Para Amy, también

Hace un par de años, almorzando en mi casa y haciendo zapping, encontré de casualidad el concierto de una cantante desconocida en Londres que me cautivó (literalmente) con su voz, al punto de dejar la mesa y sentarme a escucharla en la sala. Su voz y su estilo fue para mí todo un descubrimiento, cantándole a ese lado negro de mi vida que había abandonado desde hace mucho, como invitándome a hundirme nuevamente en el lado vicioso de la existencia (cosa que no hice, claro).

Desde ese día me convertí en uno más de los fanáticos de Amy, esperando en algún momento que pudiera venir al Perú, prometiéndome que esta vez si iría a ver a alguno de mis cantantes favoritos. Hoy ese sueño ha quedado roto, como seguramente el de miles de sus seguidores atrapados en su voz ronca, dura y melodiosa. A la mierda todos aquellos que no la dejaron salir de su vicio, que la fueron matando poco o poco, que fueron apagando su voz excepcional. Porque si bien es claro que Amy se alimentaba de todo eso para sus canciones, sabía cómo convertirlo en poesía pura, maldita, genial. Ojalá hoy esté en un mejor lugar, donde la quieran de verdad.

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