A los jóvenes caídos en Molinos
Muchas veces ya, los jóvenes han querido cambiar el mundo
me ha pasado por la cabeza a mí y quizá a todos
en algún momento
No es novedad, pues, indignarse ante el sufrimiento y la miseria
es ya casi una tradición en el oficio de los seres pensantes que se hacen llamar
hombres humanos
Es casi una tradición que se extingue, que se apaga sumergida en la ambición
tener más, querer más, poder.
La llama de la revolución ya no brilla en los ojos noveles
es ahora más el pasado, la antigüedad, una época, una generación
otrora impulsada por el sueño socialista hoy consumida por la “modernidad”
¿A dónde fueron los sueños, los anhelos, las aspiraciones de una sociedad mejor?
¿A dónde fueron los jóvenes que querían cambiar el mundo?
Sus cuerpos ya inertes y la sangre derramada en vano no serán
la llama de la revolución aún no se extingue
aún brilla en los ojos fervorosos de los elegidos
los ojos de una nueva generación
Las campanas de la iglesia pronto gritarán REVOLUCIÓN
y el comienzo de una nueva era iniciará