Día del Abogado peruano.

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Ser abogado hoy: una vocación entre la justicia y el desencanto

Por Limberg Chero. Lchero@pucp.edu.pe

Ser abogado en el Perú de hoy es asumir una vocación que transita entre la esperanza y el desafío. Es ejercer en un país donde el derecho no solo se enseña en las aulas, sino que se defiende –y a veces se resiste– en las calles, en las cortes y en los despachos públicos. En un contexto marcado por múltiples casos de corrupción, donde el sistema de justicia ha sido puesto a prueba una y otra vez, ser abogado no puede ser solo una profesión técnica: es, más que nunca, un acto de responsabilidad ética.

 

Muchos abogados peruanos terminan su carrera como fiscales o jueces, desempeñando funciones clave para la defensa del Estado de derecho. Algunos se convierten en protagonistas silenciosos de la justicia, actuando con probidad, resistiendo presiones y tomando decisiones que afectan la vida de miles. Otros, lamentablemente, ceden al poder, al tráfico de influencias, o se diluyen en un sistema burocrático que a veces parece premiar la inercia antes que la integridad.

 

Pero el ideal no ha muerto. En cada audiencia, en cada defensa bien hecha, en cada sentencia bien motivada, en cada esfuerzo por devolverle dignidad al ciudadano común, se renueva el sentido profundo del derecho como instrumento de equilibrio social. Ser abogado en el Perú es ser testigo –y a veces protagonista– de la batalla constante entre legalidad y justicia, entre poder y principios.

 

Hoy, más que nunca, el país necesita abogados que no solo conozcan la ley, sino que también estén comprometidos con su espíritu. Abogados que se indignen con la impunidad, pero que también se levanten con esperanza cada vez que logran una decisión justa. Porque en el Perú actual, ser abogado es tener en las manos la posibilidad –y la carga– de cambiar la historia, una resolución a la vez.

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