operadora.
-Gracias-contestó la chica, e hizo sitio en la mesita de noche para el cenicero.
A través del auricular llegó una voz de mujer:
-¿Muriel? ¿Eres tú?
La chica alejó un poco el auricular del oído.
-Sí, mamá. ¿Cómo estás?-dijo.
-He estado preocupadísima por ti. ¿Por qué no has llamado? ¿Estás bien?
-Traté de telefonear anoche y anteanoche. Los teléfonos aquí han…
-¿Estás bien, Muriel?
La chica separó un poco más el auricular de su oreja.
-Estoy perfectamente. Hace mucho calor. Este es el día más caluroso que ha habido en Florida desde…
-¿Por qué no has llamado antes? He estado tan preocupada…
-Mamá, querida, no me grites. Te oigo perfectamente -dijo la chica-. Anoche te llamé dos veces. Una vez justo después…
-Le dije a tu padre que seguramente llamarías anoche. Pero no, él tenía que… ¿estás bien, Muriel? Dime la verdad.
-Estoy perfectamente. Por favor, no me preguntes siempre lo mismo.
-¿Cuándo llegasteis?
-No sé… el miércoles, de madrugada.
-¿Quién condujo?
-Él-dijo la chica-. Y no te asustes. Condujo bien. Yo misma estaba asombrada.
-¿Condujo él? Muriel, me diste tu palabra de que…
[…]

En “Un día perfecto para el pez plátano”, J.D. Salinger (Nueva York, 1919) compone sobre la base de diálogos, en dos escenas contrapuestas, una aproximación proteica a su universo de seres sensibles condenados a la vulgaridad del mundo. Teniendo a vista la fuerza expresiva que adquiere una escena en este relato, los talleristas se sometieron a la prueba de delinear un cuento breve en el mero intercambio de palabras entre personajes que se construyen en su propio lenguaje. Aquí aparecen los mejores trabajos Sigue leyendo