-Vida, ¿qué pasa cuando te pasas los días imaginando?
– Cálmate, oye. Te siento inquieto. Eso depende de qué tanto imaginas. Hay algo así como una línea en la que, con seguridad, se puede medir el grado de separación que se puede tener del mundo tangible.
– …- G. B. estira los músculos del rostro, desvía su mirada para abajo y a su derecha.-
– Dime tú qué recuerdas de tus últimos cuatro días.
– Rompí una noche redundante de costumbres: cogí mi auto y con mi amigo jugamos a los carros chocones. Di una conferencia sobre el artículo determinado y su próxima evolución. Fui el asesino del presidente de la república y luego impedí su asesinato.
-No se escuchó en muchos lados lo del presidente muerto ni de tus fructíferas labores de lingüista, cómo te sientes G…, dónde estás ahora.
– No me trate de conmocionar con sus técnicas de psicólogo barato.
– ¿Puedes decirme qué tienes ahora alrededor tuyo?
– Estamos nosotros, el resto es nada. –dijo G.-
– No es así
– Soy consciente, todo lo digo yo – un joven delgado le quita la billetera a G., baja del Bus y ve que G no ha desviado su mirada de la ventana; es temprano y los periódicos anuncian los choques de autos, la llegada de la semana ‘nuestra lengua’ y la muerte de un líder transitorio-.
S/T (por Henry Dyer)
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