Álvaro Bretel

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Al escribir, ya sea un cuento o un poema, dejo revolotear ideas en mi cabeza, voy ordenándolas lo más que pueda. Cuando me siento satisfecho con el orden previo que les he dado, dejo que la espontaneidad me guíe para imprimirlas en un pedazo de papel, no me gusta borrar lo que voy escribiendo. No apunto a la perfección, no tengo mucho interés en que sea un escrito que apunte a la limpieza de ideas, me dejo guiar más por instintos y por lo que da vueltas. Si al final no me siento satisfecho con lo que pude haber creado, lo borro todo, no modifico.

Los temas que puedo llegar a tocar y abordar, no son preestablecidos. Dependen de mi estado de ánimo y de los pensamientos que puedan estar jugueteando dentro de mí. No obstante, hay temas que se pueden repetir; estos son los temas que más me atraen, entre ellos está el suicidio, violencia psicológica, la “psicodelia”, la demencia y otros más que pueden estar contenidos en lo que puedo llegar a escribir. En general, no me preocupa que los temas estén bien delimitados, me siento satisfecho si logré expresar todo lo que deseaba expresar.

El escribir para mi es la defecación del cerebro, eliminar los residuos alojados en el mismo que son inservibles para nuestro accionar diario, matizando estos residuos, dándoles una apariencia digna y amalgamándolos con los problemas individuales. Al permitir que nuestro cerebro defeque de vez en cuando, uno puede sentirse libre y respirar de manera normal nuevamente. Creo que esa es la razón fundamental por la cual escribo, liberar mi mente.

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