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-No importa- dije, mientras dejaba el vaso en la mesa- Cualquier cosa nos vamos. Supongo que ella podrá cuidarse sola.
-Si, de hecho. Pero el Pokemon no me llama. Vamos a tener que esperar.
Yo no quería esperar al Pokemon. Quería irme de una vez sin tener que soportar la música, la gente, o el hecho de que Claudia me hubiese traído aquí. Ella conversaba con quienquiera a su alrededor, mientras nosotros dos estábamos sentados. No la culpaba. Cualquier cosa era mejor que estar aquí, aburrido, tomando cerveza sin decir nada.
En fin. Supongo que en el colegio las cosas no eran distintas. Tal vez tendría el cabello más corto. Si, de hecho tendría el cabello más corto. Recuerdo que solía peinarme con raya al medio y trataba de ocultar el cabello detrás de las orejas, con tal de que no me lo corten. Al final me lo corté, para la fiesta de promoción. Sugerencia de mi madre.
-¿Qué fue?-dijo Héctor, sonriendo-¿No te llaman?
-No-dije, mientras guardaba el celular-Si quieren me llaman…
En el colegio, por ese entonces, estaba con Patty. Ahora casi no recuerdo mucho (tal vez por el alcohol) pero lo que sí recuerdo es que me quería mucho. Era como una niña pequeña a la que debía cuidar, o al menos me daba esa impresión. Tal vez aun éramos niños, los dos. Era gordita y tenía una forma muy particular para reír. Debí estar enamorado o algo. Pero yo le gustaba y, por ese entonces, no había estado con nadie. Creo que eso es lo que pasa cuando estas en un colegio de varones. Además, tampoco era un tipo simpático. Al menos ahora tengo el cabello como yo quiero. No sé qué es lo que habrá visto en mí, pero el punto es que vio algo. Y a mí me gustó que hubiese visto algo cuando suponía que no había nada.
Aunque también podía hacerme enojar. No soportaba cuando se enojaba y trataba de hacerle entender mi punto de vista mientras le daba la mirada más amenazadora que podía. Me sentía en control con ella. Sentía que podía hacer cualquier cosa si me lo proponía. Ahora me arrepiento de eso pero, en ese entonces, se sentía bien.
De todas formas, no era la persona más madura del mundo. Tampoco ella. Pero por ese entonces, parecía que Lilith sí. Al menos lo suficiente como para darme arcadas.
-Habla, ponte otra más pues…
-Que la ponga Pokemon pues…
-Jajaja. ¿No?
Recuerdo que conocí a Lilith por Internet. En el hi5 para ser más precisos. ¿Qué mensaje le mande? Algo así como “Hola. Tengo que conocerte” o “debo conocerte”. Y algo como que “era muy parecida a mi”. Estupideces. No lo recuerdo. En fin. Comenzamos a hablar. Me dio su msn. Le habré dado el mío o me habrá agregado luego. Qué se yo. Hable con ella. Hablo conmigo. Nos hicimos amigos. Eso creo. Por ese entonces todavía no guardaba nuestras conversaciones, mas porque no sabía que porque no podía. Veía sus fotos. La veía a ella. Lilith en su casa, Lilith en la computadora. Y aprendía. Aprendía todo lo que podía de ella. Como cuando escribía, lo hacia de tal forma que solo respondía a lo mas mínimo que la pregunta exigía. Por ese entonces, para mí, resultaba algo sin precedentes. Pero eran sus fotos lo que más me llamaba la atención. Ahora creo que se debe a que la disposición de la luz era tal que no dejaba ver las imperfecciones de su piel. Pero por ese entonces yo no sabia nada de eso, y lo único que veía era el cabello lacio que caía perfectamente sobre su rostro limpio y sin marcas. Si, era bonita. Más que bonita, era bonita en tanto que no era bonita para los demás, sino para mí. Y eso ya es decir bastante.
-Oe, ¿y esa chica?-dijo Héctor.
Una chica acababa de llegar. Era rubia y tenía una camiseta blanca con un pantalón holgado y rosado. Era la primera vez que veía a alguien así de drogada, al menos como para repetir su nombre cada vez que saludaba. Pero… ¿Qué rayos? Era bonita. Yo tomé un trago amargo por inercia y seguí medio picado-medio aburrido.
La primera vez que la vi no me dieron arcadas, pero tampoco estaba del todo tranquilo. Yo estaba en casa y hablaba con ella por el msn. Parecía que estaba mal por algo o por alguien. Luego dijo que quería verme. Le dije que en media hora y ella dijo está bien. Esa fue la primera y única vez que hizo algo así. No recuerdo cómo me sentí en ese momento, pero debí sentirme muy feliz, o muy nervioso. Salí de mi casa. Estaba en la Bolívar y pasó un micro. Dentro de él, una chica con un polo a rayas. Supuse que era ella, y supuse bien, porque más adelante ella se bajó del micro. Yo estaba detrás de ella, y ella caminaba en dirección hacia donde nos íbamos a encontrar. Cuando llego, se volteó y me vio. Me parecía gran cosa haber hecho eso, como si hubiese aparecido de la nada, como si tuviera el control de la situación. Ella sonrió o algo. Yo me di cuenta que, en persona, ella no era tan bonita como en sus fotos. Una lastima, pensé, al menos no me pondré nervioso. O eso creí.
Caminamos, hablamos, reímos, seguimos caminando, paseamos, fuimos a galeras, vimos ropa, vimos CD’s, vimos más ropa, salimos, paseamos, caminamos y ella me dijo que había terminado con su enamorado. Yo trate de ser comprensivo. De entenderla en su…dolor, supongo. Pero ella no parecía triste. Siempre aparentaba estar calmada, serena, inexpresiva. Más adelante le dije que parecía una muñeca de Dresde, como en ese libro de V.C.Andrews. Pero ahí, junto a ella, viendo sus jeans, sus zapatillas, su polo a rayas, su cabello, su rostro no tan simpático como en sus fotos, pero bonito para mí y para nadie más, no importaba el silencio incómodo o el hecho de que ella no dijera nada o el hecho de que yo no dijera nada porque estaba muy ocupado viendo sus jeans, sus zapatillas, etc.
Cuando llegaron todos los que se supone debían de llegar, empezó la música. Es decir, la música que se supone que debían de tocar. Música experimental, o así dijo Claudia. Todo el jardín estaba lleno de gente que no conocía, gente invitada, gente que había venido con la gente invitada, gente que solo quería pasarla bien, tomando cerveza, hablando, riendo, conversando, fumando. Jaja, la chica drogada casi se cae, pero no importa, es bonita. Yo me pare porque ya no quería estar sentado, igual que Héctor.
Los días pasaron. Yo fui conociendo a Lilith más y más. Y no me cansaba. Mientras conversaba con ella, iba descubriendo nuevas cosas mientras corroboraba las que ya sabía. Ella vivía con su madre, su hermana y su perro, cerca de mi casa. Tenía un hermano que trabajaba en Canadá al que una vez mencionó cuando nos vimos. Escuchaba Lacrimosa y leía a Anne Rice. Se laceaba el cabello apenas salía de la ducha. Su madre le dijo que debía cambiar sus zapatillas celestes porque habían pasado de moda. Cosas así. Cosas de las que solo me percataría si estuviese obsesionado con ella, intrigado, anonadado. Y supongo que por ese entonces comenzaron las arcadas. No podía verla sin sentir una presión en el estomago que me obligaba a permanecer callado si estaba con ella o a recluirme en mi habitación si es que veía sus fotos. Supuse que se trataría del clásico síntoma de mariposas en el estómago de cuando uno se enamora, pero ya había estado enamorado antes, y esto era diferente.
En una ocasión, quedamos para vernos cierto día que ella no tenia nada que hacer, o nadie con quien salir. Fui a su casa y quise conversar con ella. Pero no pude decir nada. Era ese sentimiento otra vez, que hacía que me encoja por momentos y que, por ratos, me deprimiera ante el hecho de que estaba frente a ella y no podía. Recuerdo ver un gato en esa ocasión. Por su casa había muchos gatos, y a mi me gustaban mucho. Pero ese sentimiento otra vez. Yo la veía a ella, y ella no decía nada. Apenas si decía algo, trataba de recordar, de memorizar que cosa era, tal vez ya lo había dicho antes, tal vez, tal vez fuese la primera vez que lo dijera, tal vez lo decía por algo, tal vez solo lo dijo por decir algo, tal vez solo lo dijo en esa ocasión y no lo decía mas. Pero me gustaba estar con ella. Tal vez hasta me gustaba lo que sentía, pero ¿Cómo? Si es un sentimiento horrible, si hace que me encoja y que mi rostro se desfigure y que llore, pero la sigo viendo, y ella sigue viéndome a mi, por alguna razón.
-Oe, ¿y tú pata?-pregunté
-No se, no llama, cualquier cosa nos vamos cuando terminen de tocar.
En eso vino Claudia, de entre el montón de gente.
-Jaja, pensé que ya se habían ido o algo. Yo estado aquí filmando todo y conversando con quien sea. ¿Les gustó la música?
-La segunda me gusto más
-Pero la primera también estuvo chévere- dijo Héctor- Con los gritos y todo.
No se si alguna vez emprendí una búsqueda por saber por qué es que tenia todo esto. Siempre me he considerado bastante tranquilo como para que me pase algo malo, y no le daba mucha importancia. Después de todo, ¿que hay de malo en interesarse por alguien? Claro, lo malo es cuando te interesas en alguien cuando se supone que ya te interesaba alguien, en especial cuando ese alguien sabe de la existencia de la persona que ahora te interesa. Por supuesto, a Patty no le hacia ninguna gracia que viera a Lilith, o que hablara de ella. Y yo sabía que lo que hacia estaba mal, por eso es que termine con ella. O eso creí. De cuando en cuando me daba cuenta que no debía estar con Patty, y terminaba la relación. Ella se ponía muy triste, y con razón. Pero sabia que era lo mejor, aun si le hacia mucho daño. Mientras tanto, seguía pensando en ese extraño sentimiento que, hasta entonces, solo comparaba, en mi exageración, con alguna experiencia religiosa, con una posesión de algún tipo, o simplemente con un sentimiento extraño. En fin. Mis investigaciones no me llevaron a mucho en tanto que me limitaba a ver sus fotos o a guardar sus conversaciones y leerlas durante la noche, el día, o cuando me diera la gana. ¿Qué era esto? ¿Por qué ocurría? ¿Qué es lo que tenía ella que hacía que me sintiese de este modo y no de otro? ¿Qué hay de distinto con ella? Es bonita, si, para mí, pero no para el resto, comparando su rostro con el del consenso popular, Lilith seria una chica normal. Pero ¿por que no la veía así? No lo sé.
Al fin me decidí a decirle que me gustaba, que era lo que pude rescatar de todas mis acciones hacia ella. No podía verla, por supuesto, así que se lo dije por msn. Le dije que hacia que me sintiera de un modo distinto, que nunca había experimentado. Que sentía un profundo cariño hacia ella y blah blah blah. Yo no le gustaba, para mi desgracia. Le agradaba, si, pero no le gustaba. Ese día fui a ver a Patty, y no regrese hasta la noche.
Más adelante, las cosas se complicaron un poco. El sentimiento extraño, las arcadas, la desesperación de alguna forma placentera que sentía por ella se agravaron. Estaba inquieto. Mis notas bajaron. No podía estar tranquilo. Los latidos de mi corazón hacían que me sacuda ínter pausadamente. Fui a verla. Salimos. Fuimos a unos juegos mecánicos. Caminábamos. El sentimiento extraño estuvo presente la mayor parte del tiempo. Estaba inquieto. Lo que antes hacia que me quedara callado y taciturno ahora me volvía inquieto y desesperado. Le dije todo. No como antes, cuando le dije que me gustaba. Sino lo que sentía. Todo lo que sentía. No se como pero lo hice. Ella escucho. Me miro. Miro al suelo, miro a un lado, al otro, al suelo, al piso, a mí. Escucho. Y dijo que no entendía. Que no comprendía como algo así podía siquiera ser. Yo me desespere. Tome su rostro en mis manos y la empuje hacia una pared. ¿Es que no entiendes? Le dije. No se que me pasa cuando estoy contigo que hace que me sienta enfermo. Hace que quiera vomitar y que llore, pero aun así quiero volver a verte. Y no sé porqué. En ese momento golpeé la pared. Y otra vez. No había nadie. Ella me miraba. Yo respiraba con dificultad. Al final ella tomó mis manos, que aún estaban sobre su rostro, y dijo, esbozando una leve sonrisa:
-Es que eres un niño. Solo quieres ser un adulto, y piensas que yo soy el boleto de ida.
No dije nada. El sentimiento extraño se había ido, aunque supuse que volvería. No dije nada por un momento. Pero pensaba, ¿será verdad? Solté su rostro y la acompañé a casa. No dijimos nada. Yo pensaba. Y pensaba, y pensaba, y pensaba. Y me di cuenta que tenia razón. Que era un niño que quería ser adulto. Que tal vez solo quería utilizarla a ella, del mismo modo en que utilice a Patty, para crecer, para ser adulto, para fumar, tomar, dejarme el cabello largo, conversar, drogarme, bailar, divertirme, volver tarde a casa para hacer lo mismo la noche siguiente, tal vez con una dosis de sexo casual. Eso era todo lo que ella había hecho y supuse que, estando con ella, podría ser igual, podría hacer lo mismo. Ese sentimiento, entonces, ¿qué era? Tal vez solo la desesperación latente de que, quizás, el mismo sentimiento era en vano, de que estar con ella no era la respuesta que tanto anhelaba conseguir de ella. De que, quizás, en realidad nada de eso tenia la menor importancia.
-Ya fue-dije-Vamos al Woodstock. Estoy que me cago de hambre.
-Ya pues- dijo Héctor.
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