Yo empecé a escribir porque me gustaba leer, y empecé a leer porque no me dejaban ver televisión los días de semana. Por más extraño que pueda sonar, fue lo mejor que me pudo haber pasado. Empecé a pasarme horas leyendo, muchas veces hasta bien entrada la madrugada. Cada historia se convertía en mi historia, y aunque no estuviera leyendo el libro igual pensaba en él, en lo que sucedería o en lo que el personaje principal debería hacer. Fue así como fui descubriendo lo que realmente significaba escribir. Este acto que nos ha brindado innumerables obras magistrales a través de la historia es sinónimo de poder. Es el poder de crear de la nada, de jugar a ser Dios y construir un mundo adecuado a tus gustos. Qué mejor placer que poder hacer esto y además lograr que otras personas compartan tus historias y vivan lo mismo que tú viviste mientras las escribiste. Por un momento no existirá el mundo sino tu mundo, donde todo puede pasar. Es por eso que para mi toda esa literatura que se apega mucho a la realidad no es tan entretenida. Esta se limita en vez de liberarse. Cabe agregar que yo siempre busco un mensaje que dar, ya que para mi escribir también es transmitir, y la única forma que tu mundo se convierta en el mundo del lector es que él se sienta identificado o que se de cuenta de algo que antes no sabía o no entendía. Si una obra mía logra esto, yo seré un escritor realizado y contento.
Milan Pejnovic
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