se encaprichó con él
y lo llevó a dormir siempre con ella.”
Fito Páez – Flores en su entierro.
13 de Octubre de 1998
El piso es frío, la poca luz que dejan pasar los barrotes me permite ver la blancura de mi piel, no me he bronceado en meses. No soy más que un fantasma de lo que alguna vez fui, no me reconocerías en lo absoluto. ¿Quién diría que el haberte conocido me llevaría a esto? No sabes cómo se vive aquí, es una jungla, una lucha por la supervivencia y el honor, y el mío ya fue vulnerado. Aún recuerdo cuando me llamaste para decirme que te había matado; fue un error no comprenderlo antes.
Eras hermosa y yo tenía problemas con mi esposa, mala combinación. Tus piernas bien encajadas en aquella diminuta minifalda, tu cintura que podría rodear tres veces con mi brazo si quisiera; tenías que ser mía. No sentía nada especial por ti, nunca lo sentí; era tan sólo que tu cuerpo parecía combinar tan bien con las sábanas de un hotel. Me acerqué a ti con un montón de libros y tú inmediatamente notaste los de Nietzsche, pensé que eras culta, luego caí en cuenta de que no era más que un espejismo; tu ignorancia era grande, pero no me importaría mientras tus caderas lo fueran más; me sonreíste, te sonreí y lo siguiente que recuerdo es tu cuerpo chocando contra el mío en una habitación extraña para ambos. No sé como ocurrió, no puedo llamarlo amor a primera vista, nunca te amé y te lo quiero dejar bien claro ahora que estás muerta. No hubiera podido enamorarme de una chiquilla como tú y mucho menos amarla.
Ana, Anita, yo te lo advertí: “Soy un coleccionista de polvos, un aventajado adicto al viagra” hasta te dije que era el Cuco en persona. Tú decidiste seguir adelante, tal vez porque fui tu primer hombre, craso error. Mi error, quizá el más grave, consistió en permitir que ocurriera más de una vez. Aquel viaje de negocios por una semana a Bávaro nunca debió existir, pero así soy yo, un monstruo devorador de mujeres que había encontrado a una que quería ser devorada. Aún no sé cómo mi esposa pudo creer aquello del viaje de negocios; es tan ingenua. A pesar de que los años han hecho efecto en ella me atrevería a llamarla linda; aunque sus piernas, sus piernas ya no son lo que eran. Ni punto de comparación con las tuyas, ¿ya te dije que me gustaban tus piernas? “Abre el Arco del Triunfo que aquí viene Napoleón,” me gustaba decirte. Eran tonterías sin sentido, pero te excitaban. No, nunca te amé y ya sal de mi cabeza y deja de preguntármelo. Todos los muertos son buenos, dicen. Te tengo una noticia, tú no. Tú, además de meterte en mi cabeza y preguntarme día y noche si te amé, me metiste aquí.
Ya vienen por mí de nuevo, aún no puedo sentarme desde la última vez; Me gustaría tener mi pistola, creo que la perdí en nuestro viaje a Bávaro. Bueno, eso ya no importa, creo que está empezando a gustarme.
***
Carta encontrada durante algún momento en Marzo de 2002
Arturito, Arturito, nunca debiste intentar cortar conmigo. Me gustaste desde que te vi entrar ese día a la biblioteca con un montón de libros que sólo me hicieron sonreír por sus nombres raros. Tú si que no andabas con rodeos, nos fuimos directo a la cama. Yo sé que pensaste que era virgen, pero lamento informarte que no lo era. Aquel día estaba cerca la visita de Andrés, el del mes, y las cosas simplemente ocurrieron. Mi mamá siempre me dijo que una chica decente pierde la virginidad con su enamorado, E-N-A-M-O-R-A-D-O y no pues, tú no lo eras y otro ya lo había sido antes, además, yo soy sobre todo una chica decente Arturito. Aún así no creo que llegues a enterarte hasta que alguien encuentre esta carta entre mis libros de la Universidad y para entonces ya tendrás tus buenos años en la cárcel.
Arturito, Arturito, te creías el muy buen amante y no eras nada sin la pastillita esa. Encima te gustaba gritar tonterías, te creías Napoleón, por lo chiquito seguro porque de Emperador no tenías nadita; me hacías reír y creo que confundías eso con excitación. Pero eras guapo, ¿para qué negarlo?, ibas al gimnasio, te teñías el cabello y sobre todo tenías plata. ¿Acaso me habrían podido llevar a Bávaro los muertos de hambre de Juan y Manuel?, par de mocosos que me flirteaban en la Universidad, por eso nunca les di bola y siempre te insistía en que dejaras a tu esposa; aj, tu esposa, es bien feita la pobre. Bueno, no puedo negar que de joven debe haber sido simpática y me cayó súper súper bien cuando hablé con ella por teléfono. Uy, si, nunca te lo dije, la llamé para contarle todo sobre nosotros, te llamó de todo, no creo que ella te vaya a ser de mucha ayuda en el juicio.
Vayamos al grano Arturo. ¿Recuerdas cuantas veces me dijiste que creías haber perdido tu pistola en el viaje a Bávaro? Pues, ¡Surprise! La tengo yo. En realidad, para cuando leas esto ya no porque voy a estar bien muerta. No es nada personal, en serio querido, es sólo que me rompiste el corazón y que según mi psicólogo desarrolle una especie de trastorno obsesivo compulsivo hacia ti. Creo que puede traducirse a un “Eres mío o no eres de nadie”. Bueno, al grano. Me voy a matar, o me vas a matar. Ya te llamé para contártelo, pero creo que no lo entendiste. Te lo explico para sentirme profesora de Colegio (tú sabes como me gustaba eso), es simple, tu arma dispara, mis sesos vuelan y tú terminas en la cárcel pagando el cortar conmigo y dejarme sola. Soy toda una villana sexy ¿no? Como esa de le película que vimos ¿Cómo se llamaba? La que cruza las piernas pues, Bajos Instintos creo, ya ya, no importa. No creo tener nada más que decirte Arturito, así que me voy despidiendo.
XOXO
Ana
PS: ¿Me amas?
jajajaja justo el que no querías que publiquen, está divertido.