No podría contar las noches que he pasado esperando, ya no. Mi canto ya no la hace asomarse por su ventana para poder perderme en las estrellas de sus ojos, y escucharla reir tan sumisa, como susurrando. Dejaba que la vea de cerca, mi respiración casi besaba sus mejillas, y al moverse danzaba conmigo. No sé si la luna estaba sobre ella o si ella estaba sobre la luna, lo que sí sé es que los golpes en mi pecho eran mucho más fuertes cuando la pensaba y el frío se volvía irrelevante, igual que lo que dijeran los demás. Dijo que estaría siempre cerca, o en realidad no, pero me lo decía con sus gestos. Nunca dijo nada.
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