Solíamos quejarnos porque no teníamos suficiente tiempo, pero, afortunadamente, eso no importaba ahora: papá se acababa de ir. Mi cuerpo descansaba en el sillón grande y mi brazo derecho la sostenía a ella, que se recargaba sobre mi costado y cuyo brazo derecho me rodeaba por el abdomen, su manito terminaba de abrazarme. TBBT en la tele no hacía más que hacerla reír cada segundo (lo que, por cierto, no es difícil), muchas veces le dije que sin ella sería el peor comediante del mundo, eso la hacía reír más. Era gracioso ver cómo hacía que sus pies no llegaran al suelo, balanceándolos con una melodía especial de atrás hacia delante, como una niña en un columpio, bajé la cabeza un poco y ahora miraba mis pies, mis converse rotas no eran la mejor vista, pero sí el mejor escape para un evento que no debía pasar.
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