“Ella está en el horizonte (…). Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.” (Eduardo Galeano. “Las Palabras Andantes”)

INTRODUCCIÓN

Cuando me trasladé a la ciudad de Arequipa a continuar mis estudios de Derecho, no sólo pude comprobar la calidez humana de la Ciudad Blanca, además, pude comenzar a dar respuestas a inquietudes que habían surgido en mí desde mucho tiempo atrás. En esa avidez de dar respuestas realicé estudios en la Escuela de Post Grado de la Universidad Católica Santa María, donde tuve la suerte de ser alumno de Jaime Coaguila Valdivia y gracias a sus brillantes exposiciones, pude descubrir las vinculaciones del Derecho con otras áreas del quehacer humano: el derecho y literatura, el derecho y el cine, el derecho y la pintura, etc.

Hoy gracias a esas enseñanzas, en estas breves líneas trato de hacer una relación entre una de las ramas del Derecho más rígida o positivista como es el derecho tributario y el ensayo titulado “La tentación de lo imposible” de Mario Vargas Llosa, ensayo dedicado al estudio de la obra “Los Miserables” del genial Víctor Hugo.

LA TENTACIÓN DE LO IMPOSIBLE

“La Tentación de lo Imposible” no solo configura la introducción a la novela “Los Miserables” de Víctor Hugo, además, representa la exposición de la ficción como recurso literario, como ese elemento que se encuentra, entre luces y sombras, entre verdades y mentiras, entre lo real y lo imposible.

En la visión de Vargas Llosa “Los Miserables” es la muestra de la ambivalencia humana misma que se impregnan en cada uno de los personajes descritos por Víctor Hugo. El bien y el mal conviven en una sociedad en donde se muestra adversa a principios y valores, por lo que da cabida a personajes como Javert reacio y positivista, por otro lado, el ladrón converso de Jean Valjean, que muestra el lado humano y vulnerable; personajes como Gavroche quien representa el valor justicia, una suerte de ordenador natural; el Monseñor Bienvenu, quien para Vargas Llosa es el Santo que habita dentro del mundo ficticio de “Los Miserables”.

Para el escritor arequipeño, el desarrollo de la historia muestra la consolidación del triunfo del bien sobre el mal, la descripción de la materialización de la justicia divina, con protagonistas humanos. Este drama tiene un victorioso Jean Valjean al final de la historia, en donde se concentra toda la fuerza de la pasión que posee “Los Miserables”.

“La Tentación de lo imposible” resalta la ficción como elemento literario, que no sólo puede ser matriz de todo lo bueno y bondadoso del género humano, sino que también trasciende de manera peligrosa, al otro lado de la orilla a ese lado de lo siniestro, a ese otro lado de la obsesión, engendrando subversión y terror a su paso.

Por ello el ensayo muestra la otra orilla de la ficción que es la realidad, tomado como recurso la historia en la que se desenvuelve “Los Miserables”, en ese estudio Vargas Llosa muestra mucha rigurosidad, sobre todo al momento de disponer la ficción como elemento subversivo de la Francia de Víctor Hugo; que permiten una correcta abstracción de “Los Miserables” a todo lector.

De igual forma Víctor Hugo, también es mostrado como un escritor haciendo uso de su habilidad literaria para transcribir una historia que no es ajena al contexto político, se devela un escritor serio preocupado para poder elaborar obras de la magnitud de “Los Miserables” que frisa con hechos reales de manera perfecta, de modo tal que la ficción puede ser dejada de vista a lo largo de “Los Miserables”.

A lo largo de su ensayo Vargas Llosa nota la presencia de la ficción a través de valores como la justicia, igualdad y libertad. No es indiferente al contexto social, en el que se desarrolla el tandem de “Los Miserables”. La exagerada descripción de esta sociedad mimetizada en la Francia de los inicios del siglo XIX, descubre como camino redentor y los valores impregnados de utopía y fanatismo.

EL SERMÓN DE MONSEÑOR BIENVENU

En la novela de Víctor Hugo se describe a una serie de personajes que encarnan diversos roles de un mundo deshumanizado, de una sociedad hambrienta de paz y de misericordia. En ese contexto surgen personajes que encuadran dentro de sentimientos y valores inherentes de la propia contradicción humana.

Pero ello no quiere decir que los personajes sean enteramente repulsivos, por el contrario, se aprecian personajes buenos y cándidos, que permiten su fácil simpatía por parte del lector. Entre estos personajes amables se encuentra Monseñor Bienvenu; quien desarrolla el papel de bondad -especie en extinción en el mundo de “Los Miserables”-  que en el contexto de la novela lo hace querible y venerable. Como bien ha descrito Vargas Llosa a Bienvenu:

Monseñor Bienvenu encarna una idea: la santidad. Fue un hombre mundano y próspero en su juventud, allá en Italia, donde estuvo casado, y no sabemos si en su vida de laico fue un pecador que experimentó una conversión. Desde que la novela lo atrapa, de sacerdote en Digne, ganándose el obispado gracias a una frase ingeniosa que dice el Emperador en un encuentro casual, su personalidad es de una pieza, indoblegable en el ejercicio de la compasión, la solidaridad y la generosidad. La pequeña mancha que asoma en este espíritu prístino es el  prurito de comer con esos cubiertos de plata que han sobrevivido al naufragio de sus bienes, placer al que le oímos decir, “difícilmente renunciaría”(…). En verdad renunciar a él con facilidad cuando se tratara de ayudar a Jean Valjean, que le ha robado los cubiertos, a librarse de la policía. Para humanizarlo con unas gotas de imperfección, el divino estenógrafo le reprocha haber sido glacial con el Emperador en su período de decadencia; paro, incluso su inofensivo antibonapartismo está atenuado por acciones generosas, como dar trabajo en la catedral al pobre soldado que perdió el suyo por burlarse de Luis XVIII (…). / Monseñor Bienvenu es bondadoso, tranquilo, suave, con un olfato seguro en los asuntos del espíritu, un optimista convencido del triunfo inexorable del bien sobre el mal, que  prefiere predicar con ejemplo en vez de sermones, un viejecillo simpático que apenas habla revela ingenio, buen humor. Nada lo enfurece ni saca de su bonhomía. Cuando el senador materialista cínico lanza su monólogo provocador, asegurando que “el buen Dios está bien para el pueblo” en tanto que para los rico y refinados es preferible la verdad de  los placeres y del goce, el prelado le sonríe y lo felicita por su filosofía ( I.I.VIII, P.34). Y al descubrir en un adversario, el ex miembro de la Convención a quien todo digne execra, un espíritu probo, no vacila en pedirla bendición, como si se tratara de un santo. (Vid. 87.)

Es fácil comprender la dimensión y el nivel del personaje que encarna Monseñor Bienvenu dentro de la novela “Los Miserables”. Ese halo de bondad nos despierta la admiración y el afecto suficiente que nos puede llevar a darle la razón en todo lo que piensa, opina y cree Bienvenu. Es a largo de la historia que el Monseñor Bienvenu evidencia su malestar y repudio por los tributos; en particular con aquel que grava las puertas y ventanas, considerándolo como un gravamen irracional y perverso, marcando dicha posición con suficiente nitidez en el siguiente sermón:

“Queridos hermanos míos; mis buenos amigos; hay en Francia un millón trescientas veinte casas de aldeanos que no tienen más que tres huecos; un millón ochocientas diecisiete mil que sólo tienen dos, la puerta y una ventana; y trescientas cuarenta y seis mil cabañas que no tiene más que una abertura: la puerta. Esto a consecuencia de una contribución [tributo] que se llama de puertas y ventanas. Figuraos estas casucas habitadas por familias pobres, por mujeres ancianas, por niños, y considerad las calenturas y las enfermedades que padecerán. ¡Ay! Dios dio el aire a los hombres: la ley se lo vende: no censuro la ley pero bendigo a Dios[2]. (…)”

 A primera vista, se podría concluir peligrosamente que para el sagaz Víctor Hugo los tributos si alcanzaban un nivel de malignidad, teniendo en cuenta que dichas contribuciones –de puertas y ventanas- si existieron dentro de la historia francesa[3]; y trató de quitarle legitimidad e impregnarle matices sombríos a su imposición, para tal fin, utiliza a uno de los personajes especiales de la novela.

Todo hace suponer que Víctor Hugo exprofesamente, hubiese utilizado a uno de sus personajes más humanos y amables, para poder atacar de manera mortal a los tributos en general, introduciendo elementos que pueden desencadenar la subversión. No es difícil convencerse de ello y hacer fuerza común contra estos elementos perversos.

Entonces, ¿qué sentido tiene el sermón de Monseñor Bienvenu? Para despojar esta interrogante, recurrimos a los estudios de Mario Vargas Llosa que expone a uno de los críticos más severos de la novela: Alphonse Lamartine. El mismo, como señalamos en la primera parte de este trabajo, atacó la ficción construida por Victor Hugo en “Los Miserables”; Lamartine no desaprovecho el sermón de Monseñor Bienvenu para hacer blanco se sus críticas, tal como es citado por Vargas Llosa en “La Tentación de lo Imposible”:

 [Lamartine] Acusa a monseñor Bienvenu de ignorancia por criticar los impuestos “que son el diezmo que paga el rico al pobre para nivelarlo”. Si se abolieran, la victima sería el proletario que recibe salario de las rentas del Estado y si se suprime “el lujo” es decir el consumo, desaparecería la producción y las victimas serían los productores, campesinos o urbanos. (p.212)”

Creemos que el juicio que arroja Lamartine es racional, y que puede encontrar sustento no únicamente dentro del contexto histórico en que se publicó la novela, sino que son razones que pueden tener validez actual.

En ese sentido, a pesar de todo lo negativo y perverso que se pueda ver en la Francia instalada en “Los Miserables”, es necesario tener en cuenta que estamos solamente frente una ficción. De manera que el sermón de Bienvenu, se traduce en un comentario producto de una sociedad ficticia; sociedad que por demás muestra la decadencia humana de un Estado, en donde el poder no encontraba límites, ni legitimidad en la imposición tributaria: al ser creado solo para satisfacer intereses  y necesidades del poder de turno. Así, en esa sociedad ficticia, los tributos son un elemento más que inflige el Estado en contra de los ciudadanos.

Lo que debe llevar a entender que todos los elementos abyectos transcritos en la novela es solo una exposición de un mundo paralelo, perfectamente construido bajo bases históricas, que pueden confundir a cualquier lector. Como bien ha dicho Vargas Llosa:

“Es lo que hace los miserables con la realidad social que muestra: una ficción que, siéndolo en el más alto grado, hunde sin embargo sus raíces en la historia concreta. No es exacto que, como le reprochan Journet y Robert, haya escamoteado la representación de los más acuciantes problemas en relación con la pobreza y el trabajo (…) (Vid.p.152.).”

De todo lo dicho, es factible admitir que los cánones en los que se desarrolla la novela  únicamente trascienden en un lado ficticio e ilusorio, capaz de soportar todas las críticas y emociones que el autor intenta exponer a través de sus personajes y de la trama misma del drama histórico de la novela.

En ese mismo sentido, en el ensayo “La Tentación de lo imposible” trae a colación el contexto histórico en la que se escribió ““Los Miserables””: contexto que permitió agrupar a Hugo un conjunto de emociones del momento de su composición, por lo que se puede saber que Víctor Hugo había cambiado de ideología política (casi de manera similar como le ocurrió al propio Vargas Llosa[4]); por lo que encontraba como blanco perfecto de sus críticas a los poderes de turno que le tocaba vivir.

 “La Tentación de lo Imposible” es una muestra de lo que realmente movía al narrador, para escribir los episodios turbulentos en una Francia ficticia más decadente que nunca. Siempre dirigido al Estado. En cuanto a los tributos Victor Hugo, no mostró una antipatía a ellos, sino que se aseguró de tratar de contagiar su aversión a un Estado bajo ese contexto, mostrando a los tributos como un elemento más de injusticia en la sociedad infernal que se encargó de montar en “Los Miserables”, que su sola presencia representaba un poder desmedido de sus malos gobernantes, que eran los culpables de procrear un Estado tan injusto y malhechor de todas las miserias materiales y humanas de sus protagonistas.

Ya vimos que la severa crítica de Lamartine a  Víctor Hugo, por la dislocación entre lo real y lo ficticio en uno de los personajes, nos puede llevar a concluir apresuradamente que esta pequeña ficción puede ser capaz de generar subversión, por la minuciosa estructura que monta Víctor Hugo, a través de su personaje monseñor Bienvenu, puede ser interpretada como una causa justa, capaz de ser razón suficiente para alentar a las masas en contra del Estado y en particular en contra de los tributos que pueda imponer.

El anhelo de Hugo de aspirar a una sociedad más justa y más humana, que se transmite en la novela, es causa de crítica de Lamartine ya que considera que es atizar voluntades hacia el peligroso camino de la revolución, llevando a confundir lo real con lo fantástico, así expone[5]:

[Lamartine] ve en los miserables un texto capaz de alentar el desorden y la revuelta social, y los de un partidario del realismo literario enojado con las exageraciones e inexactitudes del libro en relación con la realidad que pretende recrear. Los miserables, según él, “hace del hombre imaginario el antagonista y victima de la sociedad”. “El Hombre contra la sociedad, éste es el verdadero título de la obra, una obra funesta porque al presentar al hombre-individuo como un ser perfecto, hace de la sociedad humana, compuesta de hombres y para los hombres, una síntesis de todas las iniquidades humanas.”

Nuevamente, el descrédito que trata de exponer Lamartine, no hace más que resaltar la forma tan bien construida en la ficción por parte de Víctor Hugo. El perspicaz Vargas Llosa da cuenta de ello, señalando dentro de su ensayo, que la novela solo se encarga de mostrar una ficción bien construida. Además, reconoce en el género de las novelas solo un lado pasivo, incapaces de engendrar subversión en la actualidad, en tal sentido considera a Lamartine como un crítico encargado de catalogar a “Los Miserables” como una obra capaz de gestar subversión en el lector:

“Lamatine, sin saberlo, y queriendo más bien hundir a la novela de Victor Hugo en el descrédito, rindió un soberbio homenaje a “Los Miserables”. Porque difícilmente se puede elogiar más la empresa creadora de un escritor que diciendo  de ella que la fuerza contagiosa que emana de sus páginas es tan grande que puede arrebatar el recto raciocinio de sus  lectores, convenciéndolo de que sus quiméricas aventuras, sus desmedidos personajes, sus truculencias y delirios son ni más ni menos que la verdadera realidad humana, una realidad posible y alcanzable, que los malos gobierno y las malas artes de los malvados que detentan los poderes terrenales han birlado a los seres humanos a los que explotan y dominan, pero una realidad que éstos pueden recuperar, materializar, ahora que la conocen y la han visto tocado en la lectura, si, animados y urgidos por ella, deciden actuar[6].”

Por todo lo dicho hasta aquí, se pude considerar que el comentario de Monseñor Bienvenu es un reclamó dentro de una sociedad ficticia, que se materializa en una Francia que ha perdido todos sus valores y principios, que ha perdido el control sobre los poderes que manipulan las leyes en beneficio de sus intereses. Resulta lógico que el tributo, se encuentra deslegitimado en una sociedad sin límites a su imposición,

Se puede decir que los puntos expuestos por Lamartine, dentro de su crítica, no deja de ser acertada dentro de la sociedad real, es decir aquella de carne y hueso en la que todos nos comprometemos por construir un Estado eficiente y redistributivo. Pues en efecto el tributo apunta a ser un recurso para financiar los servicios y bienes públicos que ofrece el Estado, así como también, constituyen un canal en la justa redistribución de riqueza.

En tal sentido, se encuentra un reconocimiento del tributo como un recurso que financia el gasto público de un Estado, así no se debe dejar pasar por alto la característica de recurso público, que tiene el tributo. El Estado espera el recurso para que pueda cubrir las distintas necesidades que requiere satisfacer, para la realización material del bien común. Para tal fin, el Estado debe comprometerse en viabilizar el cumplimiento de los impuestos, flexibilizando sus formalidades, incluso combinando las normas tributarias con las normas sociales[7].

A su vez, debemos tener en claro que dentro de las finalidades de los tributos reposa una que es más elevada: aquella noble tarea de colaborar con la justicia distributiva de un Estado. El estructurar un sistema tributario supone la adopción de políticas, con la finalidad de asegurar una igualdad de oportunidades.

Finalmente, solo nos queda proponer que bajo una debida ponderación, se deben utilizar todos los mecanismos legales que permitan una real defensa y garantía de los contribuyentes, y se debe reforzar a la Administración Tributaria para hacer cobró del deber fundamental de contribuir, proveyéndosele marcos necesarios y razonables para combatir el flagelo del no pago de tributos (anomalías como el fraude, elusión y evasión tributaria). Por ello es importante, que se entienda que ambos contribuyentes y administración deber ir juntos de la mano, que es el único camino en el que se deben trazar para evitar sociedades ficticias, como la de “Los Miserables”.

[1] A mis queridos abuelos.

[2] HUGO. Víctor “Los Miserables”, Lima, Editorial Mercurio, 1987. p.15.

[3] En efecto el sistema tributario francés estuvo influenciado por el sistema objetivo, como señalan BENEGAS y DANIA: “Cabe nombrar en primer término el sistema de los impuestos objetivos como existía en el siglo XIX en Francia (…). La recaudación tributaria francesa provenía, en su mayor parte de las “queatre vieilles” o sea los impuestos inmobiliarios, de patentes, sobre puertas y ventanas y el impuesto a la renta del capital introducido en 1871 como precursor de un impuesto personal a la renta.”(Vid. BENEGAS LYCH, Alberto y DANIA, Roberto. “Sistemas Tributarios: Un Análisis en torno al caso argentino” en: Revista Libertas (Buenos Aires-Argentina), N° 33, octubre 2000. p.5.)

[4] Quien fuera de la ficción en un primer momento celebró, conjuntamente con Gabriel García Márquez, la revolución cubana por los barbones caribeños. Para después abandonar dicha postura, luego de comprobar el camino de terror y muerte que significaban los movimientos militares revolucionarios en América Latina (como bien traslada su nueva ideología en “La Historia De Mayta”).

[5] VARGAS LLOSA, Mario “La Tentación de lo Imposible: Víctor Hugo y los Miserables”, Lima, Alfaguara, 2004. pp.209-210.

[6] “La Tentación de lo Imposible: Víctor Hugo y los Miserables”. Op. Cit. p.222.

[7] Como creativamente propone Eric A. POSNER: “Government action, and law generally, can be understood in two ways. First, as noted above, compliance with the law, including tax laws, might emerge as a signal that one belongs to the good type in some communities it might not serve as such a signal. This raise the questions weaken undesirable signals. The government may manipulate social norms, but from the outside, so to speak second, if people regard themselves as playing in the signaling game with the government, then the government might enhance or weaken tax compliance by playing in the right way, which means sending appropriate signals. Under this approach, people care about the government’s discount rate. the government cannot manipulate social norms; it can decide only whether to raise levels of trust by complying with existing social norms. It cannot manipulate the social norms, because it is an insider.” POSNER, Eric A.”Law and Social Norms: The Case of Tax Compliance” en: Virginia Law Review, Vol. 86, No. 8, Symposium: The Legal Construction of Norms (Nov., 2000), p. 1792.

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