“Soñando con alcohol y gomina” (por Álvaro Bretel)

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borrrachos

Al retornar al campamento, después de comprar suficiente alcohol y nicotina, estos chiquillos de catorce años, se cercioraron que el profesor Serra estaba durmiendo. Luego se escondieron tras unos arbustos, sacaron el ron y la gaseosa que habían comprado, prendieron unos cigarrillos y empezaron con la faena. Bebieron y fumaron, y dejaron que las horas pasaran solas. Transcurrido el tiempo, Pablo, ya bajo los efectos del alcohol, balbuceó y se dirigió al grupo, se dispuso a contar otra de sus famosas historias. «Ya escuchen, yo estaba con la Normita, que ricas tetas tenía, cuando se las toqué por primera vez las apreté hasta que le dolieran. Le gustaba que le toque los pezoncitos rosados que tenía, los cogía con los dedos y lentamente…»

Con el sonido de campanas se levantó bruscamente y entró a bañarse. Al rato, salió con la camisa dentro del pantalón y los zapatos bien lustrados, y fue donde su madre. Ésta, hacendosa como siempre, cogió un manojo de gomina y se lo echó a su Pablito en la cabeza, lo peinó con raya al costado. Pablo, listo, colocó sus libros bajo el brazo y se fue al colegio. Lo único que pudo pensar en el día, era en el sueño que había tenido. «Cigarrillos, alcohol, mujeres, ¿será pecado soñar con esto? Tengo catorce años y no debo soñar con esto». Por la noche, después de hacer sus tareas, cenó e inmediatamente se fue a su cuarto. «Jesucito, perdóname, no es mi culpa el que sueñe con esto». Luego de pedirle perdón a su Dios, se echó a dormir.

«¡Oe, qué chucha les pasa! Ya se que estoy jateando en el pasto, déjame. Estoy ebrio y es lo que los ebrios hacen, jatean.». Dispuesto a seguir bebiendo, Pablo contó el sueño que tuvo. «Alucinen que soñé que era un pavazo. Se los juro, era un huevón, mi mamá me peinaba con raya al costado. Y pa cagarla más, rezaba, ni cagando soy así. En verdad, ¡que tal pavo carajo!» Después de estas palabras, Pablo continuó contando acerca del día en que le tocó los senos a Normita. Ya era tarde, uno por uno dejaron la historia a medias y se fueron a sus carpas a dormir. Todos pensaron en las heroicas acciones de Pablo, ¡qué petizo, a esa edad, no quiere tener el honor de juguetear con los senos de una mujer! Por último, el héroe, también se retiró a su carpa. Ebrio, con frío, pero satisfecho de haber complacido a un grupo de libinidosos pendejitos de catorce años, se acurrucó con una manta y durmió.

«Historias llenas de acciones pecaminosas no dejan de atormentarme. Dos noches seguidas, soñando con los senos de una mujer, con muchachitos bebiendo hasta la inconciencia, humo de tabaco y libertinaje». Pablo entró a la ducha tratando de despejar su mente, buscaba evadir esos pensamientos, pero no pudo, atacaron su mente una y otra vez. Vio las imágenes con tanta claridad, que todo parecía ser real. Estaba seguro de que había incurrido en pecado, estos sueños, no eran normales en un niño ¿A qué se debían? ¿Qué diría su mamá si se enterara? ¿Sería castigado por Dios? Pablo salió más temprano que de costumbre con rumbo al colegio, pero antes hizo una parada en la Iglesia de Fátima. Entró y se arrodilló en un confesionario. «Padrecito, he tenido sueños recurrentes llenos de lujuria, vicios y desenfreno. El pecado me agobia en las noches, no quiero volver a dormir».

Pablo, cuando pudo pensar detenidamente, se preguntó a sí mismo, «¿Por qué uno sueña con quien no es?»

Puntuación: 5.00 / Votos: 1

Un pensamiento en ““Soñando con alcohol y gomina” (por Álvaro Bretel)

  1. a20060913

    Pienso que este cuento un buen ejemplo para poder entender lo que es un final multivoco. Es interesante como en cada faceta, le da caracterìsticas totalmente opuestas a la personalidad y al ambiente en el que desenvuelve. Las dos lineas finales me parecen geniales porque es imposible saber que faceta del personaje esta haciendo la pregunta .

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