Los avances en los procesos de democratización, durante las últimas décadas, han representado para el mundo una gran conquista. Sin embargo, diversas interrogantes han surgido, pues ¿por qué unos países se convierten en democráticos y por qué otros no? ¿Qué hace propicia una democracia?
Huntington afirmaba que “se pueden crear sistemas democráticos o no democráticos, pero pueden durar o no. La estabilidad de un sistema difiere de la naturaleza de dicho sistema” y es que el sistema democrático no solo depende de la democracia en sí misma como sistema, sino que además depende de diversos factores para establecerse.
Estos factores versan en lo económico, lo social y en la aparición de condiciones externas (internacionales). Sin embargo, estos tres factores nunca son suficientes y dependen de una variable: las élites o líderes políticos; pero esta variable al mismo tiempo depende de los factores antes mencionados, pues los líderes políticos por más que lo deseen no podrán conseguir una democracia sin las condiciones necesarias.
La relación que existe entre desarrollo económico y democracia es algo compleja pues si bien es cierto ha tenido un impacto significativo en muchos países que han llegado a ser democráticos, esta ni es determinante ni condición suficiente para convertir a un país en democrático. Sin embargo, no podemos negar que el desarrollo económico al crear nuevas fuentes de riqueza ha generado cambios en la estructura social, como por ejemplo la expansión de la clase media y el aumento en los niveles de educación en la sociedad. Estos cambios en la estructura social generan un sentimiento de confianza y bienestar en la comunidad. Cabe resaltar que para que pueda haber una transición democrática debe haber una comunidad política receptiva a las aspiraciones democráticas[1].
Ahora bien, es importante entender que la riqueza económica sola no puede por sí misma convertirse en un factor crucial para impulsar la democratización, sino que debe estar basada en un proceso de industrialización que impulse la diversificación de la economía. Esta diversificación de la economía se convierte en un proceso complejo y muchas veces interrelacionado que resulta difícil de controlar por un gobierno autoritario.
Los cambios económicos fomentan un cambio también social; pues al mejorar la economía se aceleran los procesos de urbanización, industrialización y educación provocando un cambio en la conciencia social que permite el ingreso de nuevas fuerzas sociales a la esfera política.
Una fuerza social, decía Huntington, es un grupo étnico, religioso, territorial, económico o de status. Estas fuerzas sociales son lo que Castoriadis diría un grupo de “individuos efectivos” que están formados por las condiciones mismas de la sociedad, con sus historias, sus pasiones, con sus múltiples pertenencias particulares, tal como han sido constituidos por el proceso histórico-social y por la institución dada de la sociedad[2].
Entonces, para exista un régimen democrático, primero estas fuerzas sociales deben de alguna y otra medida, tener los ideales de querer un gobierno democrático, y deben tener además lo que Tocqueville diría “el arte de asociarse”. La diversidad de fuerzas sociales y la interacción entre ellas, son condiciones previas para la aparición de organizaciones y procedimientos políticos, y para la eventual creación de instituciones políticas con las cuales estos se identifican[3]. La creación de instituciones políticas independientes es condición necesaria para dar paso a un gobierno democrático, pues estas son pautas de conducta reiteradas, estables y apreciadas que engloban la actividad de una sociedad.
A los factores de crecimiento económico y de cambios sociales que se producen en el interior de una sociedad debemos ahora agregar, el factor internacional.
Autores como Huntington y Coppedge, creen que el resultado positivo que se ha dado en la ola de democratización en las últimas décadas ha animado a la democratización de otros países. Se ha producido un “efecto bola de nieve” que se debe entre otras causas a la similitud en los problemas de los países y sobre todo porque el país que se había democratizado era poderoso y visto como un modelo político y cultural[4].
Además, existe un supuesto básico en el que los países son recompensados cuando sus regímenes son similares a la de sus vecinos. Estas recompensas pueden ser de muchos tipos: la paz, seguridad mutua, el comercio, la inversión, la facilidad de comunicación, etc. Este supuesto básico cree que los países tienden a cambiar sus regímenes para que coincidan en mayor medida (en el caso de estados democráticos) con el grado de democracia o no democracia encontrado entre sus vecinos o con el país con mayor poder de la región. Por ejemplo, los países dentro de la esfera de influencia de Estados Unidos tienden a ser más democráticos.
Pero inclusive actores internos (fuerzas sociales) pueden ser influenciados por acontecimientos originados en países vecinos, pues los líderes de la sociedad civil y política podrían utilizar las políticas aplicadas por los países vecinos y ponerlas como ejemplos ya sean buenos o malos.
Sin embargo, caeríamos en el error si dejamos sólo en manos de los factores externos las decisiones que se toman en los estados, pues muchas de las decisiones que se implementan necesitan de instituciones fuertes y sólidas que propicien o no la democracia y adopten políticas externas.
Por ejemplo, el papel que juegan las ideas internacionales en cuanto al diseño de nuestras políticas públicas enfocadas a la disminución de la pobreza responde al sistema de países democráticos del cual nuestro país es parte: Sistema de las Naciones Unidas.
Al ser parte de este sistema internacional, el FMI y el Banco Mundial ejercen cierta influencia externa en muchas de las políticas económicas que se dictan, estos organismos internacionales nos instan a colaborar sistemáticamente en diversos niveles junto a otros países miembros en varias iniciativas.
Que funcione o no las políticas públicas sugeridas por entes internacionales en nuestro país está estrechamente relacionado con la cuestión del diseño institucional sistémico que hayamos adoptado. En otras palabras, las instituciones del estado no solo deben funcionar de forma conjunta cooperando entre si acorde con una buena administración, sino que además deben concebirse como instituciones legitimadas por la sociedad.
La idea de Skocpol que el Estado es “bifacético” nos da una luz a estas cuestiones pues no solo debemos examinar las estructuras socioeconómicas, sino que también debemos de enfocar al Estado como parte de una estructura internacional que es parte al mismo tiempo de otro grupo de intereses organizados.
Huntington examina las causas de las inestabilidades políticas que experimentan ciertas sociedades desde un contexto de orden político (internacional) y llega a la conclusión que las instituciones políticas más proclives a tener revoluciones son las que generan mayores aspiraciones y expectativas sociales, y por lo general son las que tienen que ver con urbanización, incremento de índices de alfabetismo (educación), acceso a medios de comunicación, etc.
Pero como afirmaba Dahl, un alto desarrollo socioeconómico no es una condición suficiente para la aparición de una competencia política democrática. Este factor, combinado con otros puede facilitar la labor de las élites políticas, pero en ningún momento pueden asegurar su éxito. Estos factores no son una suerte de pasos para llegar a la democracia, sino que responden a un conjunto de circunstancias que pueden o no pueden darse en un determinado contexto histórico.
[1] Whitehead Laurence “Democratización, teoría y experiencia” Fondo de Cultura Económica. México. 2002. Pp. 96.
[2] Castoriadis, Cornelius “La democracia como procedimiento y cómo régimen” en La strategia democrática nella societa che cambia, Roma, Datanews, 1995, pag 15-32.
[3] Huntington, Samuel “El orden político en las sociedades en cambio” ´Paidos, Buenos Aires. Pp 20-22.
[4] Huntington, Samuel “La tercera ola” La democratización a finales del siglo XX. Paidos. Bienos Aires. Pp 99-100.
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