Day: octubre 18, 2009

Rebeca, Rebaca, grande y gorda como una vaca

«Era un organismo descomunal.

Una gorda de brazos como oleoductos, embolsada en un traje negro, estaba a mi lado. La azafata le dijo que le iba a traer un cinturón especial.

La vi apenas por el rabillo del ojo, pues no quería llamar su atención.

Sentí un estremecimiento helado.

¿Era ella? Sí, era ella, claro.

Movía uno de los brazos, del que colgaba una lonja sobrante de carne. Estaba rebuscando algo en su cartera, insistiendo con los dedos, arañando algún objeto en el fondo de la cartera una y otra vez. Tenía la piel tostada, como si estuviera recién llegada de unas vacaciones playeras. Me concentré en mi libro. Las letras me temblaban.

Después de un rato comprendí que en realidad mi compañera de asiento no parecía estar buscando nada.

Estaba entregada, más bien, a un ejercicio repetido y desesperado. Solo quería seguir rasgando los objetos que guardaba en el bolso -tenía un sonido a peines, pomos, chisguetes, un monedero. Era como si quisiera romperlos.

El bolso parecía un animalito de cuero muerto que ella gozaba torturando. Llevaba anteojos de lunas oscuras, con aspecto de antifaz»

En El susurro de la mujer ballena de Alonso Cueto. Leer más