Waqay

Ella insistió en ubicarnos ahí, en la oscuridad. Accedí por la seguridad para nuestros hijos. Tan ansiosos los dos por el nacimiento de éstos, buscábamos todas las mañana comida para llevarles. El clima ha cambiado, nosotros debemos adaptarnos o morir en el intento, nuestros nenes no merecen lo mismo. Al menos no aún.

De repente ocurrió. No estábamos en nuestro sitio cuando sucedió. Parece que “ellos” habían demorado toda la mañana poniendo una barrera para no poder entrar al recinto donde estaba nuestro nido. Me acordé, hay otras entradas por ahí. Ella estaba nerviosa, no podía concebir dejar a sus hijos sin protección. Yo la tranquilizaba, quizás era momentáneo, quizás no han descubierto aún nuestro nido. Seguía gritando desesperada.

Al llegar más alto encontramos un espacio abierto en la parte alta del recinto, la luz se proyectaba hasta el suelo. Nos metimos con toda velocidad al hueco donde estaba nuestro nido. Los encontramos, indefensos, nuestros hijos estaban tibios aún. Habían estado llorando toda la mañana por los ruidos de tal edificación. Desnudos, con los ojos cerrados, nos sentían. Los alimentamos.

¿Escuchaste eso? Parece que se ha metido un pajarito a la casa. Sí, me he dado cuenta que por acá hay un nido. ¿Un nido? ¿Dentro de la casa? Sí, en el hueco del ladrillo del techo. Los escucho, sí, en ese hueco ¿no? Ajá. ¿Y cuándo vendrá el maestro a trabajar el techo? La próxima semana, les queda una semana más para ser felices.

Mañana yo solo iré a buscar comida para los polluelos, ella se quedará cuidándolos. Ojala “ellos” se vayan, siempre destruyen todo. Siempre.

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