‘Flotación’ por Renato Constantino

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Poco reino es la cama para este buen amor
Para hacer el amor – Antonio Cisneros

Ya casi estoy llegando. No puedo detenerlo. No quiero detenerlo. ¡Oh Dios! Ya no puedo. Mis ojos ya deben estar en blanco. Blanco, blanco, blanco…
– ¿Qué mierda haces ahí? –
Siento que reposo de nuevo en la almohada y en sus piernas. Ya me imaginaba que reaccionaría así. Lo raro sería que no lo hiciese. La verdad es que no sé cómo diablos explicarle que soy una mujer que flota al tener orgasmos. Su grito me ha vuelto a la cama. Debería ponerme debajo, pero me gusta dominar, ¿qué le voy a hacer?
– Qué fue eso, Clara?
De nuevo, no sé qué decir. Le balbuceo cosas como que es una reacción increíble que solo siento a veces cuando yo me toco. Le digo que él es el primer hombre que me ha dado un orgasmo y ha logrado hacerme flotar. Sus tontos ojos pardos, que brillan a la luz de la lámpara, se encienden más. Todos los hombres que han logrado hacerme flotar (tampoco son tantos) se han tranquilizado ante la idea de ser los únicos.
Debo decir que es horrible ser distinta. Cuando una colegiala se excita suele erizar los pezones. Cuando a los catorce yo me excitaba una fuerza sobrenatural me jalaba de la nuca para hacerme parar en puntillas. Si a los dieciséis mis amigas mojaban calzones por el profe de Sociales, yo debía agarrarme de la carpeta para no elevarme como una zombie mientras leía las libidinosas (y malas) novelas de Isabel Allende. Sin embargo, considero que es algo extraño pues no me pasó con ninguno de mis enamorados del colegio. Nada. Nada de nada. Quizá era que a todos los veía como hermanitos tontos que vivían por y para ver pornografía.
– Entonces ¿te masturbabas, amorcito?
Sí que hay gente imbécil. No puedo creer que esos ojitos pardos sean tan idiotas. Le digo que solo antes de conocerlo a él. Le digo que lo amo. Y ya se durmió. Los hombres suelen cansarse mucho más que las mujeres haciendo el amor. Debe ser en compensación por el dolor de la primera vez. Cernuda decía que los cuerpos hacían un ruido triste al amarse, pero creo que es peor oír los ronquidos tranquilos de una persona que cree que la amas. No puedo quedarme aquí. Me cambio. Me da algo de pena. Sin embargo, si algo se aprende al flotar es que atarse con una pita débil es idiota.
Le escribo en una servilleta: “Poco reino es la cama para este buen amor”. Quizá crea que el verso es mío. Me dirijo a la puerta. Retrocedo. Agrego “No me llames” a la nota. Espero que entienda. La luna ilumina la calle. Mañana la tocaré. Hoy estoy demasiado cansada.

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2 pensamientos en “‘Flotación’ por Renato Constantino

  1. Anónimo

    Hola, acabo d leer tu cuento (obvio). Me parece un tanto repetitivo aquel monólogo d la chica; sin embargo, has cautivado la sensación perenne d aquella situación n la cama. Buen cuento aunk revisa esto: <pero creo que es peor oír los ronquidos tranquilos…> , la idea quizá esté bn, no obstante, la fluidez un tanto como k se atropella (sonido). Sigue así, todo va bn. Cdt.

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