Escribo generalmente en las madrugadas o cuando no hay peligro de que nadie se asome por la puerta de la biblioteca a tratar de ver lo que estoy haciendo, porque estar siempre atenta a los pasos que se acercan me distrae.
Hay algo con respecto a lo que hago que lo transforma en tabú, al menos con mi familia. Sospecho que sospechan, pero ni ellos se han atrevido a dejarme en descubierto ni yo a revelarme; tal vez tenga que ver con el continuo trato de los demonios, tal vez tengo miedo de herirlos o sencillamente no quiero que se burlen de algo que creo que es bastante personal.
Escribo porque la realidad no siempre es grata y yo no siempre tengo la fuerza necesaria para empezar a cambiarla. Escribo porque soy un poco egoísta, porque esa es una manera egoísta de escapar, buscar puertas por las que solamente yo pueda salir y desconectarme unos segundos… porque puedo golpear a quien quiera, como quiera y cuanto quiera y esa persona jamás lo va a saber.
Escribo porque no soy valiente, porque me rebelo con perfil bajo ante los finales felices que involucran a chicas casándose jóvenes con el hombre sus vidas, porque esos finales (al menos en mi opinión) no existen y esa chica no tiene absolutamente nada que ver conmigo ni con mi idea de felicidad.
Pero no importa cuanto me rebele ni a qué, porque (de nuevo) no soy valiente y nadie más que el Microsoft Word o los cuadernos de años anteriores saben que lo hago escribiendo.
Abril Cárdenas
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