En días de verano en que los colores del cielo se desdoblan en apacibles y cálidos tonos del rosa, el dorado los mece entre sus alas para hacerles saber que pasará el tiempo y seguirán siendo la calma perfecta para los que pensamos de cabeza, y regalamos sonrisas y lágrimas bajo el agua y hacemos que sea de un color diferente, o que simplemente ya no tenga color, empezaremos de nuevo al sentir que más colores llenan el vacío en la superficie, y ya no saldremos más de aquel lugar, esperaremos pacientes un día nuevo, o dos. Las aves de algodón nos reconfortarán y podremos olvidarnos de que ya ha oscurecido y esperararemos tranquilos para ver el rosa y al dorado cuidándolo otra vez. Esta noche, las aves de algodón se regocijan más que nunca en su lecho de nieve y anuncian que falta muy poco para darle la cara al sol y ser felices. Otra vez

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