Camino a casa desde el cine, una idea rondaba mi cabeza ¿cuánto puede afectar el desdén del Estado respecto al problema del déficit educativo en la población? ¿puede determinar la comisión de actos vandálicos? ¿de terror? ¿de injusticias? ¿cuánto?

He aquí mi primera reflexión de esta película: ¿Puede ser el analfabetismo un caldo de cultivo para la comisión de atrocidades sin ser consciente de ello? Una respuesta afirmativa sería un insulto para tanta gente valiosa que no gozó de la oportunidad de aprender a leer y a escribir.

En la película, Hanna (Kate Winslet) era cobradora de billetes del tren local en un pueblo de Alemania que se involucró con un inteligente y guapo adolescente de quince años. Su condición para conducirlo “al paraíso”, fue que él se convirtiese en su lector, porque “a él se le daba mejor leer que a ella” (he aquí el nombre de la película). Chéjov, Homero, entre otros, son leídos con esmero por Michael para recibir el codiciado premio. Pero… el adolescente se enamora y Hanna es ascendida a realizar un trabajo de oficina. Ambos supuestos eran incompatibles con su analfabetismo y su incapacidad para admitirlo. Es momento de cambiar de trabajo, de ciudad y de vida. Se afilia al partido Nazi, sólo para obtener el trabajo de guardiana de campos de concentración.

Y aquí viene mi duda existencial. Ella parece no entender lo que hace y menos aún, por qué lo hace. Ella no creía en el nazismo, sólo en el sentido del deber. Queda claro durante el juicio, el día que recibe su sentencia. Ella decide usar el único traje presentable que tenía: su uniforme de guardiana. La audiencia le grita nazi y la escupe. Ella (otra vez) parece no entender por qué lo hacían. Sólo al final de la película, lo entiende (después de veinte años de meditación). Me pregunto, ¿qué hubiese ocurrido si muchas mujeres (no todas, claro está) de Sendero Luminoso, no hubiesen sido analfabetas?, ¿se habrían unido a las filas terroristas? ¿comprendían lo que hacían? Ahora bien, no se justifica bajo ningún concepto que Hanna contribuyese con el exterminio de los judíos (el director se asegura de mostrar su punto de vista), como tampoco intento siquiera, justificar el terror en Perú.

Un segundo momento. Hanna es sindicada como la cabecilla de la banda de guardianas que permitieron que un grupo de judíos se quemase vivo en una iglesia, según un informe “que ella elaboró”. Sus “compañeras”, se aprovecharon de su condición para inculparla y verse favorecidas con una disminución de la pena. ¿Cuántos inocentes analfabetos fueron sindicados por senderistas culpables para tener penas más favorables? ¿Cuántos inocentes analfabetos fueron condenados por no entender el significado de guardar “un paquetito” como un favor? ¿Cuántos inocentes analfabetos fueron torturados sin comprender, si quiera, por qué los torturaban?

Un tercer momento. Conocer nuestro pasado para no cometer los mismos errores en el futuro. Es curioso, suena al vetado Museo de la Memoria. Cuando un profesor de derecho, lleva a Michael y a otros estudiantes a presenciar el juicio de Hanna. La discusión posterior en el aula es tormentosa. La moral, la justicia, se contraponen al sentido del deber y a la seguridad jurídica. Pero se acerca la sentencia. Michael deduce el analfabetismo de Hanna (si los tribunales lo supiesen, le impondrían una pena menor), pero decide no declarar por temor a que lo vinculen con los nazis. ¿Cuántos prefirieron guardar silencio ante el exterminio judío por los nazis? ¿Cuántos decidieron ignorar que Sendero estaba atacando a los peruanos más pobres? ¿Cuántos decidieron callar que algunos militares estaban asesinando campesinos?

Mucho que recordar, mucho que cambiar… una revolución educativa no vendría nada mal.