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Naturalmente se espera de todo buen canino que sea de raza, que tenga ciertas características por las cuales valga la pena haber sido comprado, que cumpla con los estándares exigidos por la norma, el tamaño y peso adecuado, el porte elegante, el ladrido que se interponga al de sus compañeros. Se espera, además, que en determinado momento de su vida se junte con su contraparte, que por cierto debe tener las mismas características, para que el producto final de la efímera relación siga conservando la “línea”. Entonces el ciclo vuelve a repetirse, la frívola vida de exposición, la monótona sucesión de hechos de un libreto escrito de antemano.