Por Mario Romero

La localía en el mundo del deporte, especialmente en el fútbol, es siempre primordial en cualquier torneo. Se entiende por localía, el actuar en condición de local, referida al hecho de jugar un equipo en su propio estadio,  en su país , con su gente, público e hinchada.

Jugar de local siempre es una ventaja, se dice “hay que ganar de local’’, lo cual es cierto. En las eliminatorias, si un equipo gana sus partidos de local, en donde se supone tiene alguna esta ventaja, es casi segura su clasificación.

¿Qué implica la localía? Que el equipo juega en su casa, su estadio al que está más acostumbrado, no tiene que viajar, no tiene que adaptarse a situaciones de horario, clima o  geografía no acostumbradas, así como no menos importante  puede contar  con el aliento de su hinchada y el soporte de su familia.

Estas eliminatorias para el mundial de Rusia en lo que respecta al Perú no han estado exentas de circunstancias extraordinarias, tras un comienzo por decir lo menos difícil y decepcionante, hemos terminado casi con una proeza pocas veces vista. De un conjunto de jugadores hemos pasado a tener un equipo, también contamos con  un verdadero coach, que dirige, lidera y entiende a nuestros jugadores. Hemos rezado a todos nuestros santos, el Señor de los Milagros, Santa Rosa, San Judas Tadeo, Martín de Porres,  quienes se han puesto la bicolor y se ha dado el milagro.

Hemos ganado puntos en mesa, obtenido un cambio generacional, recuperado nuestra tradición futbolística y  en el último partido se han conjugado todos los astros para llegar a la situación en la que estamos a punto de clasificar  con un ánimo distinto. Inclusive dentro de este conjunto de situaciones algo extrañas hemos tenido que jugar en otro estadio, el del club Universitario de Deportes, el que sin desmerecerlo, no es la casa de la selección. Ha tenido que intervenir el ministro para lograr que nuevamente en el próximo partido el Perú pierda una de sus principales ventajas; es decir, como anotamos la localía en lo que respecta a jugar en su estadio, en su cancha, aquella que la gran mayoría de jugadores peruanos ve desde pequeños con respeto, admiración  y añora llegar algún día a jugar en ella y en donde tienen la esperanza de hacerse famosos.

El estadio nacional o José Díaz  se le reconoce como la casa de la selección; si bien, fue edificado originalmente para la práctica del atletismo, ahora está dedicado casi exclusivamente para el fútbol y por necesidades económicas y de déficit de infraestructura lamentablemente para actividades sociales, de esparcimiento o culturales.

Se erigió en 1897, se inauguró en 1927, remodelándose en 1952 y recientemente en el 2011, constituyendo uno de los más importantes y bellos escenarios de Latinoamérica.

Pero qué debemos hacer para que no volvamos a ver jugar a nuestra selección en casa ajena. Primordialmente planificar y priorizar la práctica deportiva, señalando por ejemplo enérgicamente  en los contratos  para realizar actividades extradeportivas la obligación de salvaguardar celosamente  las instalaciones y priorizar las actividades de nuestra selección.

Es importante señalar que el deporte no se encuentra reconocido en la Constitución de 1993 como un derecho fundamental aunque la Ley 28036 si lo hace. Al considerar al deporte como un derecho fundamental le da un estatus especial y prioritario, aunque sería conveniente que constitucionalmente tenga un espacio propio y no subsumido como un derecho de la educación y del esparcimiento.

En Colombia por ejemplo  se expidió la sentencia de tutela  Nº 252 en 1993 por la sala suprema constitucional. De qué trataba el caso: el presidente de la liga de fútbol del atlántico denunció a la municipalidad de Barranquilla solicitando el derecho de uso del estadio Romelio Martínez, cedido por el municipio para la realización del festival de  orquestas  y acordeones del carnaval.

Se sustentó  la acción en que se ponía en riesgo la inversión efectuada para remodelar el estadio, dejando fuera de servicio las instalaciones, malogrando también  la gramilla del campo de juego. El tribunal amparó la demanda  al  considerar del deporte y la recreación como un derecho fundamental conexo con el libre desarrollo digno de proteger, la consideró como “una necesidad fundamental del hombre que estimula su capacidad de ascenso llevándolo a encontrar agrado y satisfacción en lo que hace’’ consideró al estadio como un espacio público, de uso público y común, que el estado debe proteger.

Lo más importante es que en su resolución manifestó que se debe destinar el estadio prioritariamente al deporte  al reiterar la obligación  del estado de proteger la práctica del deporte  y a los jugadores,  su integridad física y el derecho de los espectadores “adictos “ al deporte.

Esperemos que se respete la casa de la selección y nunca más tengamos que tocar la puerta del vecino, que aunque muy amable, nos hace ingresar a una casa que  no es la nuestra, la de todos los peruanos.

Sobre el autor:

Mario Romero es abogado Colegiado con especialidad en Derecho Civil y Comercial, con amplia experiencia en Asesoría Empresarial
Decano de facultad de derecho de Unifé y ejerce la profesión independientemente.
Ha desempeñado posiciones de Gerente Legal de ABB S.A., así como Director y Asesor de diversas empresas e instituciones. Integrity Officer de ABB en el Perú (empresa declarada como la de más altos estándares éticos del mundo por Ethispere) reportando directamente a la Gerencia General y a la casa matriz (Suiza); ha sido entrenado en diversos temas legales y de integridad en diversos países como: Suiza, Emiratos Árabes, Chile, Brasil, Estados Unidos de Norte América, entre otros.

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Mi casa es mi estadio

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