Era el inicio del año escolar 2005 y recién estaba conociendo a mis alumnos del 2do. grado. Ellos se mostraban tímidos, apenas si hablaban en clase. Yo sabía que los padres no son propensos a brindar cariño a sus hijos, y todo ser está ansioso de recibir afecto, para eso, como parte de las actividades permanentes, planifiqué sobre el saludo en el aula.
Les mostré una lámina sobre el tema y dialogamos al respecto, luego vivenciamos como se debe demostrar cariño a otra persona, porque eran reacios a abrazar. Al principio fue muy difícil pero luego cantamos “Si a Jesús le satisface….” y cuando llegó el momento de abrazar Yaqui se acercó a mi y me abrazó. Se había roto el hielo e inmediatamente todos los niños y niñas me rodearon, comenzamos a saludarnos unos a otros, otros lo hacían dos veces y hasta se escabullían por ahí para abrazarme de nuevo aprovechando la confusión y yo les decía “No hagan trampa”.
Y todos los días antes de irnos a nuestras casas nos despedimos con un abrazo bien fuerte, ellos están perdiendo la timidez, son más comunicativos y todos nos sentimos muy bien dentro del aula.
Pero Rosita, a quien hace poco le asesinaron a su padre, aún se resiste a dar y recibir abrazos y es quien más lo necesita de todos nosotros. Solo se limita a mirar aquel agradable ritual que hacemos al ingreso y salida de clases. Tal vez el tiempo ayude a curar sus heridas.
Testimonio del profesor Walter Llapapasca Timoteo. I.E. Nº 14337, Poclus Bajo, Red Nº 6 Poclus, UGEL Chulucanas, Piura (Sep 14, 2006)
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1 Comentario
Que relato para más interesante, realmente debe ser muy duro trabajar con niños que no tienen afecto en sus casas,que estan mas dedicados al trabajo duro del campo. Te felicito porque conozco de tu temperamento y sensibilidad hacia los niños.