Sus ojos amarillos, aunque con algo de polvo, y su cuerpo oscuro, que no percibe el día o no lo toma en cuenta, hacen que este animal reconozca el susurro de un parque, la amistad de una banca, el coqueteo de las flores y el deseo de los besos. Piensa en el frío como si fuera la noche entrante y en la lluvia como hombrecitos de agua en una danza macabra. Algo de cola color sábado. Sus uñas, que podrían ser largas, son cortas. Ama sus bigotes y los moja de whisky mientras se putea en la entrepierna de cualquier dueña y en cualquier habitación. Suele quedarse en silencio. Cada sábado ronronea a lado de la Luna un I want a trip trip trip como para recordar a los muchachos, luego el cri-cri de los espejos le recuerda secretamente su vida de farol.
“Algo de cola color sábado” por Mateo Marino
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