Los amigos son la familia elegida en la que te conoces y reconoces cada vez que sales a su encuentro, cada vez que (la) celebras, o pegas el grito de guerra. Una sonrisa ayuda. Una mirada basta. Desconocen el poder de una palabra suya en el momento de angustia. La amistad cura. Como una infusión de orégano calentita que bebes sin prisas y con muchas pausas, y logra calmar el maldito dolor estomacal. Y más…
Es una casa de playa y unas brochetas de fruta, que ella prepara moviendo las caderas al ritmo del amor. Es una exposición de pintura en la que su rostro se ilumina porque, él es el autor.
Es Tarapoto o Cali para dar la bienvenida a un año genial. Es una playa o Huamanga, de acampada o por un viaje especial. Es el discurso agradecido y emocionado del hijo sobreviviente al dolor de un familiar muerto. Pasear por Cajamarca medio dormida sabiendo que te llevará por el mejor camino. Es dejarse arrastrar a una música distinta y distante del ritmo que sueles bailar. Es brincar en modo carnavalito alrededor de una piñata o cantar Al Sur, de Rafaella Carrá.
Compartir paisajes verdes e historias coloradas. Reír hasta que te duela la mandíbula. Cantar canciones criollas a grito pelado. Danzar hasta el amanecer. Es pasos de música peruana en una canción de Menudo o en cualquier canción. Es una fiesta sorpresa con adornitos colgados por doquier. Es un abrazo eterno. Es fundirte y sentir que nada más existe. Una acampada en la playa. Contemplar un atardecer. Brindar y brindar y brindar (n). Es noche de teatro. El simple y sincero ¿cómo estás?. Es tarde de vinos o de sangrías. Es el almuercito para ponerse al día. Solo por vernos. Solo por sentirnos cerca.
Son 40 años. La palabra “gracias” no me alcanza. Tomo prestada una canción de Joe Cocker…