El impuesto a la renta no siempre fue como la conocemos hoy en día, sino que ha venido cambiando a lo largo del tiempo, tomando “ropajes” distintos a lo largo del tiempo. El impuesto a la renta tal como lo conocemos hoy tuvo un punto de partida en el parlamento británico Siglo XVIII. Es decir, la concepción moderna del Impuesto a la renta se inició en 1799, y fue introducida por su Primer Ministro de entonces, Willam Pitt[1] The Younger, con el único objetivo de poder financiar la inevitable guerra que afrontarían contra el Imperio Francés dirigida por Napoleón Bonaparte[2]. El impuesto a la renta estuvo vigente en un primer momento desde 1799 a 1802, año en que la paz de Amiens puso fin a las hostilidades entre ambos imperios; sin embargo, al año siguiente fue restablecido por Addignton —sucesor de Pitt— con importantes modificaciones, debido al reinicio de la guerra la cual se extendería doce años más (de 1803 a 1815[3]). Pero el Impuesto a la Renta al tener un carácter transitorio fue derogado en 1816 cuando la guerra tuvo fin. En otras palabras, el impuesto a la renta se originó con el propósito de proveer recursos para la guerra, y éste era vigente únicamente en tiempos de guerra, convirtiéndolo en un impuesto nacido producto de la necesidad.
En sus inicios el impuesto a la renta no tuvo mayores problemas en ser aceptado por parte de la población británica, ni por sus filósofos en esa época. La población aceptaba esta imposición porque ellos mismos ya habían otorgado tal poder[4] a sus representantes desde hace varios siglos antes, desde la promulgación de su Carta Magna en el año 1215. De la misma manera, los filósofos de entonces consideraban justo este impuesto, porque gravaba proporcionalmente la riqueza de la población, sin otra excepción que a los verdaderamente pobres, y porque además, como ya se hizo mención, perseguía un bien colectivo: financiar la guerra. Pero luego de superar el conflicto bélico, los parlamentarios ingleses consideraban que ya no había motivo para mantener un impuesto tal, pues éste debería estar vigente mientras se hacía frente a Napoleón.
Hasta antes de 1799 en el Imperio Británico, el impuesto a la renta se fue formando a partir de varios ensayos fiscales que no tuvieron éxito. Por ejemplo, antes que este impuesto naciera se habían impulsado varios tipos de impuesto que también buscaban aumentar las arcas inglesas con el propósito de proveer para la guerra. Y junto con ello también habían recurrido a préstamos con intereses que ya habían llegado a sus picos más altos. Sin embargo, tanto los intentos fiscales, así como los préstamos, no resultaban viables como una medida adecuada para hacer frente a la necesidad urgente de recursos.
Uno de esos intentos fallidos fue el Tripple Assessment. Willam Pitt había anunciado en 1797 (es decir, dos años antes de la aprobación del impuesto a la renta), que el año siguiente los contribuyentes pagarían hasta tres veces lo pagado en ese año[5] como límite máximo. De allí deviene su nombre: Tripple assessment. Esta medida fue justificada al ser un impuesto general en las personas poseedoras de bienes y se aplicaba en proporción a sus ingreso y, además porque perseguía reducir prácticas evasivas. Sin embargo, el Tripple Assessment no tuvo éxito, pues tan solo logró recaudar la mitad de lo esperado, por lo cual fue derogado. Sin embargo, fue éste impuesto el camino por el que se llegó a lo que hoy conocemos como impuesto a la renta.
Resulta importante señalar que el impuesto a la renta tuvo oposición por los británicos, aún incluso por quienes lo proponían, pues eran consideradas [en palabras del propio Willam Pitt the younger] como medidas ´repugnantes a la costumbre y modos de la nación´[6], y que además ´ era hostil para cualquier sentido de libertad, alteraba la sensibilidad inglesa y era rupugnante a los principios de la Constitución Británica´[7]. Sin embargo, necesaria ante el inminente desastre que significaría no tener recursos para hacer frente a una guerra que se veía venir.
Entonces, el impuesto a la renta, fue un impuesto de guerra, nació para hacer frente a una guerra, y sustentó una guerra. Pero cuando la guerra finalizó en el año 1815, era entendible que el gobierno afrontara la presión para hacer efectiva la promesa de no mantener vigente el impuesto a la renta en tiempos de paz.
Sin embargo, el impuesto a la renta se impuso en el tiempo, no solo en el Imperio Británico[8], sino que se extendió alrededor del mundo, siendo ahora uno de los mecanismos de recaudación más importantes de la gran mayoría de los Estados hoy en día. Tuvo su desarrollo como institución a lo largo del siglo XX, y en particular luego de la primera guerra mundial de 1914 – 1918, debido a las profundas transformaciones económico-sociales.
Y el hecho que el impuesto a la renta se haya originado en 1799, no quiere decir, como es obvio, que anteriormente no haya existido imposición tributaria alguna. La historia ha dejado evidencias del estilo de vida de los hombres, y sus mecanismos para procurar subsistir en sociedad, frente a otros grupos humanos, procurándose protección, y muchas veces la expansión de sus dominios, y para lograrlo imponían tributos. Piénsese en los grandes imperios de antaño. Los imperios de Mesopotania, Egipto, Grecia y Roma, para poner unos ejemplos. Su expansión y mantenimiento se debía principalmente a que tenían los recursos para proveer a sus ejércitos, así como a sus gobernantes. Y quienes proveían de recursos para ello era el grueso de la población a través del pago de tributos.
En cada época, además, dependiendo del estilo de vida de las personas, se configuraba determinados sistemas tributarios. Es decir, cada sistema tributario dependía del tipo de economía imperante en determinada época y en cada sociedad. Considérese al hombre cuando se dedicaba solo a cazar, pescar y pastorear, puede deducirse que el criterio para medir su capacidad económica era diferente al criterio utilizado para medir su capacidad económica del hombre luego de la revolución industrial, cuando éste estaba asentado en pueblos o en ciudades populosas. O piénsese en el criterio que se utilizó para determinar la riqueza de un individuo, y en consecuencia la determinación del tributo a pagar, cuando la economía giraba en torno a la actividad agrícola, el criterio estaba en función a la renta[9] que los terrenos producían. Entonces, la determinación de la riqueza, así como la base del tributo a pagar, siempre ha estado relacionado a la actividad económica de determinada época y lugar, así como de las herramientas disponibles para poder medirla.
Pero determinar los tributos nunca ha sido una tarea fácil, o algo que siempre ha sido bien recibido, al contrario es usual ver que ha sido la causa de rebeliones, o protestas que terminaron en cambios de regímenes políticos, como lo sucedido en Estados Unidos cuando se independizó del Imperio Británico; o incluso cambios de formas de gobierno completa, como sucedido en Francia que dejó de ser una monarquía para convertirse en una República.
Encontrar, entonces, el punto de equilibrio entre la necesidad del Estado para proveerse de recursos y cubrir los gastos que implican los servicios públicos, y la afectación a la riqueza que el hombre ha conseguido con su esfuerzo, y sin que se provoque protestas o rebeliones, es una tarea complicada. Y ésta es la tarea que ha llevado a muchos intelectuales a elaborar un concepto de renta que responda “a un ideal de justicia para evitar la desigualdad de los contribuyentes, y evitar así los peligros que se derivan de un sistema tributario injusto.”[10]
En resumen, el impuesto a la Renta nació como un impuesto producto de la necesidad de hacer frente a una guerra, teniendo una vigencia temporal, es decir, se condicionaba mientras dure la guerra. Este impuesto dejó de ser temporal para convertirse en uno permanente y uno de los más importes en el mundo hoy en día, y vista su trascendencia se ha discutido ampliamente sobre su alcance y contenido para responder a un ideal de justicia y encontrar un equilibrio adecuado entre las necesidades del Estado así como la capacidad económica de los contribuyentes.
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Bibliografía consultada
[1] “El joven Pitt llegó ser Ministro de Hacienda [a los 23 años] y Primer Ministro [a los 24 años] (…) [introdujo] 17 nuevos impuestos. Once de los cuales fueron establecidos entre 1784 y 1786. Luego de la declaración de Guerra en 1793, [Pitt] estableció cuatro nuevos impuestos entre 1795 y 1798; Su Tripple Assessment en 1797 fue un fracaso, pero un importante trampolín para su impuesto a la renta en 1798. Su éxito [del impuesto a la renta] fue asegurado por las inteligentes mejoras de Henry Addingon en 1803 (…)” (Jeffrey-Cook, 2010, p. 376)
[2] “El impuesto a la renta fue anunciado en 1798, e introducido en 1799, para poder costear las guerras contra las fuerzas francesas bajo el mando de Napoleón. Francia había amenazado invadir, y de hecho arribó en Gales e Irlanda. En muchas de sus campañas desde 1795, Napoleón estaba major organizado que las fuerzas británicas. El costo de la guerra había agotado los recursos británicos, habiéndola llevado incluso a una considerable deuda nacional.(…)” (National Archives, s.f.)
[3] Conflicto bélico conocido como las guerras napoleónicas. Las Guerras Napoleónicas fueron una serie de conflictos que enfrentaron al Imperio Francés y sus aliados, liderados por Napoleón I, contra coaliciones europeas, usualmente lideradas y financiadas por el Reino Unido. Estas guerras son el resultado de disputas no resultas asociadas a la Revolución Francesa; además son categorizadas en cinco conflictos: Tercera Coalición (1805), Cuarta Coalición (1806–07), Quinta Coalición (1809), Sexta Coalición (1813), y la sétima y última Coalición (1815). (Cookson, 1997)
[4] Es decir, habían otorgado la facultad al gobierno británico para que éste determine qué impuestos se pueden exigir, porque entendían que ello se hacía en bien de la corona y de la población.
[5] Resultó que 10 días después de este anuncio, Willam Pitt señalo que el máximo a pagarse, ya no sería de 3 veces lo pagado en 1797, sino hasta 5 veces. Y esta fue una de las razones por las cuales no prosperó esta medida.
[6] ´repugnant to the customs and manners of the nation´
[7] In sum, the tax was ´hostil to every sense of freedom, revolving to the feelings of Englishmen and repugnant to the principles of the British Constitution.
[8] Es así que cuadno la ley de 1876 lo instituyó para siempre, había conciencia de su importancia como recurso fiscal y tambien acerca de la justicia de esta forma de tributación. En 1906 fue designado un comité de especialistas para mejorar la ley y proyectar una graduación más justa a fin de lograr una mejor repartición de la carga del gravamen. El Finance Act de 1907 condensó las conclusiones del comité e introdujo una reforma de trascendencia: la discriminación entre rentas “ganadas” y “no ganadas”
[9] Sobre el cambio de la Renta Bruta a la Renta Neta. Sin embargo, establecer tributos en función a la producción bruta de la tierra traía inconvenientes, pues si dos personas, si bien tenían la misma extensión de terreno, estos terrenos no eran igual de fértiles, ni ambos se encontraban próximos a los centros de comercio. En consecuencia, los beneficios obtenidos de unos eran superiores al de otros. Esto hacía ver al sistema del diezmo, sobre la producción bruta, como un impuesto injusto. Pues el que producía menos, no solo tenía que pagar impuesto en proporción a su producción, sino que además, lo que le quedaba tenía que ser transportando a los centros de comercio distantes, incrementando así los gastos del propietario, y reduciendo aún más sus ingresos. Por ello, “para corregir las injusticias que este sistema implicaba, se avanzó un poco más, tomando como nueva base de gravamen a la renta neta.” (López, 1962, p. 9)
[10] Revisar en: López, I. (1962) Principios de Derecho Tributario. Bogotá, Colombia: Ediciones Lerner.
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