E incendió mi cabeza, con sus demonios
Ella usó mi cabeza como un revolver – Soda Stereo
Así que las estrellas no son blancas como el humo del cigarro, no, miento, el humo del cigarro no es blanco, es gris, a veces azul, pero… ¿qué carajo importa eso? Lo que importa es que tienen muchos colores. Mi nombre es Irina Bosnikov y soy hija de la revolución desde noviembre, desde que mi familia murió. Mierda, que frío hace. Carajo, por eso odio Diciembre, y lo odio aún más porque significa el fin de mi relato y también el comienzo. ¿El clima?… no me acuerdo, tampoco recuerdo el día exacto, ni el mes, mierda, creo que ni me acuerdo el año. Solo sé que con todo eso de la revolución, hacía tiempo que no me detenía para mirar las estrellas, esas que creía eran blancas y que tanta paz me daban. Hacía tiempo que no disfrutaba de un cigarrillo, ya que todos los fumaba a medias, entre las balas y las explosiones, entre la sangre de los inocentes que morían por la causa y los perros que morían por el régimen totalitarista. En fin, recuerdo que por esos días yo estaba fumando demasiado. ¡Ja! ¿Qué diría mi madre si supiera que su hija, la condesa de Jajce, hija del archiduque Bosnikov, estaba fumando como una cualquiera? Eso no importa, total, pronto los distintivos aristocráticos no valdrían ni mierda y mi padre no sería el archihuevón de Jajce, y yo no sería la condesa, y mi madre ya no sería una zorra porque probablemente la revolución acabaría con su vida. Ya me acordé, creo que era noviembre, ¿o quizás octubre? No importa, la cosa es que el régimen socialista estaba a punto de ser proclamado victorioso, el pueblo lo buscaba, yo lo buscaba, la sangre no había corrido en vano. Hasta podía oler el momento de la victoria, la sangre de los caídos, el olor a pólvora húmeda; podía sentir nuestra victoria aproximarse, mi victoria. Carajo, maldita esa frase, maldita la idea de victoria, maldita la misma madre que me parió. ¿Por qué tuve que pensar en eso? ¿Por qué me tuve que condenar así? ¿Por qué? Tal vez por la hermosura de las estrellas, esas a las que nada les importa, o por el frío de mierda que hace en Yugoslavia. No… no creo, seguramente porque en el fondo, yo sabía que no todo era como parecía. Desde hacía un tiempo, venía con esa imagen en la cabeza; desde hacía un tiempo, yo sabía, muy adentro de mi ser, que algo andaba mal. Creo que era el cigarro…no, mierda, no era el cigarro. ¿Tal vez mi figura? Vamos, ser la revolucionaria más puta de la revolución tenía sus beneficios, beneficios que tenía que proteger. No, tampoco era eso, nunca fui tan narcisista. A veces creo que… no, ni cagando, eso no puede ser, era casi un insulto pensar que eso andaba mal. Pero, ¿quizás? No… Irina, no puede ser eso, tú sabes que si hay algo que está bien es eso por lo que tú luchas, tú sabes que no has liderado una revolución por las huevas. O, ¿quizás sí? Prendí el segundo cigarro, o tal vez el décimo, no me acuerdo y tampoco me importa. Las estrellas seguían ahí, parecía que se movían, que se querían escapar, cerrar los ojos y huir de este mundo de mierda. Claro, por eso luchaba, para cambiar este mundo de mierda, o ¿era por otra cosa? No, mierda, Irina, deja de pensar así –dije pausadamente y luego de un rato, y de un par más de cigarros, proseguí: tú luchas por tus ideales y punto. O, ¿es que luchaba por algo más? Mierda, no puede ser, no, yo lucho por la gente, yo lucho por el bien, yo mato y muero todos los días para alcanzar justicia, no, puta madre, no, no puede ser eso. En medio de esas contemplaciones, alguien me interrumpió. Creo que fue un teniente, o un simple soldado, no me acuerdo y no interesa, el punto es que la persona que vino lo hizo con mi comida y con una lista de papeles que tenía que firmar y un informe de 14 folios en los que se me informaba minuciosamente acerca de la evolución de la revolución. 7’405 muertos, 24’965 heridos, 4 regiones más se encontraban bajo nuestro régimen, mierda, ¡¿Ya son 7’405 los muertos que han derramado su sangre por la revolución, en las blancas nieves de Yugoslavia?! ¿Qué? ¿7’405 en un solo día? ¿En total, la sangre de casi el 10% de la población ha sido desparramada en la nieve? Mierda, mierda, y más mierda, necesito un trago. Teniente, tráigame Vodka, brindemos por los héroes que han muerto por la causa, por cada uno de ellos, brindemos por las estrellas. Después de haber tomado unos cuantos tragos, le di la orden al teniente de desnudarse, de quedarse en pelotas, como su madre lo trajo al mundo, y de follarme, como si de una puta se tratara, cómo me gustaba sentirme puta, cómo me gustaba pensar que, si mi madre se enterase de que su hijita, la condesa de Jajce, era toda una puta, se moriría, tal vez, de vergüenza. No, creo que se moriría de un infarto o se suicidaría. Creo que eso me brindó más placer que el mediocre sexo que me dio el teniente. Eso, el sentirme toda una zorra a los pies de un casi desconocido y de imaginar a mi madre, mirándome con esos ojos de vergüenza, de estúpida, con los mismos ojos que me miraban mi padre y mis hermanos todas las noches antes de dormir. Después de follarme como una tortuga vieja lo hubiera hecho, le di la orden, fulminándolo con la mirada, de que retirase todo y se fuera a descansar, ya que, probablemente, mañana moriría, o moriría su familia, o tal vez no, tal vez yo moriría. Esa noche no pude dormir, esa noche me quedé mirando las estrellas, esas, blancas como la nieve… no, miento, la nieve ya no es blanca, ahora es roja por la sangre de todos los Yugoslavos, de todos y cada uno de ellos. Esa noche tuve pesadillas despierta, me acordé de cuando mi madre me quería volver una condesa, con sus clases de etiqueta y sus sesiones de té, ese té asqueroso que se traía de china. De esas buenas costumbres a las que nunca me acostumbré. También soñé con esas noches en las que mi padre me venía a visitar…con mis cuatro hermanos y juntos jugábamos al doctor…a la mamá y al papá…a la orgía romana. Mi padre y mis cuatro hermanos me violaban sin que mi madre dijera nada, para luego mirarme con esa cara de vergüenza, esa cara que nunca olvidaré. También, con mi padre, frente a mí, mandando a fusilar a 15 campesinos por reclamar sus derechos, por pedir un pan más al día. Creo que ese día fue el primero en el que morí…no, mentiría si dijese eso, creo que ese mismo día fue en el que realmente nací. Y nací como una revolucionaria. También soñé con el día en el que me enamoré por primera vez, me acuerdo muy bien de Yugoslav, me acuerdo de sus ojos, me acuerdo de la primera vez que cargué un arma y cuando me enseñó a matar, y me acuerdo de su cuerpo, y de cuando me regaló mi primer fusil… me acuerdo de su puntería para matar y enseñarme de nuevo a vivir, pues solo me sentía viva cuando mataba. Me acuerdo cuando sentí el placer de vengarme por primera vez de mi madre y huir de la casa…de la primera vez en la que pensé que lo único puro en este mundo eran las estrellas, esas estrellas blancas, blancas como los huesos que se despedazaban al contacto con las balas. También me acuerdo de la primera vez en la que prendí un cigarro en noviembre, todo en noviembre. A la mañana siguiente me levanté con un malestar tremendo. Eran las siete y todos ya estaban listos para iniciar la partida. Era el momento de culminar con la revolución, de re-instaurar el régimen socialista, de luchar y morir por la patria, de cagarme en mi madre, fumando y follando como una puta, de matarla, de matar a todos mis fantasmas, de matarme. No, mierda, no pienses en matarte, no pienses en tu muerte, tu eres la líder de la revolución y no puedes morir… carajo, no puedes morir y menos suicidarte. Me levanté, ya sin estrellas, y prendí el primer cigarro del día. Ya me acordé, era noviembre, me acuerdo porque una semana antes había sido mi cumpleaños, me acuerdo porque mi cumpleaños cae en otoño y porque en otoño se ven mejor las estrellas, porque en otoño hace un frío de mierda y las muertes de mis hermanos compatriotas lo hacían más frío aún…me acuerdo porque el día de mi cumpleaños hacía el mismo frío y fue en uno de mis cumpleaños la primera vez en que mi padre me violó, carajo, si algo sentí esa noche fue frío. También me acuerdo que era noviembre porque toda mi vida pasó en noviembre así que asumo que debe de haber sido noviembre. Puta madre, la resaca me estaba matando y tenía que salir a dirigir la revolución, así que, luego de bañarme en agua fría (pensándolo bien, comparada con el frío exterior, era casi como agua hirviendo), me vestí y me preparé para la guerra, para la muerte. Me acuerdo que salí con un cigarro en la boca, un fusil en el hombro y un frío de mierda en los huesos. Ese era el día de mi muerte, o tal vez de mi vida, y había comenzado mal. En el transcurso del día nos dirigimos a Jajce, donde todo comenzó y donde todo terminaría. Ese día se impondría la revolución, ese día mataría a la puta de mi madre por el pueblo o, ¿por mí? No, mierda, Irina, cuantas veces tengo que repetirlo, esto lo haces por el pueblo, no por ti, ¿entiendes? Carajo, no me quedaban cigarrillos, en el próximo pueblo tendría que abastecerme de una gran cantidad de tabaco o mi humor sería peor de lo normal. Ya quería ver la cara de mi madre cuando me viera llegar, liderando la lucha armada, asesinando a mis hermanos, esos hijos de puta que me había violado tantas veces, en esas noches sin estrellas…fumando como una mujer de mal vivir. Aún hoy puedo escuchar el rugir de la masa, hasta hoy puedo oler la sangre de esa vieja puta, hasta hoy la puedo escuchar rogar por su vida, besarme los pies, lamerlos. Todavía conservo la sangre en mi bota derecha, la cual se manchó al romperle la nariz de un puntapié. Creo que hasta puedo sentir ese placer. Y, ¿ahora qué? Mi madre está muerta, mi padre está muerto, a mis hermanos los está violando todo el ejército revolucionario, uno por uno, un polvo por estrella, un polvo por cigarrillo que he fumado en mi vida. Llegó la noche…esta vez no hubo informe, no hubo muertos, o tal vez sí, no me importa, solo una fiesta, un aquelarre, casi una orgía romana. No me acuerdo cuán puta me sentí esa noche, cuánto Vodka bebí, cuántas veces follé con cuánto hombre quisiera hacerlo: ese día fui del pueblo. Ese día me cagué en mi madre y en todas sus cojudeces, esa noche por primera vez me sentí viva sin matar, no, me equivoco, por primera vez me sentí realmente viva gracias a la muerte de mi madre, la de mi padre, la del régimen totalitarista, la muerte del capitalismo y al triunfo de la causa.¡No! a mí qué me importa la causa. Me cago en la causa ¡No! ¡Mierda! ¡Irina! Estás viva porque ganaste la revolución, estás viva porque el pueblo se ha visto reivindicado, porque toda esa sangre que ha corrido no ha sido en vano, porque tu victoria es la del pueblo. Estás viva por las estrellas. ¡Ja! ¡Esa puta yace ante mis pies, su sangre misma mancha mi ropa! Madre, me he vengado, me he vengado de la mejor manera y ahora tus hijos sufren, sufren cien veces lo que yo he sufrido y mañana sufrirán aún más, cuando los castren. Cuando les quiten las pelotas y los dejen vivir, humillados como tú me humillaste, como el bastardo de mi padre me humilló, como tu permitiste que me humillara. No, esta noche no, esta noche hay estrellas y no pienso desperdiciarlas, esta noche, duerme tranquila porque lo has logrado. Esta noche, no tomarás té y no tendrás que acostumbrarte a las buenas costumbres. Duerme, carajo, ¡Duerme! No, no podía dormir tranquila, esta vez me acosaban nuevas pesadillas, nuevos fantasmas en forma de una puta pregunta: y, ¿ahora qué, Irina Bosnikov? ¿Ahora por qué vives? ¿Por el pueblo? No, me importa un carajo el pueblo, nunca me ha importado mucho en realidad ¿Por ti? No, me importa un carajo mi vida, soy una puta adicta al tabaco. ¿Por la causa? No, es una cojudez eso de la utopía, yo lo se, todos lo saben, por las huevas hacemos esto ¿Por qué habría de importarme mi vida? ¿Tal vez, para demostrarle a tu madre quién eres? No, carajo, ya está muerta, no puedo vivir por un muerto, coño. ¿Por qué carajo vivo? ¿Por las estrellas? ¿Por los cigarros? ¿Para sentir poder? No, mierda, el poder me lo paso por el culo. ¡Tú! ¡Ven! Te ordeno que te desnudes y me folles como una tortuga, que me uses, que me hagas sentir una puta. ¡Tú también! Creo que una veintena de hombres pasaron por mí esa noche, o tal vez más, una centena, un millar, no me importa cuántos, lo que importa es que así fui follada hasta muy entrada la noche, intentando huir de mis demonios, sintiendo placer al cagarme en mi vieja, en toda su cojudez del té, de la etiqueta, en todas sus desigualdades. Mierda, creo que Freud se sentiría feliz de analizarme…qué pena que esté muerto. Mierda, las estrellas se están ocultando, apagando mejor dicho, o quizás eran los efectos del licor. Definitivamente fue noviembre, porque en noviembre fue la última vez en la que disfruté de un cigarrillo, fue la última vez en la que observé las estrellas mientras me follaban, fue la última vez en la que me sentí puta y me gustó, fue la última vez en la que sentí el frío de mierda otoñal congelando mis huesos, fue la última vez en la que me sentí viva. En noviembre, me pegué un tiro en la cabeza, en noviembre acabé con todos mis fantasmas, en noviembre descubrí que toda mi vida he creído que luchaba por mis ideales, cuando simplemente luchaba contra la puta de mi madre. En noviembre, mi sangre, como la de tantos otros yugoslavos, manchó la nieve por última vez.
Buen cuento. << Mierda, mierda, y más mierda, necesito un trago. >>, esta parte me gustó más. Lo que no me gustó es el título: trata de decirlo de otra manera. Buen cuento. Saludos.