“Lectura inesperada” (por Diego Martínez)

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lectura inesperada

Salió del ascensor con prisa, cruzó la sala de recepción de la empresa, y con un poco efusivo “Hasta mañana” abrió la puerta que daba a la calle. Eran casi las nueve de la noche, muy pocos autos pasaban por su costado, mientras él buscaba las llaves, se dirigía a su auto, aparcado en el estacionamiento de enfrente. Tomó las llaves, con los dedos iba tanteando para sacar la del auto, la cogió y abrió la puerta, apagó presuroso la alarma y entró. Condujo por las mismas calles de siempre, doblaba las mismas esquinas, escuchaba las mismas canciones de todos los días, y en cuestión de minutos llegó a su casa. Sabía que su esposa estaría despierta todavía, que el niño ya estaría dormido, y “argos” se avalancharía hacia él ni bien cruzara la puerta, y así fue. Luego sentados a comer, hablaron sobre cómo estuvo el día, de cómo él ya estaba aburrido de su trabajo, de que ella se había hecho tarde para recoger a Matías del colegio, de cómo “argos” había roto un florero de la sala. Él escuchaba y hablaba poco, comía con rapidez, sólo pensaba en llegar a su cuarto y leer esas pequeños cuentos que había conseguido una semana atrás en una feria de libros. Dejó a su esposa en la cocina, y subía las escaleras, fue directo a lavarse los dientes, salió y entró al cuarto de su hijo, le dio un beso en la frente, lo cobijó y salió hacia su dormitorio. Se cambió de ropa, cogió el libro de la mesa, se recostó en el sofá que estaba al costado de la cama y prendió la lámpara.
Con mucha comodidad abrió el libro, un hombre misterioso se ponía el gabán mientras miraba por la ventana, cogió el arma y dejó ordenó los papeles que tenía sobre el escritorio. Caminaba de un lado a otro impaciente, esperando el momento preciso para salir tras su víctima. Volvió a mirar por la ventana, miraba hacia el edificio de enfrente, mucha gente salía pero ninguno era el que él esperaba, de pronto lo vio, e inmediatamente cogió su arma, la guardó en el bolsillo interior de su gabán, también tomó los papeles de la mesa y salió del cuarto. Bajó por las escaleras porque así llegaría al primer piso más rápidamente, bajó la velocidad al salir a la sala principal del hotel, caminaba con paso firme, saludó a la señorita de recepción y cruzó la puerta. Tomó un taxi que estaba pasando por ahí, sólo dijo “Siga a ese auto” y se sentó en la parte posterior. Mientras lo seguía, iba pensando en el momento exacto para hacer lo que debía hacer, las calles pasaban y él se ponía más ansioso por llegar al destino, sacó los papeles que indicaban todos los movimientos de su presa, los leía y releía mientras el auto seguía en marcha.
De pronto su lectura fue interrumpida por su esposa que le dejó una taza de te al costado de su mesa, le dio un beso de buenas noches y se acostó en la cama. Él se levantó del sofá y se dirigió a la ventana, la noche estaba fresca y tranquila, cerró las cortinas y volvió a sentarse, tomó un sorbo de té y lo dejó otra vez en la mesa. La lectura lo tenía sumido, quería saber hacia dónde se dirigía este hombre misterioso, quién era su víctima y por qué lo quería matar. El taxi se estacionó junto a un parque, el hombre volvió la mirada y vio al auto estacionado en la otra acera, no dijo nada, sacó unas monedas del bolsillo y pagó la carrera. Salió del taxi y se sentó en unas de las bancas del parque, prendió un cigarro y esperó. Estuvo sentado por unos minutos, tiró el cigarro al piso y se levantó, cruzó la calle y llegó a un jardín. El perro duerme adentro, pero en un cuarto aparte, en la cocina siempre dejan la ventana que da a la calle entreabierta, se trepó con cuidado y entró a la casa. Todas las luces estaban apagadas, llevaba los papeles en una mano y en la otra, el arma. Se acercó a la luz de la calle y trataba de leer lo que decían los papeles, recordó que debía de sacar carne de la nevera para el perro y así lo hizo. Sabía todo lo que había en cada cuarto, se conocía la casa más que sus propios dueños. Con el perro comiendo feliz, no habría mayores dificultades en el primer piso, así que se dirigió a paso lento hacia la escalera.
Volvió la mirada hacia la cama, su esposa dormía plácidamente y el silencio era su único compañero en ese momento. Se volvió a levantar del sofá, y se dirigió hacia el cuarto de su hijo, todo estaba tranquilo, y así debía de ser. Tenía en la cabeza al cuento que estaba leyendo, sentía que tal vez eso podía estar sucediendo, así que volvió a su cuarto, se puso una bata y se dirigió a las escaleras. Bajó poco a poco, peldaño por peldaño, todo estaba oscuro, su vista no podía reconocer las cosas aún y se le hacía complicado bajar a tientas. Llegó al primer piso, no vio nada, todo estaba como siempre, así que volvió a subir, y recostado en el sofá retomó la lectura.
Al llegar al segundo piso, vio luz en el cuarto del fondo, volvió a sus papeles, tendría que ser él, seguía leyendo sus papeles mientras caminaba hacia la puerta, pasaba por otros dormitorios, pero él estaba seguro que él estaría en la del fondo. Mientras se acercaba, tomó el arma en las manos, pero con la mirada puesta en los papeles. Llegó a la puerta y deslizando la manija la fue abriendo.
El miedo lo absorbió, levantó la mirada y miró hacia la puerta esperando a que ésta se abriera, pero no ocurría nada. Se levantó y se dirigió hacia la puerta y en se preciso momento, se comienza a abrir. Espera parado, inmóvil, y de pronto entra su hijo. El alma le volvió al cuerpo, lo abraza y lo echa para que duerma con él. Cierra la puerta del cuarto y antes de irse a dormir le da curiosidad en qué acabaría el cuento, lo toma otra vez y lo vuelve a leer, mientras empieza la lectura escucha unos ruidos en la puerta, pero está muy concentrado para hacer caso.
Al abrir la puerta se queda parado y decide no entrar, sigue leyendo sus papeles y sabe que su víctima no está sólo, su esposa y su hijo están ahí también, y él no estaría dormido como debería sino sentado leyendo un libro. Da media vuelta, guarda sus papeles y el arma, baja las escaleras y sale por a ventana.

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