‘Toro mata’ por Diego Cebreros

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Estaba oscuro, y el cielo brillaba levemente sobre la comida. A la vaca le gustaba cuando el cielo adoptaba esta forma. Las cosas que la rodeaban también descansaban, o parecía que eso hacían. Estaban quietas y no probaban bocado, solo se quedaban ahí, igual que ella. Quizá debería aprovechar para comer, pensó, pero estaba cansada y solo quería dormir.
Cuando despertó, el cielo había cambiado. Ahora era azul, con manchas blancas. Las cosas que la rodeaban ahora se movían, arrancaban, comían, tragaban. Otra vez, pensó. Después de desperezarse, se incorporó y buscó un sitio alejado para comer. Fue difícil pasar sobre todas esas cosas que intentaban hacer lo mismo, pero después de mucho esfuerzo, consiguió salir y encontró un sitio vacío y agradable para poder comer. De alguna manera, la comida era mas agradable sin nadie que interrumpa, moleste, estorbe.
El cielo era agradable. Le gustaba mucho la forma en que cambiaba de ser azul con manchas blancas a oscuro con pequeñas luces brillando. Era una pena que no pudiese comer en ese lugar, que parecía tan tranquilo y sin nada que estorbe. A veces, la vaca soñaba que alcanzaba ese lugar, donde la comida no era verde, sino azul, y blanca, y suave, y que al ver hacia arriba, el cielo fuera verde con las otras cosas comiendo lejos, muy lejos, donde no puedan estorbar, ni empujar, ni alcanzarla nunca.
Una sensación desagradable la interrumpió mientras comía. A su lado, una de esas cosas estaba comiendo en el mismo lugar que ella. Esto la molestó. Se había alejado precisamente para no sentir el aliento ni ver la horrorosa combinación de negro y blanco sobre los lomos de esas cosas que estorban. La vaca se alejó aún más, para seguir comiendo, pero otra de esas cosas la empujó y comió en su lugar. Ya no tenía ganas de comer, pensó, así que se recostó sobre la comida a esperar a que el cielo se oscurezca y a que salgan esas pequeñas luces para, cuando todas esas cosas estén dormidas, poder probar bocado.
Mientras esperaba sobre la comida, escuchó unos ruidos ensordecedores. Frente a ella, dos de esas cosas se empujaban mutuamente, a la vez que los sonidos que escuchaba salían de ellas. Al final, una de las cosas se alejo. Parecía triste y abatida. La otra cosa se quedó en su lugar, comiendo, arrancando, tragando, arrancando, comiendo. La vaca no le dio mucha importancia y se quedó sobre la comida, sin hacer nada. En eso, otra de esas cosas la empujó otra vez, así que se incorporó y busco un sitio en el que esas cosas tardaran mucho tiempo en llegar. Fue a paso ligero, alejándose del grupo, hasta que llegó a una colina en la que podía ver a las otras cosas comiendo. Ese lugar le recordó el sueño que siempre tenia.
Tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan….
La vaca escuchó ese sonido del otro lado de la colina. Era muy distinto de todo lo que había escuchado. No podía recordar ninguna ocasión en la que alguna de esas cosas hubiese sonado así. Se incorporó y fue colina abajo, siguiendo el sonido, hasta que dejo la colina y vio algo extraño. Era una forma muy inusual, y muy, muy larga, como la cola de esas cosas, y la suya también. Pero era mas larga que eso. Tenía sobre sí pequeñas líneas, una detrás de otra, y sobre ellas, dos líneas más que las unían y nunca acababan. Lo único que se le ocurrió a la vaca era que solo podía tratarse del límite entre la comida y el cielo.
Estaba fascinada con todo esto. Mirara por donde mirara, la línea o lo que fuere no terminaba nunca. Intento seguirla hasta donde llevara, pero era inútil. Y de tanto que la siguió, se encontró de nuevo con una de esas cosas que estorban. Era la cosa que había visto triste y abatida. Estaba sobre la línea, olfateando. Tampoco sabia qué era. A la vaca le pareció que tal vez esa cosa estuviera tan fascinada como ella, pero lo dudo.

Tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan tan….
Todavía podía escuchar el sonido que la había traído a ese lugar. Por un momento lo había olvidado, concentrada en la línea que no acababa. Y de pronto, ese sonido dio lugar otro aun más extraño, como si fueran muchas pisadas, o muchas cosas a la vez. Quizás se trataba de una estampida o algo por el estilo. Y luego, vio una cosa aun mas extraña que todo eso. Era como un enorme animal que, a la vez, parecían muchos. Era de un color muy oscuro y, al mismo tiempo, podía reflejar la luz del cielo. Exhalaba humo por encima de el y se acercaba a una increíble velocidad. La vaca no sabía qué hacer. Estaba maravillada y también asustada por todo ese ruido. Por ultimo, un ruido aun más ensordecedor que el de las cosas que estorban, que el de la línea que no acababa e incluso, que el del enorme animal que se aproximaba. La vaca solo pudo alejarse de la escena y, mientras lo hacia, recordó a la cosa que estorba. Volteo a verla y, en ese instante, vio como era embestida por aquel animal que parecían muchos. Le pareció que la cosa dejaba de tener forma y se transformaban en algo más, aunque no pudo pensar en algo semejante.
Luego el animal se esfumó, tan pronto como había llegado. El sonido que le precedió aun podía escucharse, pero después de un rato también desapareció. La vaca no sabía que hacer, o pensar. Todo esto había sido tan extraño. El sonido, el ruido, la línea que no acababa, el ruido final. Respiraba con dificultad y agitaba su cola para tranquilizarse, al tiempo que sentía frío, o algo sobre ella que no podía describir. Quizás lo mejor era irse de ahí. Entonces, vio sobre la línea una ultima cosa, tan extraña y diferente como las demás. Tenía las mismas manchas grotescas de las cosas que estorban pero, al mismo tiempo estaba cubierta de un líquido oscuro y rojizo. No tenía forma y había mucho de eso por todas partes. La cosa que vio tampoco estaba por ahí, se había esfumado, igual que el ruido o aquel animal. La comida alrededor de la línea también estaba cubierta de ese líquido. La probó y le supo horrible. Escupió ese bocado y, ya mas tranquila, regreso con el grupo de cosas. No podía dejar de pensar en el ruido, el animal, la cosa que ya no estaba.
El cielo había cambiado. Ya no era azul, pero tampoco estaba oscuro. El color le recordó el líquido que había visto. Se agacho para comer y, al hacerlo, vio que su pata también era de ese color. No le dio mucha importancia y siguió comiendo. Al poco rato, una de esas cosas se acerco a ella, pero ni bien la toco, se alejo al instante. Lo mismo pasó con cada cosa que se le acercaba. Era el color, pensó, el color negrusco y rojizo que tenía en su pata, y que tal vez ahora cubría su cuerpo. Tal vez por eso sentía un ligero frío sobre su rostro, sus patas, su pecho. Siguió comiendo. Por alguna razón, la comida era mucho más agradable. Después de un tiempo, la vaca entendió mejor todo lo que había pasado. Ya no sentía miedo por el ruido o el animal, pero aun seguía fascinada por todas esas cosas. Y cuando supo utilizarlas, la comida nunca supo mejor.

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