S/T por Diego Cebreros

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Hace un par de años que conocí a Santiago. La primera vez que lo vi fue en Pamer. Tenía el cabello hasta los hombros y siempre usaba una gorra de lana, según decía, cuando no se había peinado. Era flaco y desgarbado, y con una actitud de que poco importaba lo que pasara. No era muy simpático, pero a mí sí me gustaba. Caminaba despreocupado y con las manos en los bolsillos, y siempre apoyaba la cabeza al estar sentado. El se suicidó y no puedo evitar pensar que fue por mi culpa.
En Pamer, era un buen estudiante. Nosotros estábamos en el local de Santa Beatriz, que era donde siempre estaban los estudiantes más destacados. Yo estaba en un salón intermedio, pero Santi estaba en el salón José, que en ese entonces siempre estaba en el primer puesto. Lo máximo que pude llegar fue al salón después que ese, el salón de Jack, y un día lo vi ahí. Santi estaba sentado atrás, escondido bajo su gorra de lana, hasta que Jack lo vio. Unos días después, se quedó en mi salón. Dijo que no se sentía a gusto en el salón José y que prefería estar aquí.
En el salón, Jack siempre se sentaba hasta atrás, con Verónica. Creo que a él le gustaba y que por eso se pasó aquí. Yo no hablaba mucho con él, pero, por lo que veía, ambos se llevaban bien. Siempre reían y se divertían junto con otros dos chicos. Yo me sentaba adelante porque me costaba trabajo mantenerme en ese salón, pero Santi no se hacia problemas. Reía, jugaba, y yo sentía celos de Verónica porque podía sentarse a su lado.
Recuerdo una vez en que lo llamaron al frente del salón para el vocabulario. Él y Verónica salieron y a Santi le preguntaron. Verónica alzo la mano para responder, pero Santi se la bajó, provocando que todos se rieran. Ella lo miró con odio mientras trataba de ocultar su sonrisa; él se reía también, y yo deseaba haber estado ahí.
Recuerdo también las olimpiadas de Pamer. Santi era parte del equipo de comprensión de textos, junto con Verónica y Charlie, otro chico de nuestro salón. Nosotros no ganamos las olimpiadas, pero ellos solos obtuvieron muchos puntos cuando participaron. También lo vi en las olimpiadas de deportes. Tocaba el tambor muy fuerte y usaba el polo de nuestro salón en la cabeza. Yo no hacia mas que morirme por él, pero nunca le hablaba. Tenía que estudiar porque el examen de ingreso ya se acercaba y aún teníamos que resolver los libros especiales que, después de las olimpiadas, nos entregaban para que practicáramos.
Los días pasaron. Nuestro salón se dividió según los cursos que los estudiantes necesitaban reforzar, y apenas si lo vi. Y luego el examen de ingreso. Ese día hizo sol, a diferencia de toda la semana. Yo no me sentía bien, pensaba que no iba a ingresar a pesar de todo el esfuerzo que puse. Una vez le dije eso a Jack, y él me contestó que si aun me sentía así, lo mejor era que no diera el examen, que estuviera otro ciclo en Pamer, y que con esa mentalidad no conseguiría nada. Yo di el examen de todas maneras y luego me reuní con los demás en la reconstrucción de este. Y me quede con ellos hasta la tarde, que era cuando mostraban los resultados en Internet.
Cuando me enteré que había ingresado, Santi no estaba ahí, con nosotros. Tampoco estaba Verónica. Supuse que habrían salido juntos o que simplemente no deseaban estar ahí. Esa noche nos divertimos mucho, pero siempre lamente no haberlo visto a él.
El primer día de clases. Ese día me había decidido a comenzar mi nueva vida universitaria con más ánimos que nunca. Llegué muy temprano y me plante en la puerta de Letras, a ver si me encontraba con alguien. Después de un rato éramos un grupo enorme, todos del mismo salón o de la academia, hablando y conversando sobre el examen o la fiesta de Pamer. Luego de un rato lo vi. Estaba demasiado distinto. Ya no tenía su clásica gorra de lana ni su cabello largo, sino que ahora usaba el cabello corto y un par de lentes con montura negra. Yo lo llamé y el se acercó tímidamente a nuestro grupo, saludando de cuando en cuando a aquellos a quienes conocía. Todavía escondía sus manos en los bolsillos y caminaba de la misma forma despreocupada que siempre.
En el primer ciclo, nos habían puesto en las mismas clases, y yo aproveché para hablar más con Santi. Él todavía se juntaba con Verónica en la clase de Taller de Textos, pero aun así a veces hablábamos. Él tenia la costumbre de ir al baño a mitad de la clase y en una de esas, aproveche para hablar con Verónica. Me senté en el sitio de Santi, que aún estaba algo caliente, y la salude. Ella me saludó tambien, con una sonrisa despreocupada, y luego le pregunté sobre Santi. Ella dijo que por lo general hablaban de todo, pero mas que nada se reia con sus bromas. Tambien dijo que a veces se ponía muy raro. Que no decía nada y a veces hasta lloraba. A mi me pareció eso muy raro. En las veces que lo había visto, él siempre estaba muy feliz y sonriendo. No me imaginaba que algo le pudiese molestar hasta el punto de ponerse así. Verónica dijo que a veces le preguntaba qué le ocurría, pero nunca decía nada, o si lo hacia, que solo se le daba por ser así. Luego le pregunté si es que los dos estaban juntos, pero ella dijo que no. Dijo que a Santi le gustaba otra chica que no era de la universidad. Dijo que no hacia más que pensar en ella y que, a veces, cuando veía una foto suya le daban arcadas de la emoción. Cuando Santi llegó, estaba saltando pausadamente. Según él, saltaba como Mario Bros. Le salude y él hizo un ademán con la mano. Tenía la cara mojada y los lentes en las manos.
Por ese entonces, nos hicimos más amigos. Íbamos a mi casa y nos reuníamos para hacer las tareas en grupo. A veces éramos como 9 o 10 personas. Yo me ponía a conversar con mis amigas, mientras que Santi resolvía los ejercicios. A veces trataba de preguntarme algo, pero yo seguía conversando. Ahora me arrepiento de eso, pero aun así, Santi no solía conversar con los demás. Otras veces éramos él, una amiga y yo, en mi casa. En una ocasión estuvimos solos, y yo me acerqué a él. Santi también se acercó a mí y estuvimos un rato juntos, abrazados. Pero él no hizo nada. Se alejó y volvió a los ejercicios. Nunca más hizo algo así. Y desde aquel entonces, note algo extraño en él.
Después de un tiempo, yo me cambie de carrera. Me pasé a Ciencias Políticas junto con unos amigos que había hecho con el tiempo, algunos del Club de Debate o de la misma facultad. Era mi cuarto ciclo y, lamentablemente, había jalado unos cursos. Santi seguía en la misma carrera. Estaba adelantando un par de cursos pero, aun así, nos veíamos de vez en cuando. Ya por aquel entonces mostraba signos de estar deprimido. No sonreía ni se juntaba con nadie. Tenía el cabello más largo y usaba lentes en raras ocasiones.
Un día quise hablar con él. Apenas me vio, su rostro neutral cambio a un rostro neutral forzado. Lo salude, y el apenas si me saludó. Sus ojos parecían cansados y viejos, mientras que el tono de su piel había adquirido una tonalidad medio amarillezca. Le pregunte si es que le ocurría algo, pero él no quiso hablar del tema. Yo le insinué que lo extrañaba mucho y que cualquier día de estos se pasara a mi casa. Él me miraba, distante, y dijo que le gustaría mucho.
Y ese día llegó. Un día estaba en mi casa, con una amiga, y Santi se apareció de pronto. Dijo que si estaba bien que viniera y yo lo recibí encantada. Mi casa estaba aun con muchas cajas sin desempacar, pero no creí que a él le importara. Se sentó en la cocina y yo a su lado, impaciente por saber el motivo de su visita. Él no hablaba mucho así que yo empecé. Le dije qué milagro que te apareciste, y él respondió que es que no tenía nada que hacer y nunca había venido a mi casa. Luego hablamos un rato, pero él siempre con su tono sombrío y distante. Yo me preocupaba por él, y se lo decía. Pero nada, no respondía y se quedaba callado y a mi me desesperaba, por mas que lo quisiera me desesperaba que no dijera nada, y le dije pero dime qué cosa te pasa si antes eras tan alegre. Y él se quedo callado de nuevo, mirando el mantel, luego mirando no se que cosa y luego mirando el mantel de nuevo.
Y luego dijo algo como ¿que quieres saber qué me pasa?. Bien. He estado pensando. Sobre ti, sobre mi, sobre algunas cosas. Pensaba que si tu me quieres tanto como dices y como sé que me quieres, entonces ¿por qué yo no habría de quererte? Porque tú me quieres ¿verdad? Y yo le dije que sí, que lo quería con toda el alma. Pero luego guarde silencio y él continuó. Estuve pensando mucho sobre porque es que ocurría esto. Y algo que me ayudo fue el hecho de que yo me encontraba en la misma situación que tú. Yo también he sido alguien patético y desesperado que trataba de conseguir la atención de alguien a quien no le importaba en lo mas mínimo. Y yo no entendía por qué, por qué es que si la quiero tanto como tú me quieres a mí, por que no puedo estar con ella. Entonces, para resolver esa situación, me puse a pensar sobre qué es lo que yo siento por ti, de tal forma que, siendo ambos casos iguales, pudiese comprender mi situación con ella. ¿Y sabes qué descubrí, María? Descubrí que lo que yo siento por ti es desprecio. El más puro y desarraigado desprecio porque, precisamente, no me recuerdas a nadie más que a mi mismo, cuando trataba de conseguir lo que no podía y me comportaba como lo que no era. No sabes cuánto te odio por ser de esa forma. Si pudiese, te mataría en este preciso momento. Pero luego, me di cuenta que todo esto, aun cuando tiene absoluto sentido para mi, no tiene sentido para el resto del mundo. Es decir, ¿cómo puedo odiar yo a alguien que me quiere tanto? Yo lo entiendo perfectamente pero los demás no. Ellos no entienden nada de lo que pudiese sentir, o hacer. Pero yo sí te entiendo, le dije, aun cuando me daba muchísima pena todo lo que me había dicho, le dije eso solo para reconfortarlo. En fin, continuó, eso es lo que me pasa. Y espero no tener que volver a repetirlo. Y yo le dije pero espera, no he entendido muy bien. Y él dijo sí, exacto. Luego se fue. Y esa fue la última vez que lo vi. Después todos nos enteramos de lo del suicido, pero nadie estaba muy seguro de por qué se mato. Yo creo que fue porque se sentía solo, pero al mismo tiempo no podía aceptar la compañía de cualquier persona. Y siendo así, se convertiría en un hipócrita más, igual a todos nosotros, según le escuché una vez. Nunca había conocido a alguien como el. Y hasta ahora no he visto nada de él en otra persona. Sin embargo, la hipocresía de la que hablaba le he visto en todos. Como cuando se enteraron de lo del suicidio y casi a nadie le importó tanto como a mí. Tal vez algo de él se quedó en mí, y espero que al escribir estas líneas, ese algo se quede aquí conmigo.

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