Archivo por meses: octubre 2008

‘Una gata’ por Marino Mateo

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“tensión:
altura ni tiempo / la fuga y el misterio”.
Pequeña suite para imágenes terminales – Israel A. Chira

A la misma hora de su primera botella de leche ella decide ignorarla y dar su excursión como para seducir a algún gato solitario presto para escuchar sus ronroneos. La súbita expresión de las órbitas desde el firmamento raso hace que esta criatura presienta las vísperas del humo. Observa, se asombra. Huye. Descubre un refugio por las calles de Manhattan. Tras presenciar el primer movimiento se desvanece rauda entre los cuerpos de los próximos muertos que luego aparecerán, eso cree, en las noticias de Twentieth Century Fox. Especula entre los escombros que un gran pájaro de acero rasguñó brutalmente a una de las gemelas. 8:45, eso cree. Segundo pájaro. –Miau- su cola. Un susto, entre otros, marcado para siempre en su cola. <<Tensión: altura ni tiempo / la fuga y el misterio>>. Zafa del lugar con temor a los pájaros de acero y un poco de polvo penetrado en sus entrañas. Su dueño la espera, eso cree, en la oficina de siempre (calle 45 – noticiero), un día 11 por una tarde alimentada ya de tóxico.

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‘El milagro del 11 de septiembre’ por Nuria Allemant

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Son las ocho y cuarenta y seis de la mañana. Un estruendo enorme lo obliga a abrir sus enormes ojos claros. No hay tiempo para estirar su cuerpo. De un salto llega a la ventana abierta donde sólo puede contemplar la luna. Pero no hay luna, sólo mucho polvo, fuego y mucho ruido.
-¿A qué estarán jugando ahora los humanos? – Se pregunta
mientras lame su pata izquierda. Pero se detuvo. Lo que veía llamaba mucho más su atención que el juguete de ratón con cascabel perdido por alguna esquina: los edificios gigantes que odiaba porque le impedían ver el resto de la ciudad, los causantes del polvo que tardará días en quitarse de encima, se desplomaban ahora como si siempre hubiesen sido de una tela pesada suspendida en el aire que se ha soltado de un zarpazo.

Los humanos gritan, lloran, hacen ruido abajo. No entiende por qué si en una hora con cuarenta y cinco minutos ha ocurrido aquello que deseó toda su vida, un milagro: nunca más se le impedirá la vista de toda la ciudad desde su ventana.

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