Satisfaction brought it back
Oteando enmarcado en una ventana de su penthouse, en su natural pose de esfinge y con la tranquilidad de a quien le quedan tres de sus siete vidas por vivir, se preguntaba por qué ya no hacían las cosas como antes. Las pirámides ya no eran como antes. Peor aún, ni si quiera eran pirámides, sino vulgares torres sin ningún sentido estético en absoluto. Encima igualitas. Gemelas, así les decían. ¿Qué paso con la orientación de éstas? ¿Qué pasó con las esfinges y templos que las resguardaban? ¿Acaso se olvidaron cómo hacerlas?. No había necesidad de hacerlas tan altas, ni tenía sentido eso de los aviones estrellándose. Los dioses estaban furiosos y se las estaban tirando abajo. Eso estaba tan claro como el agua para él, que sin embargo no producía gesto alguno, pues no era problema suyo. Él también es un Dios. Pero estos humanos, necios y obstinados, siguen plagando el desierto de estas construcciones inútiles. Tampoco son como los de antes, se decía a si mismo, y están pagando el precio de no serlo. La curiosidad no es digna de los mortales. Su afán por llegar más alto los lleva cada vez más a la ruina. Y deducía él: si yo estoy aquí, ronroneando, y los humanos están ahí, en medio de las llamas y el derrumbe, la curiosidad ¿a quién mató?
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