Experiencia La Teta Asustada

Internacionales bombos y platinos dieron la bienvenida al estreno en pantalla grande de “La Teta Asustada” en Perú. La expectativa era tremenda. Decidimos, entonces, -mis padres y yo- asistir al cine para apoyar la producción nacional.

La película inició con una canción quechua de una mujer anciana en su lecho de muerte. El contenido de la película -está de más decirlo por estos días- trata la historia de Fausta. Una muchacha maldita con la teta asustada transmitida por la leche materna. El ideal colectivo que la rodeaba creía no poseía alma. Ella transmitía un pavor desmedido por los hombres, producto de su concepción. Así, siguiendo el ejemplo de una mujer que resistió a la violación en época de terrorismo, se introdujo una papa en la vagina.

Cuando terminó la película, se sentían rumores en el ambiente. Los espectadores susurraban en la sala sus gustos y disgustos por la cinta.

Uno de ellos, fue mi padre. Opinaba, le pareció que la película buscaba vender mucho de lo mismo, lo que la gente de afuera consume en exceso cuando visita un país tercermundista, lo autóctono. Le pareció además, que en este caso, disminuían potencialmente la imagen del peruano: lo dibujaban ignorante, desdentado, estigmatizado en el típico empleo de sirviente del personaje blanco. Se creaba, además, un submundo diferente a la tecnología y la educación. Un submundo localizado en los cerros más amarillos de la capital que se cierra a los conocimientos (como el doctor que informa sobre la infección del tubérculo).

Yo diferí el punto de vista de mi padre. Primero porque considero que películas como éstas no deben ser un reflejo de la sociedad peruana -o limeña- en general, sino de particulares historias escondidas entre la masa de una sociedad “x”. Sobre esto, considero que la misma idea de “ficción” ya nos lleva a buscar alejarnos de lo posiblemente real. Y comprender que si bien hay elementos reales dentro de la misma, podrían llevar a una historia relativamente alejada de lo que realmente existe.

Segundo, me encantó la calidad de la película. Las actuaciones fueron excelentes. Magaly Solier muestra una persona completamente diferente a Madeinusa. La naturalidad de la familia de Fausta es admirable. Y los símbolos, los significados. Las pausas. La dirección -si supiera de esto mi crítica podría tener más cabida y ser más aburrida-. La calidad, sí, la calidad. En cierto aspecto, estaba acostumbrado a ver del cine peruano las escenas explícitas de sexo (quizá por ello nunca pude ver en su momento “Ciudad de M“, ni “Pantaleón y las vistadoras“, ni “No se lo digas a nadie“, la infancia), cámaras con bajo presupuesto, sonidos difícilmente reconocibles e historias poco apetecibles.

Respetando las críticas favorables o desfavorables hacia esta película -y es que todas lo merecen-, considero que tal discusión surge por la poca cantidad de películas nacionales en las últimas décadas y su precario reconocimiento internacional (exceptuando excelentes películas como “Días de Santiago“, “Paloma de Papel“, “Madeinusa” y “Contracorriente“). Es así que cada vez que se estrena una película nacional, se crea la expectativa de dejar un mensaje positivo -“El Perú avanza” pasa por mi mente en este momento como un acto reflejo- para los extranjeros, los de afuera. Si pasa por ese filtro, la película es “buena”. Por ello, apostaría que si apareciera la campeona Kina Malpartida en la pantalla grande ganando trofeos en nombre el Perú, la película es buena porque deja “bien parado” al peruano. Debemos tener claro que los puntos de vistas son infinitos, los mensajes también. Dios, estoy seguro que si tuviéramos la inversión adecuada para crear películas independientes con diferentes perspectivas, diferentes historias, diferentes directores -apostar por nuevos nombres-, podríamos lograr cosas inigualables a ojos cerrados.

Por ahora, Perú figura entre los nominados al Óscar por primera vez. Y esto, sera sólo un hito fílmico peruano, un impulso para los estudiantes interesados en apostar por el cine nacional.

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