Desde el momento que entró a mi camerino supe que me traería problemas. Medía por lo menos 1.85 metros, y tenía más espalda que los guardias en la entrada del desfile. Definitivamente era una mujer que imponía su presencia, aunque dudé desde un principio cuanto de mujer tendría. Lo primero que hizo fue empezar a revisar mi camerino, sacando todo de su lugar y desordenando lo que me había costado un día entero ordenar. Al final terminó encontrando las 5 botellas que había escondido cuidadosamente. Después se paró en la puerta, e inspeccionó con la mirada el cuarto entero. Segundos más tarde, agarró una botella que parecía de perfume en el tocador, y la puso junto a las 5 botellas.
– Como vez, no hay forma que puedas esconder las botellas de mi. Tengo un sexto sentido para estas cosas, así que mientras esté acá usted se va a concentrar en el desfile y a llegar sobria al final del evento. ¿Me entendió bien señorita?
– Si – respondí inmediatamente, aun asombrada por la escena que acaba de presenciar.
Le dio una última mirada al cuarto, me miró de forma amenazadora y salió. El desfile comenzaba en una hora, y no sabía que iba a poder hacer sin tomar algo hasta entonces. Tenía que tomar algo, lo necesitaba. No iba a poder salir a desfilar si no encontraba una solución a este dilema.
Hacer de niñera era lo último que había pensado hacer. Pero chamba es chamba y le estaban pagando bien. El que la contrató se veía muy desesperado y había depositado en ella toda su confianza.
– Claudia es una excelente modelo y una excelente persona, pero tiene este pequeño problema… usted sabe… suele tomar mas de lo debido – le explicó el señor cuando la fue a contratar. – Solo tienes que tener cuidado, ya que no hay hombre que pueda resistir su mirada. Todos caen rendidos y ella puede lograr que hagan lo que ella quiere. Mientras mantengas a los hombres alejados al igual que al trago, todo va a estar bien.
– No se preocupe señor, los hombres me suelen tener miedo y el trago es mi peor enemigo. Se como luchar contra los dos.
– Hasta la próxima semana entonces. Nos vemos. Esté puntual.
– Ahí estaré.
Una semana después aquí estoy, en este gran evento del modelaje, cuidando a una modelo alcohólica. El mundo cada vez está más loco. Miro la puerta del camerino de la chica. Solo espero no tener ningún problema.
Faltando media hora para que comience el desfile de modas, una chica sale de forma silenciosa de un camerino, y se va rápidamente hacia la puerta que da a la calle. Una mujer grande y musculosa se esconde detrás de una pared, espiando las acciones de la chica. A penas la ve dirigirse a la puerta, la sigue.
En la puerta hay dos hombres de seguridad uniformados, con frío y bastante aburridos. Cuando escuchan que alguien toca la puerta por dentro inmediatamente la abren. Bastó con que miraran a la chica a los ojos para que se quedaran inmóviles, como si hubieran sido embrujados. Intercambiaron unas palabras, y uno de ellos se separa del grupo, cruza la calle, y desaparece en la transversal. La chica entra de nuevo, y vuelve a su camerino por donde vino, con el mismo cuidado que a la ida.
Una vez que escucha la puerta cerrarse, la mujer grande y musculosa se dirige a la puerta de la calle, la abre, y sale.
Faltaban pocos minutos para el inicio, y el guardia no había tocado su puerta. Lo esperaba ansiosa, necesitando aquello que le podría promocionar. De pronto, un papel se desliza debajo de la puerta. Intrigada lo abre. Lo que leyó la hizo dar un grito de frustración. La maldita esa a la que le habían pagado para cuidarla le había escrito dándole las gracias por la botella de ron y deseándole mucha suerte en la pasarela. Necesitaba tomar. Acaso no entendía. Llevaba todo un día sin probar una sola gota del alcohol. Por unos momentos soñó con un cuba libre, pero la maquilladora tocó su puerta. Era hora de los últimos toques antes de que empiece el show. Pero esto no se había terminado. Sacó su celular e hizo unas llamadas. La que ríe al último ríe mejor.
Alrededor de la pasarela había un sin número de gente, todos esperando ver a las flamantes modelos salir a dar su caminata. Adentro, todo era un pandemonio. Chicas corriendo por todos lados, estilistas desesperados persiguiéndolas y organizadores haciendo arreglos de último minuto. Claudia ya estaba cambiada, aunque estaba lejos de estar tranquila. Aun no había conseguido el trago. Afuera la música empezó a sonar. La desesperación era cada vez más grande. Ella estaba entre las primeras, pero no había forma que salga sin tomar algo. Se deslizo hacia el final de la fila, esperando lograr más tiempo. De reojo pudo distinguir a Miguel, quien se le acerco con dificultad entre la multitud.
– Disculpa Claudia, me costó mucho poder escabullirme entre los de seguridad para entrar acá – explicó sin mirarla a la cara.
– ¿Tienes lo que te pedí?
– Si lo tengo – respondió Miguel mientras le mostraba una pequeña botella que tenía en el bolsillo. – Pero no te lo debería dar. Se lo prometí a tu hermana.
– Mírame a los ojos y dime si realmente crees que voy a tomar más de un sorbo. Solo es remojar los labios – insistió Claudia, mientras le levantaba la cabeza con la mano para que la mire.
Miguel intentó resistir, pero a penas su mirada hizo contacto con la de Claudia, se dio cuenta que cedería y que no podía negarle nada.
– Bueno Claudia, toma, pero solo un sorbo y me lo devuelves.
Claudia le arrebato el pequeña botella
– No te preocupes, yo lo guardaré. Quiero tomarlo justo antes de salir. Además, ya tienes que volver que el guardia de seguridad acaba de pasar por acá y parece que busca a alguien.
Miguel intentó contradecirle, pero no pudo, y viendo su impotencia ante esa mirada, dio media vuelta y se fue. Claudia estaba feliz. Se volteó para mirar la salida hacia la pasarela. Al dar la vuelta, se encontró con una muralla humana que le bloqueaba la vista.
– Te creíste muy inteligente. Pero yo tengo tu celular intervenido y supe lo de Miguel hace un buen rato. Es más, logró pasar porque le dije al de seguridad que mirara hacia otro lado cuando el intentara pasar.
Dicho esto, le quitó la botella y se la metió en el bolsillo. Inmediatamente después, la agarró del brazo y la puso adelante en la fila, para que así sea la próxima en salir.
No le quedó otra que salir. Las luces la atacaron a penas pisó la pasarela, pero ya había practicado mucho para esto. Intentaba controlarse por dentro, diciendo que podría sobrevivir una vuelta en la pasarela sin trago. Ya conseguiría alcohol antes de la siguiente marca de ropa. Pero era muy difícil. Le costaba mucho sonreír, aunque no dejaba de avanzar. El flash de las cámaras era incesante. Llegó al final de la pasarela y se detuvo unos segundos. Miró por unos segundos a la gente que tenía adelante. Eso bastó para que su mirada se encontrara con la de un joven sentado en segunda fila. Ya lo tenía en sus manos. Ella estaba segura que el vendría a buscarla, y que dado el lugar donde estaba sentado se notaba que tenía influencias para no tener que escabullirse como Miguel. Un poco más tranquila, regresó por la pasarela y desapareció.
Seguía habiendo un gran tumulto de gente detrás de la pasarela, preparándose para la siguiente marca. Ella buscó por todos las a la musculosa, pero no estaba por ningún lado. Se mezclo entre varias personas y se acercó lo más que pudo a la puerta que daba al público. En ese mismo instante apareció el joven por la puerta. No había tenido problema alguno para entrar. Tenía en su mano una copa, pero no sabía que podía. Se le acerco lentamente.
– Te viste muy hermosa ahora que saliste – le dijo el joven mientras la miraba directamente a los ojos.
– Muchas gracias – le respondió Claudia.
– Me llamo Antonio. No te preocupes en decirme tu nombre porque ya lo se – explicó con una sonrisa. – La verdad, no creo que alguien acá no lo conozca.
Claudia, segura que este ya había caído, y sin dejar de mirarlo a los ojos, le pidió que le invite un poco de su trago. El respondió inmediatamente que sí, y le dio la copa. Mientras acercaba la copa a su boca, se pudo escuchar un grito a lo lejos, mezclado con la música de la pasarela. Claudia supo quien se acercaba y se apuró en llevarse la copa a la boca. Unos pocos segundos después de que tomó un sorbo apareció, con una cara de indignación y a la vez de frustración. Miró a Claudia, se le acercó y le arrancho la copa. Aun estaba medio llena. Lo lanzo contra la pared, y enseguida llamó a seguridad. Se llevaron al joven entre dos, aunque este no dejaba de mirar a Claudia y sonreír.
Estaba de nuevo a punto de entrar a la pasarela, pero esta vez relajada y lista para asombrar a todos. Había logrado vencer al enemigo, y había al mismo tiempo tomado un poco. Pensé en conseguir un poco más, pero solo un poco, a penas regresara de esta caminada. Pero no pude seguir pensando en eso ya que la otra chica ya había regresado y ya me tocaba. Tomando una gran bocanada de aire, di unos pasos hacía adelante, entrando a la pasarela. Vería a quienes más podría seducir con la mirada.
– No puedo creer que se la creyó – dijo un joven parado en la puerta del desfile, mientras la gente salía del edificio.
– Fue una excelente idea viste. Estaba tan desesperada por tomar algo que ni se puso a pensar en que lo que le diste no tenía nada de alcohol – le respondió una mujer alta y musculosa. – Además, la actuación de los dos fue excelente.
– En verdad si. Y después de eso estuvo tranquila y dominó la pasarela. Pero esa mirada, en verdad me hipnotizó. Sentí que haría cualquier cosa que me pidiese.
– Nunca sabré por qué los hombres son tan débiles y manipulables.
Después de decir esto, se despidió del joven, quien siguió su camino con el resto de la multitud. Ella se quedó mirando al joven por unos segundos mientras se alejaba, y después también se fue.