Martín Adán es uno de los grandes representantes de la literatura vanguardista peruana y latinoamericana. Andrés Piñeiro es un estudioso de su obra que ha editado dos libros sobre él con nuestro sello. Lo entrevistamos y esto fue lo que nos dijo. ¡A leer!
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En las librerías peruanas no encontramos los poemarios de Martín Adán. De su producción, solo podemos adquirir La casa de cartón, ¿crees que la exposición de la Casa de la Literatura Peruana y tus dos libros sobre él reflejan que estamos rindiendo homenaje a un poeta que no estamos leyendo?
Sí, no sé si el caso de Martín Adán sea el único. No sé si se lean otros poetas peruanos con determinado rigor. Vallejo es el que ha suscitado mayores conferencias y estudios. También hay un equipo de fútbol que lleva su nombre, muchas promociones de colegios y universidades lo recuerdan, hay monumentos, cátedras, etc. Salvo Vallejo, creo que muchos poetas no son debidamente estudiados de acuerdo a su importancia, tal es el caso de Adán. Además, creo que las últimas generaciones de poetas se leen entre ellos. Esa es mi sensación. No creo que más allá del ámbito poético se lea poesía y esto se comprueba mirando los tirajes de los poemarios: son reducidos.
Ciertamente, estamos en una fase en la que no se lee a Adán, salvo la Casa de cartón. No creo que se lea su poesía y si se lee es de difícil acceso. Gran parte de la poesía de Adán es hermética. Estamos hablando de Travesía de Extramares que es un poemario muy complejo. Hay estudios, pero muy pocos. Yo conozco casi todos y no creo que lleguen a más de diez. Están por ejemplo los textos de Luis Vargas, Mirko Luaer, John Kinsella, Edmundo Bendezú, Aguilar Mora, mi tesis y los dos libros que he editado. No hay más textos que lleguen a ser una suerte de puente entre el lector y un autor complicado.
¿Después de haber leído tanto a Adán, puedes mencionarnos quiénes lo influyeron?
Hay etapas. Hay una etapa barroca, que es la de Travesía y de sus sonetos finales. En esta hay una influencia mayor de Góngora, del Siglo de Oro español. Pero él escribe como Martín Adán y lee mucho a los románticos alemanes y literatura francesa. Por ejemplo, en Travesía todos los sonetos tienen un epígrafe rindiendo homenaje a un autor.
Pero también hay una época que ha influido mucho en él, que es la etapa en la que Lima empieza a ver la modernidad: el tren, los aparatos electrónicos, el alumbrado eléctrico… Básicamente cuando se convierte en una ciudad. Por eso es importante anotar que no solo influye el contexto literario, sino también el filosófico, teológico y social.
¿Adán puede definirse como un poeta maldito?
Sí, hay un rasgo de poeta maldito cuando se aísla en el Larco Herrera, pero lo que yo admiro más allá de la imagen que se proyecta, que puede ser llamativa o no, o más allá de la superficie que eso nos invoca, es que alguien tenga el coraje de decir yo voy a escribir el resto de mis días y no voy a hacer nada más que escribir. Decirlo es muy fácil, pero hacerlo es muy difícil. Eso implica varias cosas. En el caso de Adán implicó no haber tenido familia, amigos, un cargo público, haber pasado por estrecheces, haber sido apartado de una posición en la sociedad que le correspondía, en fin… Martín Adán fue un privilegiado a nivel educativo y familiar: estudió en el Colegio Alemán, nació en una familia principal de Lima y Pacasmayo, su abuelo fue el fundador de la Maternidad de Lima y estudió en San Marcos con los mejores profesores. Le dijo “no” a una serie de cosas que tuvo. Yo admiro esa parte de la vida de Martín Adán y admiro que nunca se haya quejado. Él escogió esa vida y así estuvo hasta el final.
No sé quién actualmente pueda encarnar esa figura. Por eso Mario Vargas Llosa dice que Adán fue el último poeta maldito del Perú. Yo no lo sé. Más allá del término creo que esa es la verdadera dimensión de su aislamiento: todo lo que dejó de lado para escribir poesía.
¿Qué te impulsó a editar el libro Martín adán. Cartas escogidas?
Me impulsó a editar este libro la belleza que encontramos en cada una de las cartas. Estas cartas como estilo, a pesar del artificio, no llegan a ser un poema pero cada una de ellas refleja lo que es Adán cuando no escribe poesía, cuando le escribe a sus amigos. Me llamó mucho la atención lo bien escritas que pueden estar.
Escogí las cartas que pudieran aclarar, con seriedad, algún aspecto de su vida y de su obra. Con este libro quise desterrar la leyenda urbana de Martín Adán basada en especulaciones. Prefiero decir cosas de Adán con documentos que sí existen: esto dijo, con ellos se comunicó, estas son las entrevistas y no lo que dicen que dijo. Eso estará bien para una novela pero no para un estudio que tiene como fin conocer la vida y la obra de alguien.
Por eso, la primera pregunta que se me vino a la mente fue ¿con quién se carteaba Martín Adán? ¿Con los amigos del colegio como Westphalen, Abril o Estuardo Nuñez? De ellos no hay cartas. O bueno, no las he encontrado. ¿Con los estudiosos? Sí, hay algunas con ellos. Pero con la gente que uno ha asumido tan cerca no se escribía. No hay cartas con Eguren o con Mariátegui. Hay cartas de Westphalen hablando de Adán, pero no hay una correspondencia entre ellos, por ejemplo. Una de las cosas que me llamó atención fue encontrar cartas que no pensé encontrar. Escogí las cartas que evidenciaban lo que él vivió.
¿Cómo se conservaron las cartas todo este tiempo?
Eso sí que es una historia. Estas cartas han sido conservadas más o menos desde los años 40. Ricardo Arbulú fue el primero que acopió las cartas en el Larco Herrera y de ahí se las pasó a Juan Mejía Baca en los sesenta. Este libro es un homenaje a ellos también. Si tenemos estas cartas hoy es por ellos y no por Martín Adán. Él las hubiera perdido.
Eran un par de maniáticos en el buen sentido de la palabra. Cuando Adán le pedía a Arbulú que enviara una carta, este se la entregaba al destinatario y se la hacía leer, luego la fichaba y se la llevaba. No se la dejaba al destinatario. Él sabía que estaba atesorando algo importante.
Mejía Baca iba a los bares que Adán visitaba y les decía a los mozos: “papelito que Adán bote o se le caiga guárdenmelo que yo les doy luego un dinerito”. No eran papelitos, era La mano desasida, Travesía de extramares, La piedra absoluta, etc. Adán llegaba al Cordano y le pedía al mozo pisco y servilletas. Escribía en ellas y las guardaba en su gabán, luego iba a la librería de Mejía Baca y se las entregaba. No eran solo servilletas, también envoltura de cigarros, papeles de periódicos, etc. con poemas que ahora podemos leer.
Mejía Baca ordenó las cartas y las donó a la Universidad Católica en 1986. El transcribió y fechó todo lo que Adán escribió. Por eso creo que si Adán es el último poeta maldito, Mejía Baca es el último gran librero. No solo es un honor a la amistad, es un honor al librero y al editor. Las cartas que se han conservado son para divulgarlas no para esconderlas. Este libro es un pequeño aporte y homenaje a estos grandes hombres.
En una de las cartas del libro se menciona sobre el encuentro de Adán con Allen Ginsberg, ¿qué más nos puedes contar sobre esto?
El encuentro está documento por Jorge Capriata en la revista Hueso Húmero. Ginsberg vino a Lima a participar en un recital de poesía que lo dirigía Salazar Bondy en el año 60. Al parecer, Capriata pactó un encuentro, ya que ambos vivían en el Hotel Comercio, que estaba en el segundo piso de El Cordano. Adán tenía aproximadamente 50 años y Ginsberg era algo más joven. Se lanzaron pullas y frases ofensivas. Pero más allá de este episodio que une a estos dos grandes poetas, está el testimonio de las cartas de Adán y el poema de Ginsberg dedicado a un viejo poeta en el Perú. Imagínate lo que puede generar un encuentro con tus pares. Ese encuentro generó en ellos poesía.
¿Por qué escogiste a Martín Adán para tu tesis y tus libros? ¿Por qué él y no otro poeta?
No lo sé. Me lo he preguntado. Creo que hay dos antecedentes personales. Como diría Walter Benjamin son “afinidades electivas”. Por un lado, el tema de la muerte. Mi padre murió cuando tenía dos años, entonces este tema me ha tocado desde muy chico. ¿Dónde estará? ¿Estará en la tumba o estará en el cielo? ¿Vendrá al juicio final? Preguntas que solemos eludir o postergar. Cuando leí a Adán, encontré el tema de la muerte herética: Ven muerte no temas, Dios existe pero es un niño, Dios existe, pero si existiera me castigaría… y todas esas reflexiones sobre Dios, la muerte, la posvida. No fue en un primer momento la grandeza de su verso o su genialidad como poeta lo que me enganchó, sino la temática de la que hablaba.
Por otro lado, en el colegio nos hacían leer poesía como una forma de castigo. Yo recuerdo haber tocado la campana del colegio —desde chico he tenido una fascinación por las campanas—. Si hacías algo como lo que hice, durante los recreos, los curas te daban un libro de poemas. Si hacías una falta suave, un poema. La campana fueron como cinco poemas. Cuando me pilló el hermano tocando la campana, me dijo: “tú vas a ser poeta”. Obviamente no era por mi sensibilidad, sino porque iba a leer muchos poemas de castigo ese día. Yo no recuerdo cómo eran los poemas, pero era horrible tratar de memorizarlos mientras tus compañeros gritaban en el recreo. Además tenía que declamarlos sin errores como si fuera el Padre Nuestro. Para mí en ese entonces la poesía era la cosa más horrible y detestable que habían creado los hombres para castigar a los niños que se portaban mal. Cuando leí a Adán yo tenía aproximadamente 14 años y me dije “esto no puede ser poesía. La poesía es algo feo, prosaico, banal, ridículo”. No leí directamente un libro de Adán, sino un artículo de Luis Felipe Alarco que hablaba sobre la muerte en la poesía de Adán y había unos versos que me conmovieron para siempre: Ay que me puse a morirme de través en el cauce ¿Qué es eso me pregunté? No puede ser poesía algo tan bello.
Martín Adán me enseñó que la poesía te da la posibilidad de hacer belleza con las palabras y que se pueden construir mundos fantásticos con ellas. Es la magia de la palabra que puedes encontrar en un libro destartalado. En él puedes leer un poema y eso te puede cambiar la vida. Ese es el fin del arte.
Desde ahí, todo lo que encontraba de Adán lo iba archivando. Lo primero que pensé hacer fue una biografía. Aún no lo he hecho, pero seguramente la haré.
Si tuvieras que escoger un verso de Martín Adán, ¿cuál sería?
“Si quieres saber más de mi vida, vete a mirar el mar…”
Sobre el autor:
Andrés Piñeiro es licenciado en Filosofía por la UNMSM, donde además concluyó sus estudios de maestría en Historia de la Filosofía. Actualmente ejerce la docencia en la Universidad Privada del Norte. Ha publicado el poemario Diotima de Mantinea (1997), la tesis Desventura en extramares. Conciencia desgarrada en la poética de Martín Adán (2003), con la que obtuvo su licenciatura, y editado el libro Martín Adán. Entrevistas (2011). Es autor de numerosos artículos en diversos diarios y revistas de Lima y está realizando un estudio sobre la influencia judía en el pensamiento del filósofo alemán Walter Benjamin.
Sobre sus libros:
Martín Adán. Entrevistas, (2012)
Este volumen recoge conversaciones y encuentros con el autor Martín Adán. En este libro se evidencia la enorme personalidad del creador de una de las obras más importantes en lengua castellana. Esta se trasluce a través de las transcripciones, crónicas y reportajes de los poquísimos encuentros y diálogos con la prensa cultural u otros agentes.
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Martín Adán. Cartas escogidas, (2015)
Para conocer a Martín Adán más allá de su obra, Piñeiro nos presenta una recopilación de cartas. En este intercambio epistolar se encuentran destacados intelectuales, estudiosos de su obra y amigos personales, como Luis A. Sánchez, Hubert Weller, José Miguel Oviedo, Celia Paschero, entre otros.
Esta publicación destaca al género epistolar como un medio literario que permite revelar lo que se esconde detrás del verso y la prosa de un autor, que es lo que Piñeiro ha querido hacer en este volumen: ir más allá de las anécdotas de la vida íntima de Adán para profundizar en su obra.
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