Las puedes ver flotando inmóviles por el aire, conteniendo en sus alas el incesante rugir del viento sobre la cima de un barranco. Las hay blancas, grises, blancas y grises; otras son obscuras, pero son pocas. Cuando hace calor, pasean por el litoral de sur a norte, cuando hace frío norte a sur. Para poder observarlas, recomiendo sentarse, encender un cigarrillo y conversar; es preferible estar acompañado, así, tendrás al menos un testigo de la estatua voladora que viste aparecer en medio de la nada, allá sobre el horizonte. Porque es así como aparecen: de la nada; interrumpen tu conversación con su volar, únicamente acompañadas por las olas del viento y el soplido del mar. Muy rara vez, algunas, sólo algunas, mueven su cabeza y parecen mirarte, contemplar tu fijación y, para sí, despreciarte por tu extrema cercanía al cielo.
“Esculturas celestiales” por Juan Cárdenas
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lo que me gusta de esta descripcion es como capto esa imagen de estatuas voladoras que en realidad es la caracteristica de estas aves al volar