Day: agosto 31, 2008

La odisea sideral

El pequeño plateado astronauta se preparó para su misión.

– Capitán, estoy partiendo rumbo a la tercera estación galáctica.

– Entendido teniente. Cambio y fuera.

Los motores estaban prendidos. Su viaje había iniciado.

– Todo es mágico. La Tierra parece tan chiquita desde acá. Ojala mis hermanos pudieran ver lo mismo en este momento -anheló a la suerte. Despertó, volvió a lo que tenía delante-. Cuán bello el color de ese planeta. Y qué hermoso el halo que rodea aquel otro.

De pronto, a unos cuantos satélites más adelante, el propulsor comenzó a emitir un sonido ensordecedor. El astronauta decidió aterrizar en el planeta desierto más cercano para revisar los defectos del aparato.

– El traje que me han dado es demasiado moderno y útil. La investigación ha invertido bien en los uniformes, pero ¿por qué no gastaron lo mismo en los propulsores?

Apenas concluida la pregunta, por uno de los escapes del propulsor se asomó la cabeza de un misterioso ser.

– Hola terrícola -dijo lentamente-. No me temas por favor.

El nuevo personaje tenía las orejas diminutas y tres ojos gigantescos que no paraban de dar vueltas. Además era cabezón y al parecer más bajo que un niño terrestre de siete años. El astronauta se había sorprendido que haya estado metido en su propulsor durante todo ese tiempo. Sin embargo, no quiso ser descortés.

– Hola amigo, soy un astronauta de la tierra y tengo como misión llevar esta información a mi estación galáctica -le mostró los códigos de unas piedritas doradas que guardaba en su bolso hermético.

– Sé quién eres. Coincidentemente, tengo una misión también. Me han encargado conocer más la vida de los seres terrícolas. Ahora que he visto que son confiables, quisiera llevarte directamente a mi planeta sólo un ratito.

– ¿Está muy lejos? No puedo desobedecer las órdenes del capitán -no obstante, tampoco quiso desairar al marcianito-… pero creo que si le explico bien sobre esta situación entenderá gustosamente.

– Maravilloso. Entonces no perdamos valioso tiempo y vamos.

El cuerpo del alienígeno empezó a brillar. Su tentáculo cogió el hombro del audaz astronauta y juntos viajaron hacia el infinito universo a sus cabezas. Los planetas y demás constelaciones eran un baile de lucecitas alrededor de ambos.

Se detuvieron en seco. Efectivamente, no había pasado mucho desde que partieron de aquel desierto planeta.

– Llegamos mi estimado terrícola. En este planeta los superiores te recibirán con honores. Además, nos gusta ser muy hospitalarios con nuestras nuevas visitas siempre.

El astronauta supuso que ese gesto en el rostro de su amigo debió ser una sonrisa. Hizo una pequeña reverencia y le sonrió agradecidamente por sus palabras.

De pronto algo irrumpió en el planeta. ¡Prank! ¡Un marciano gigante nos invade!

– Oye, ¿qué estás haciendo con esas piedras? ¡Te estás ensuciando! No es momento para jugar en el jardín. Regresa a la sala, la abuelita nos está esperando.

– Adelante Capitán. Volveré a transmitir información en breve. Cambio y fuera. Leer más