Hay días…
Las obras en la casa de Palao la convirtieron en mi huésped.
Cada día ella imprime en un diario de tapas floreadas una reseña de sus recuerdos inventados: en parte, arrancados a la memoria; en parte, a la necesidad de tener una vida mejor, a la esperanza puesta en poder recordar y mejorar. Mejorar y recordar. Sin tener que, constantemente, volver a empezar.
Hay días en los que se dirige a la cocina buscando el baño (que está en el pasillo), y mi departamento se convierte en un gran laberinto que conoce cada día, otra vez.
Hay días en los que queriendo estar presente, no puede evitar sentirse ajena. No es su casa. Aquella en la que vivió por 40 años. De la que nunca se mudó. En la que guarda sus recuerdos cual Hebaristo el Sauce que murió de Amor.
Hay días en los que se sienta en la orilla de la cama y me mira con un rostro entre amoroso y extraviado. Días en blanco los que me dice que no sabe qué hacer, en los que solo parece poder contemplarme o sumir su mirada en el vacío de los recuerdos que no aparecen. Otros, en los que solo aparecen imágenes tristes de aquello que no pudo ser o que fue (de la peor manera posible); y otros, en los que sonríe con una luz mágica que ilumina sus bromas que aparecen y reaparecen sin cesar.
Hay días de mucha angustia, porque a la siguiente mañana tendrá consulta médica y teme qué le dirán. Y se paraliza, no logra caminar, respira con dificultad, con una presión que viene y va hacia las nubes y más allá. Y luego viene la calma, cuando descubre que el médico X (del largo abecedario de médicos que debe visitar) le dijo “Gladys, no estás mal”.
Días en los que a lo lejos me pregunta por mi, dónde estoy o a qué hora llegaré. También, en los que me recibe con muchos besos en el rostro susurrándome al oído, “mi reina, ¿qué tal estas?” Y me agradece por estar cerca; por acariciar su frente cuando le digo buenas noches; o por caminar a su lado mientras se queja de que no pudo ir al baño, o que sus cosas ya no están más.
Días en los que empieza a trenzar mi pelo, tantas veces trenzado para irme al colegio, y de pronto, olvida cómo colocar las cintas.
Días en los que bailamos girando tomadas de las manos al compás de nuestras sonrisas, que se funden con la música a volumen alto, moviendo “hombritos”, frotando barrigas y cruzando de un lado al otro, tocando las fibras más sensibles de nuestras historias, fundiéndolas en una sola, desafiando a la felicidad.
Hay días y días. Eso es el alzheimer.
Me quedé sin palabras….solo derramando lágrimas….hermoso hemana.
Y se me troza el alma al mismo tiempo que voy recordando el ayer…
He volado y me siento feliz…
Gracias.
Katya querida… Gracias por el recuerdo. Mama vuelve pronto al barrio, esperamos tu visita para conocer a la nena. Tengo muchas ganas de conocerla.
Katya querida… Mama vuelve pronto al barrio, te esperamos para conocer a la nena y crear nuevos recuerdos.
Acompañar me resulta tan difícil por no saber o por doler pero ahí estamos.
Sin palabras, solo un silencio triste y lejano… cual Hebaristo el Sauce que murió de Amor.
Con amor.
Hermana querida: Es una forma de recordarnos y celebrar la vida mientras la tenemos..