El festival de la Organización de Televisión Iberoamericana (OTI) se transmitía cada año por la televisión peruana, y deduzco que debe haber tenido un importante o respetable nivel de sintonía en el Perú. De manera similar al Festival de Eurovisión, cada país integrante de la OTI participaba con una canción, escogida generalmente mediante una eliminatoria local previa. Según la regla que regía por entonces, el país ganador de una edición determinada, organizaba el festival el año siguiente.
Los televidentes peruanos estábamos, obviamente, atentos al desempeño de nuestro o nuestra ocasional representante. En 1977 representó al Perú Cecilia Bracamonte, interpretando una composición de Chabuca Granda: Landó, que quedó en sexto lugar. Los palmarés, en cambio, estuvieron reservados para la canción que representó a Nicaragua: Quincho Barrilete, compuesta por el cantautor nicaragüense Carlos Mejía Godoy e interpretada por Guayo González, acompañado por un coro de niños.
De la marimba de chavalos de la Tirsa
este tal Quincho se la gana a los demás;
con sus diez años no cumplidos todavía
es hombre serio, como pocos en su edad.
Mientras su mama se penquea en la rebusca,
Quincho se faja como todo un tayacán;
mañana y tarde vende bolis en los buses
para que puedan sus hermanos estudiar.
Que viva Quincho, Quincho Barrilete,
héroe infantil de mi ciudad,
que vivan todos los chavalos de mi tierra,
ejemplo vivo de pobreza y dignidad.
Que viva Quincho, Quincho Barrilete
su nombre no se olvidará,
porque en las calles, plazas, parques y barriadas
el pueblo lo repetirá.
Joaquín Carmelo viene a ser solo un membrete
que le pusieron en la pila bautismal,
pero su nombre de combate es Barrilete,
le cae al pelo con su personalidad.
Allá en el Open, vive desde el terremoto,
a hacer lechuzas este Quincho es un campeón;
por un chelín, te hace un cometa prodigioso
para ponerle un telegrama al colochón.
El tiempo sigue, incontenible, su camino
y el chavalito que vivió en el Open tres
no volvera a ponerse más pantalon chingo
ni la gorrita con la visera al revés.
Un dia va a enrrollar la cuerda del cometa
y muy feliz mirando al sol se marchará,
enfrentará las realidades de su pueblo
y con los pobres de su patria luchará.
Y escuchábamos la canción, y la cantábamos, y disfrutábamos de su agradable melodía… Ajenos a la tragedia que por entonces vivía Nicaragua, y sin imaginar la tempestad que se desencadenaría tan solo unos meses después.
En 1978 la televisión no nos trajo desde Nicaragua las imágenes del festival OTI, que le correspondía organizar como país vencedor de la edición anterior. El estruendo de la guerra desplazó a las musas. Nicaragua, el país que se había hecho presente en nuestros recuerdos de infancia y adolescencia con una canción, se hallaba inmerso en un atroz conflicto armado.
Un país hermano del que hasta entonces sabíamos poco. Yo era capaz de localizarlo en un mapa, sabía que su capital era Managua, conocía su bandera y su escudo, que Rubén Darío era nicaragüense, y que años antes había ocurrido un devastador terremoto. Pero a mis doce años no tenía idea de quién había sido Augusto César Sandino, quiénes eran los Somoza, quién había sido Pedro Joaquín Chamorro, que también allá, al igual que en el Perú, existía un diario La Prensa, qué cosa era la Guardia Nacional. Y mucho menos sabía que la canción había nacido después de que el autor hizo una visita a los desamparados hijos pequeños de un obrero encarcelado y torturado por el gobierno somocista.
Nicaragua no era simplemente un país con problemas sociales, como podían serlo otros de América Latina. Una feroz dictadura dinástica oprimía a Nicaragua desde hacía décadas, asesinando, torturando; gobernaba entonces Anastasio Somoza Debayle, cuyo padre y hermano habían ocupado la presidencia antes que él. Somoza quería hacer aparecer a Nicaragua como una democracia, organizando elecciones… elecciones, claro está, arregladas de antemano. Y para el colmo, Somoza se enriquecía vorazmente, sumiendo a su pueblo aún más en la miseria. Su implacable codicia llegó a tal punto que, incluso, se apoderó de parte de la ayuda destinada a los damnificados del terremoto de 1972.
Y nos solidarizamos con Nicaragua. Y esperábamos que la caída del régimen somocista trajese un futuro mejor al país, especialmente para los Quincho Barrilete que luchaban a diario por sobrevivir en medio de la pobreza. Pero la revolución triunfante fue afectada por disensiones internas, incurrió en actitudes autoritarias rayanas en la dictadura, prolongó su permanencia en el poder mediante unas cuestionadas elecciones, mientras que la miope administración Reagan también puso lo suyo, con sanciones económicas y apoyando a un grupo armado, la “Contra”, que pretendía derrocar a los sandinistas. Y la paz se alejó nuevamente de Nicaragua.
Carlos Mejía Godoy (Foto: Jorge Mejía Peralta)
Tratando de saber algo más sobre Quincho Barrilete, hallé un par de artículos aparecidos en la prensa nicaragüense que me ilustraron acerca de la destacada trayectoria que Carlos Mejía Godoy tenía ya por entonces. Supe, además, que, debido a sus canciones testimoniales, el cantautor estaba en la mira de la dictadura somocista y pudo haber sido asesinado. Para participar en la eliminatoria nacional, Mejía Godoy inscribió a su canción en el mayor de los secretos. Tan solo su esposa y Guayo González sabían quién se escondía bajo el seudónimo de “Julián Pirinola”.
Quincho Barrilete cumplió treinta años en el 2007. Tres décadas han pasado desde su consagración internacional en Madrid. Y la consiguiente pregunta es: ¿Qué ha cambiado desde entonces para los millones de Quinchos Barrilete de América Latina?
Creo que todos conocemos la respuesta.
Aquí les dejo los enlaces para que puedan conocer con más detalle cómo surgió la canción, las difíciles circunstancias en que fue seleccionada, así como leer una breve entrevista a Carlos Mejía Godoy: Se multiplica el drama de “Quincho Barrilete” (Diario La Prensa de Nicaragua, 12.10.2002) y 30 años de Quincho Barrilete (El Nuevo Diario, Nicaragua, 01.06.2007).
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