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Rojiblanca

Hoy me impresionó ver las portadas de los periódicos vestidas con la rojiblanca.

Y no, el rojo no era por la sangre muerta de las carreteras Panamericanas. Ni el blanco era por la cocaína confiscada en los vuelos internacionales.

Era, sin bromas, algo más sensacional. Algo que no veía hace mucho en la prensa escrita. Un sentimiento nacional de apoyo a las selecciones deportivas peruanas… Leer más

Objeto contundente

‘Cuando llegué de mi viaje por Alemania, no sabía ya como cruzar una pista’.

Nos dio a entender que en esta ciudad los transportes públicos no respetan peatón alguno.

‘Un día le pregunté [por fastidiar] al policía de tránsito de la puerta de la universidad por dónde debe cruzar el peatón siempre. Me respondió: ‘Por ahí… por los huecos en donde no pasen los carros’. Es decir ¡Tenía que esquivar los carros para por fin cruzar la pista! Lo peor de todo es que me lo explicó como si tuviera algún problema mental, que no entendía lo obvio. Yo no le respondí’.

Luego de mencionar, en un paréntesis, un conjunto sabotaje a la tentativa de la construcción un puente peatonal en la puerta principal de la universidad, continuó:

‘Es increíble. Los carros, entre ellos, guardan más espacio que el espacio necesario para con un peatón. Hasta te pueden rozar cuando cruzas sin mucho cuidado. Increíble, en verdad’.

Y al fin nos incluyó en un nuevo ‘sabotaje’ ante tal situación:

‘Sin embargo, yo creo tener una solución, pero tiene que ser conjunta, difundida y practicada por todos para que resulte. La idea es que cuando se cruce la pista en lugares tales como el óvalo Higuereta, llevar siempre un objeto contundente. Un día lo experimenté, me puse una comba al hombro, crucé la pista y ningún carro se me acercaba a menos de 20 metros’.

Las risas inundaron el aula. Imaginar al profesor cargando en el hombro tal ‘objeto contundente’ como una comba fue demasiado hilarante. Continuó:

‘Ya saben. La solución es un objeto contundente, puede ser un pico, una sierra, cualquier cosa. Incluso, con un ladrillo basta. Hagan la prueba’.

Las risas redoblaron las potencias, la de Esteban minimizó al resto. Mientras reía a carcajadas máximas, sus brazos simulaban el cargar del objeto contundente que él elegiría. El profesor Alegría entendió entonces que era momento de volver al tema central de la clase y tranquilizar el entusiasmo del buen Esteban… una vez más.

‘Bueno. Volviendo al tema de la moral de Kant…’

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Cuando llegué a Perú…

▪ Cuando llegué a Perú, era alguien de afuera.

▪ Cuando llegué a Perú, era de noche y no llovía.

▪ Cuando llegué a Perú, no habían estrellas visibles en el cielo.

▪ Cuando llegué a Perú, mis fosas nasales se tupieron por la humedad.

▪ Cuando llegué a Perú, sostenía con mi mano derecha una figura de acción.

▪ Cuando llegué a Perú, los adultos hablaban demasiado diferente por ello no les entendía.

▪ Cuando llegué a Perú, no hablaba con nadie porque tampoco me entendían.

▪ Cuando llegué a Perú, sólo quería dibujar.

▪ Cuando llegué a Perú, no extrañaba la malta Polar.

▪ Cuando llegué a Perú, me perdí en Miraflores.

▪ Cuando llegué a Perú, no encontré mini-markets.

▪ Cuando llegué a Perú, no comprendí porqué el mar era tan oscuro y verde.

▪ Cuando llegué a Perú, creí que Lima era todo el país.

▪ Cuando llegué a Perú, me extrañaba el cielo gris plomizo del centro de la ciudad.

▪ Cuando llegué a Perú, las verdes montañas sin pasto eran habitados cerros marrones.

▪ Cuando llegué a Perú, casi me atropella una combi.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía que era “ESCARCHO 489-1891“.

▪ Cuando llegué a Perú, no entendí porqué las personas suelen santiguarse delante de una iglesia.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía lo bien que se siente comer un fresco tamal con ensalada de cebolla.

▪ Cuando llegué a Perú, no había probado cosa tan dulce como el turrón.

▪ Cuando llegué a Perú, no encontré respuesta del porqué de las diminutas casitas con cruces ubicadas a los lados de la carretera panamericana.

▪ Cuando llegué a Perú, me topé por primera vez a una mujer completamente desnuda en un diario ‘chicha‘.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía que era una vedette.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía por qué habían niños subiendo a los buses para cantar.

▪ Cuando llegué a Perú, no conocía el sabor de Inca Kola.

▪ Cuando llegué a Perú, no me di cuenta lo importante que es el fútbol.

▪ Cuando llegué a Perú, no sabía quién era Miguel Grau.

▪ Cuando llegué a Perú, no tenía idea de cómo era la bandera de este país.

▪ Cuando llegué a Perú, era completamente otra persona diferente a la que soy ahora.

▪ Cuando llegué a Perú, no era peruano.

▪ Cuando llegué a Perú, no era alguien de adentro. Leer más

Centro de Lima

Ayer te visité, histórico Centro de Lima. Me permití observarte a lo máximo mientras me dirigía a buscar algunos títulos de libros aquellas ferias del conocidísimo Jr. Quilca.

Desde hace poco tiempo no te visito. La última vez vine fui con un pata iniciando mis exámenes finales. Pero antes de esto, desde hace 2 años ya que no llego tu corazón.

Para comenzar, me permití crear tres divisiones en tus calles a partir de lo común en tus periferias:

▪ La primera división es la inferior, en la que pasan persona que transitan rápidamente de una calle a otro por veredas llenas de papeles y envolturas pasajeras. Los perros hambrientos y sin hogares no mejoran tu panorama.

▪ La segunda división la conforman las fachadas coloniales en los segundos pisos que se desmoronan a pedazos por la edad. Algunas personas la decoran y pintan alegremente para que cobren vida, pero se opacan por el polvo y el humo que se impregna por la contaminación.

▪ La tercera división es el cielo, nuestro gris claro y brillante cielo, que en esta parte de la capital es más gris que nunca.

❝En el Centro de Lima las personas son más ‘reales’. Ahora, ya no importa como estés vestido, nadie te juzga. Puedes encontrar desde mendigos pidiendo limosnas en el mismo Jirón de la Unión hasta ancianos con ternos, muy elegantes, tratando de pasar un especial fin de semana. Los más pálidos turistas contrastan con las mestizas caras de provincianos limeños; es muy fácil distinguirlos: mochilas enormes y una cámara digital a la mano. Los personajes envueltos en tatuajes y vendedoras son otras atracciones: repartiendo tarjetas y ofreciéndote ciertos productos de inglés. A ellos, nadie les gana❞

La selva de casas hibridas perdidas en el tiempo guardaban algunas construcciones religiosas llenas de ornamentos por donde se les vea. Pasé entonces por mi recordada Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. ¡Demasiados recuerdos! Es el lugar que más conozco de ti. Unas turistas portuguesas hablaban en su idioma, con un plano en la mano, sobre mi iglesia. Para ellas, la fachada es lo más importante. Para mí, ser mercedario en ‘teoría’ va más allá que un simple conjunto de piedras superpuestas.

De pronto me abstraje un momento de la realidad, como siempre, e imaginé personas casi transparentes saliendo de la puerta junta a la entrada, llegué entonces a recordarme y recordarlos a ellos.

❝Siempre en los al rededores de las iglesias habrán esas señoras que venden velas gigantescas, escapularios y santos de yeso; y que gracias a su fe, montan el comercio de los famosísimos empalagantes turrones desde enero❞

Aunque tus calles no parecieron tan peligrosas, traté en todo momento de caminar lo más rápido posible. Aún no he sido asaltado en Lima y no creí conveniente que lo sea en aquel momento.

❝Cuando camines, siempre frunce el ceño. Trata de lucir molesto, así, no se te acercará nadie. Tienes que tener cuidado en algunas calles. Siempre anda por donde vaya más gente❞

Me di un momento para llegar a la monumental Plaza de Armas. ¡Cuánta gente! Más turistas y curiosos rondaban tomando fotos. Niños que limpian los zapatos se acercan ofreciendo sus servicios. Casi todo siempre anda en movimiento, casi pues hay ciertas cosas que nunca se mueven a tu alrededor: El Palacio de Gobierno, El Palacio Municipal y la Catedral de Lima.

❝La primera vez que llegué a la Plaza de Armas no me impresionó demasiado. Tenía más ganas de jugar en algún carrito mecánico de alguna tienda comercial. A comparación de Perú, en Caracas, Venezuela, el Centro estaba rodeado de edificios cristalinos que combinaban con el cielo celeste nubloso y cerros verdes en el fondo, intocables a simple vista. Acá, en un principio, todo fue más marrón: las construcciones, los cerros e incluso el cielo gris perdía su color❞

Salí de la Plaza de Armas para dirigirme finalmente al lugar indicado. Más adelante, en otras calles las pistas son las peligrosas. Las personas cruzan en grupos para no ser atropelladas. Muchísimos semáforos están detenidos en luz roja, el municipio limeño aún no los repara ¿Qué espera?

❝Suelo cruzar la pista mirando antes a ambos lados. Una tragedia me hace correr y a veces gritar cuando la cruzo, es un pánico enfermizo que espero lo elimine pronto. En el Centro de Lima, es muy común que los carros se amontonen en los paraderos, siempre, hay que tratar de ir detrás del carro estacionado y no delante pues éste puede arrancar en cualquier momento llegando a ser fatal❞

Luego de mi cometido, me dio ganas de seguir explorándote. Aún me faltaron muchos lugares que espero sean más atractivos que los ya visitados. Quiero ir más allá, llegar a esas zonas que nunca he pisado por temor o por ignorancia: volverme un turista primero y al día siguiente ser un peruano más.

En estas Fiestas Patrias, los olores de los picarones y el arroz con leche invitan a cualquier limeño a disfrutar de ti.

Regresaré pronto Centro de Lima, espérame.


Foto de Jukus©Faldrengirl en www.deviantart.com Leer más