La inusitada escalada chilena en reacción a la creación del distrito La Yarada – Los Palos va tomando ribetes de opereta con final incierto. Frente a esa reacción, la posición oficial peruana consiste en afirmar que no hay ningún tema limítrofe pendiente con Chile. Recordemos, esa fue la posición chilena en el contexto del diferendo marítimo… y terminamos en La Haya. Precisamente un distinguido internacionalista y ex canciller de la República acaba de sugerir que llevemos este tema a La Haya… pero esa Corte no tendría competencia sobre este asunto, el Pacto de Bogotá excluye de esa jurisdicción los temas regidos por tratados anteriores a 1948, y el que regula esta cuestión es de 1929. Tampoco parece probable recurrir al arbitraje americano estipulado en este convenio, nuestra cancillería maneja información según la cual ese país no estaría dispuesto a arbitrar la controversia. “Dejar actuar a la diplomacia”, dicen en Torre Tagle, pero el tema lleva ya unos quince años sin visos de resolverse ¿Qué hacer?
La posición chilena tiene su origen en un capricho, o en un error de interpretación si queremos ser indulgentes, y entra en contradicción directa, no sólo con los instrumentos internacionales ratificados por ambas partes, sino con la propia argumentación chilena en La Haya. Decía esta argumentación, en la contra memoria chilena, al referirse a las actas del 68-69 y a los faros de enfilamiento en la frontera que en consecuencia de ellas fueron erigidos:
“3.26. Sobre la base de su común entendimiento acerca de la existencia y curso de la frontera marítima, los delegados de las Partes de mutuo acuerdo decidieron proponer a los dos Gobiernos-
“1.- Instalar dos marcas de enfilación con señalización diurna y nocturna; la marca anterior quedaría situada en las inmediaciones del Hito Nº 1, en territorio peruano; la marca posterior estaría ubicada a una distancia aproximada de 1.800 metros de la marca anterior, en la dirección del paralelo de la frontera marítima””
De resultas de estas instrucciones, el faro peruano fue construido sobre el paralelo, en un punto entre la orilla del mar y el Hito 1, en territorio peruano. Este faro es la mejor prueba que ese segmento del paralelo entre la orilla del mar y el referido hito, no es ningún límite, sino territorio peruano.
Los faros fueron erigidos a inicios de los 70, pero posteriormente en 2001, el faro peruano colapsó a consecuencia de un sismo. El faro nunca fue reedificado pues se temía que viniera a confundir más las cosas respecto al diferendo marítimo que se perfilaba. Hoy esas razones devienen caducas, la Corte ha decidido que la frontera marítima arranca en la intersección del paralelo que pasa por el Hito 1 con la orilla del mar, y se prolonga por ese paralelo hasta la milla 80. Su reconstrucción no afecta más a la posición peruana en la cuestión marítima, pero en cambio prestaría un gran apoyo en la controversia actual. Máxime cuando esa reconstrucción sigue siendo requerida por Chile. Dijo este país en su contra memoria:
3.37… Los faros continuaron desempeñando su función señalizadora hasta que la torre peruana colapsó por efecto de un terremoto en 2001. Perú aún no la reconstruye, a pesar del requerimiento formulado por Chile para que lo hiciera.
Y cita al pie una ayuda memoria que habría sido entregada al Encargado de Negocios peruano en Santiago el 25 de enero de 2002.
La reconstrucción del faro en territorio peruano, se presenta entonces como un negocio urgente destinado a poner a Chile en contra de sus propios argumentos, evidenciando sobre el terreno lo extravagante de esa posición. La directiva para construir el faro “en las inmediaciones del Hito 1” deja suficiente margen discrecional como para ser más contundentes y reconstruir el faro lo más próximo a la orilla que permitan la naturaleza del terreno y la tecnología moderna, agregando si posible alguna suerte de resguardo perimétrico que lo proteja de los embates de la marea, más alguna edificación anexa, del lado sur, que preste servicio al faro.
De este modo el nuevo faro sería a la vez una manifestación de efectividad soberana sobre el terreno disputado, una respuesta al requerimiento chileno para su reedificación y la mejor prueba de lo vacua de la posición de ese gobierno, la que se vería desacreditada ante su propio frente interno, forzando así el abandono de esa tesis.
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